Capítulo 3 - Final

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Gustabo, aquella hermosa criatura marina había cumplido fielmente a su palabra. Tal como le prometió a Greco Rodríguez, capitán del navío "Astra" hace un mes, le esperaría pacientemente en aquella escondida playa donde se vieron por primera vez. Cada noche se posaba sobre las suaves arenas blancas, confiando en que pronto vería a su capitán favorito llegar a tierra firme. Seguía dedicándole dulces melodías desde la distancia, esperanzado de que volvería a por él en cualquier momento, mientras jugueteaba con aquella hermosa brújula que el de barba le había regalado con tanto cariño.

Aquella noche Gustabo estaba especialmente nervioso, había visto llegar la embarcación de Greco hace unas horas, mientras estaba oculto entre las rocas. Su corazón estaba inquieto y acelerado, rebosaba en felicidad por haberle visto una vez más, aunque fuese desde la lejanía. El brillo de la luna se reflejaba majestuosamente en el artefacto de oro que pertenecía al de barba, así como en su elegante cola de sirena. A lo lejos, le vio, caminando entre la oscuridad en su dirección. El corazón del ojiazul latía desbocado en anticipación, y una tímida sonrisa escapó de sus labios.

—Cumpliste, sí me esperaste...— espetó dulcemente Greco mientras se sentaba a su lado. Gustabo asintió, moviendo también su cola con parsimonia.

—Aunque confieso que extrañé acompañarte a lo lejos, como solía hacerlo, pero deseaba darte espacio y libertad— El de barbas posó su mano con ternura sobre la del Gustabo, dejando suaves caricias en ésta. Verdaderamente le había extrañado también, a él y a sus melodías, pero por sobretodo valoraba esa confianza con la que le permitió seguir su viaje, sabiendo que le estaría esperando desinteresadamente.

En silencio, se observaban mutuamente, como si intentaran memorizar cada facción del contrario a fin de recordarle en detalle cuando no se tuvieran frente a frente. Sus respiraciones cálidas y pesadas comenzaban a mezclarse de forma lenta, casi imperceptiblemente. Greco estaba completamente perdido en los azules ojos de aquella criatura de hermosa figura, sentía una tormentosa calma en ellos que le recordaba al mar que tanto amaba, poseían la misma intensidad atrayente y peligrosidad que el salvaje océano. Por el contrario, Gustabo sentía la calma que le transmitían los ojos del de barba, aquella tranquilidad y seguridad que tanto anhelaba.

Sus narices chocaron, en silencio, llevando a aquel capitán a crear un suave roce entre ellas, a modo de caricia. Gustabo cerró sus ojos, disfrutando de los mimos que estaba recibiendo, suspiraba sonriendo, jamás había tenido ese tipo de contacto tan dulce e íntimo con nadie anteriormente. Sentía un extraño calor creciendo en su interior, quemaba de forma deliciosa. No sabía cómo actuar, puesto que entre los de su especie no tenían estas costumbres.

Con torpeza juntó sus labios a los del de barba, sorprendiéndole con aquella inesperada acción. Había visto cientos de veces a los humanos hacer eso, sin entender muy bien el fin de ese acto, simplemente pensaba que la gente que se agradaba hacía eso, y como aquel capitán le agradaba, no lo pensó mucho, siendo ya muy tarde para arrepentirse. La sensación le gustó, Greco movía sedosamente sus labios sobre los de él, quien intentaba con inhabilidad seguirle. El chasquido de sus labios jugueteando le embriagaba deliciosamente, haciendo que involuntarios sonidos de agrado escaparan de su garganta.

Dichos sonidos aumentaron una vez percibió las manos de aquel capitán recorrer con delicadeza y cautela por sobre su tersa piel, los dedos de Greco le enviaban corrientes de una exquisita sensación al tocar cada centímetro de su silueta. Arqueó su espalda cuando esas yemas acariciaron a lo largo de su espalda, obligándole a separarse de aquel beso para tirar su cabeza hacia atrás soltando un desesperado jadeo. No entendía qué estaba pasando, pero su mente se nublaba, exigiendo más y más de aquel gustoso contacto físico.

Volvió a buscar esos labios que estaban llevando al éxtasis, los necesitaba como si de la cura a todos sus males se tratase. Intentando vergonzosamente imitar lo que había observado en los humanos, llevó su mano hasta la erección del de barba sin dejar de besarle, haciendo que éste rompiera el beso por la sorpresa.

Grecabo AU - SIRENAS (Short Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora