Capítulo 4: La Instrucción de Roger

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El sol brilla en lo alto. Un día bastante claro percibió Roger con cierta admiración, sentía una brisa fresca y el aroma a naturaleza. No recordaba el lugar pero al parecer estaba allí desde hacía un buen tiempo. Sentado sobre un pequeño montículo cubierto de pasto, logró ver que estaba en un amplio parque, con una pequeña arbolada de antiguos árboles dado el grueso de sus tallos. Otras cinco personas estaban a su rededor. Al frente un hombre de aspecto joven está haciendo una disertación. Es un aula de clases.

 -… Se requiere un ejercicio consciente de la voluntad; el ser humano pasa la mayor parte de su vida en un estado similar al de un pilóto automático, inmerso en pensamientos que llegan a su mente, la mayoría de ellos no son propios y contribuyen a mantener adormecida la voluntad espiritual. Tienen que hacer un esfuerzo consciente para despertar al mundo espiritual – afirmaba categórico el instructor – Estar despierto espiritualmente significa mantener un estado de alerta mental pleno, con la mente en silencio, atenta a todo lo que pasa a su rededor; pueden ayudarse haciendo conciencia de su respiración, convirtiéndola en un acto provocado por la voluntad conciente; inspiren en 6 segundos llenando primero el abdomen y luego subiendo el aire al pecho, lo retienen por 3 segundos y luego lo expulsan suavemente por la nariz en otros 6 segundos y esperan otros 3 segundos sin aire antes de volver a inspirar. Este acto conciente ayuda a tener ocupada la mente y sobre todo les ayuda a mantener el estado de alerta mental,  mientras mejora la salud del cuerpo en general.

Roger empezó a ejercitarse en la respiración y al intentar controlar la respiración, sintió un leve ahogo y se encontró despertando en su cama. Se sintió alegre; era la primera vez que recordaba un sueño en el que estuviera siendo instruido. Iluminado por una luz tenue que emitía una pequeña lámpara, tomó un cuaderno de la mesita junto a la cama y escribió cada detalle del sueño, para grabar los recuerdos que trae del sueño y poder consultarlos en otro momento. Una vez finalizó de escribir dejó el cuaderno y se acomodó para seguir durmiendo. Relajó su cuerpo imaginando una luz que descendía desde su coronilla hacia los piés y a su paso todos los músculos se relajaban. Antes de finalizar ya estaba profundamente dormido.

Muy pronto se encontró en medio de otro sueño, esta vez flotaba en medio del espacio, estaba solo con otro instructor, de pié, a su lado, parado en el vacío.

 -Tus creencias determinan el estilo de vida que tendrás – decía el nuevo instructor; un joven que parecía no superar los 17 años, de tez oscura, sonrisa acogedora y mirada jovial, radiante con un aura brillante que iluminaba todo su contorno. – Tu decides en que creer, eso es lo más importante. Escoge bien tus creencias y obra en coherencia y tu realidad se construirá a partir de ellas. Deben estar arraigadas profundamente y estar soportadas lógicamente a nivel consciente para que tu mente y tus emociones las acepten como rector de la vida. Si hay conflicto se diluye su energía.

 -La salud o la enfermedad. La riqueza o la pobreza. El cielo o el infierno. Todas son realidades para los que creen en ellas. Vives internamente en el objeto de tus creencias. Si eres coherente con ellas, en algún momento se manifestarán en tu realidad tridimensional. La única excepción radica en si has escogido, antes de nacer, alguna prueba que limite o impida su manifestación. Es determinante la decisión de en qué creer,  pues ellas determinan su estadía inmediata post-morten. –

En ese momento Roger se encontró inmerso en una gran depresión terrosa, muy digna de la descipción que hiciera Dante Alighieri en su libro la Divina Comedia, del Octavo Círculo del Infierno; Fuego. Demonios atormentandores. Bestias atemorizantes. Almas sumergidas en lava. Largas filas de prisioneros llevados a latigazos. Gritos desgarradores. Desesperación. Fuerte olor a azufre. Oscuridad. Dolor por doquier.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Roger, erizando su nuca. Sintió un dolor profundo por los desdichados que se encontraban allí – ¿No pueden ser ayudados?, ¿su sufrimiento es real?, ¿Hasta cuando van a estar allí?, ¿dónde está la misericordia divina? – Reclamó Roger sin ocultar su desesperación por la impotencia.

 -No culpes a Dios – precisó el instructor – la voluntad del Creador es que todos crezcamos en el amor, su misericordia es muy grande. El recibe toda plegaria y actos de amor que se ofrecen por estos desdichados. Pueden durar miles de años. Y el sufrimiento es más real e intenso del que puedes sentir en vida. Estos hermanos desdichados primero deben creer en el perdón y la misericordia divina. No se puede violentar su libre decisión de sufrir tormentos en compensación del mal hecho. Ellos deben cambiar sus creencias para salir hacia el umbral donde podemos ayudarlos. Aunque quisiéramos nuestro cuerpo espiritualizado no puede ser visto por ellos y nuestra voz no es oída. Solo unos pocos santos de diversas religiones han logrado descender en vida y prestar ayuda a las almas sufridoras. Pues mientras se está encarnado, su mente se reviste de un cuerpo sutil que puede cambiar su densidad, permitiéndoles llegar a niveles vibratorios tan bajos, que son imposibles para los espíritus; excepto cuando media una plegaria de auxilio, pues ella crea un camino que nos posibilita acceder hasta el que pide misericordia.

Roger despertó sobresaltado, sudaba profusamente, su corazón latía fuerte. Estaba próximo el amanecer. Se levantó, agarró el cuaderno de su mesita,  fue al comedor, tomó un vaso de agua y empezó a registrar la experiencia. 

HashimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora