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Mark parecía vibrar con una energía nerviosa desde la noche anterior cuando llegó al hogar de Jackson. La fecha que habían acordado para que el Omega fuera marcado había llegado al igual que el cumpleaños número 23 de Jackson.

El Omega había estado ansioso y a la espera de cualquier avance del mayor pero este no había hecho nada, cenaron, vieron una película y luego fueron a la cama sin nada más que un beso de buenas noches. Mark estaba frustrado y despertar sin el calor de Jackson lo hizo fruncir el ceño con enojo pero el dulce aroma que había comenzado a llenar el cuarto hizo que su enojo pasará a curiosidad.

El apetecible olor se hizo más fuerte tan pronto dejó la habitación de su alfa. Sus sospechas fueron confirmadas en cuanto entró a la cocina: aquel delicioso aroma provenía de una gran pila de panqueques recién preparados.

El pecho del omega se oprimió con ligereza ante la escena; su alfa era mucho mas perfecto de lo que pensaba.

Jackson, ajeno a la mirada cautivada de su omega, permaneció profundamente concentrado en los panqueques que se encontraban calentándose sobre la sartén. Mark tomó ventaja de esto para acercarse a él de manera silenciosa y enseguida le abrazó desde atrás, hundiendo su rostro en la amplia espalda ajena mientras sus brazos rodeaban suavemente la cintura del más alto.

—Buenos días, bola de fuego —dijo Jackson sin sobresaltarse ni mostrar atisbo alguno de sorpresa ante la repentina aparición.

—¿Panqueques? —Murmuró Mark con la voz ligeramente apagada al tener los labios presionados contra la caliente y suave piel de la espalda de Jackson.

—Sí —contestó el alfa con simpleza, moviéndose cuidadosamente para pasar la última porción de panqueques de la sartén a su respectivo plato—. ¿Miel?

—Ajá.

Mark se separó de Jackson solo para agarrar con su diestra un pedazo de los panqueques recién hechos, ignorando la mirada severa que recibió por hacerlo pero Mark también sabía que su alfa casi nunca tenía el corazón para regañarlo o enojarse por mucho tiempo con él.

Mark secretamente adoraba tener semejante poder sobre su alfa.

Naturalmente, fue cuestión de segundos para que el mayor relajara su semblante, terminando por regalarle una muy pequeña sonrisa enternecida a su omega. Al notar el gesto, le sujetó de ambas mejillas y le besó justo en el centro de los labios, tomándose su tiempo para disfrutar de la suavidad y el ligero sabor a pasta dental impregnado en la boca de su pareja.

Tras un largo rato de besarse sin detenerse más que para llenarse los pulmones con un poco de oxígeno, Jackson interrumpió el beso, ganándose un quejido enojado por parte de su omega. Mark enseguida volvió a agarrarle de las mejillas y trató de reanudar el beso, pero el alfa puso resistencia a cada uno de sus intentos.

—Mark, tengo que.. Si no paramos ahora no podre hacerlo mas tarde —explicó Jackson ligeramente avergonzado—. Mark, por favor..

—No me importa —interrumpió Mark de forma contundente, repartiendo besos húmedos por todo el rostro de su alfa como para hacerle cambiar de parecer—. Quiero hacerlo.

Ninguno de los dos supo exactamente cómo fue que lograron moverse de la cocina al cuarto nuevamente. Aun así, Jackson se las arregló para tener a Mark tendido boca arriba sobre la cama aun revuelta y semi desnudo, con las largas piernas abiertas y la delgada camiseta de su pijama levantada por encima de sus pectorales. Los labios del alfa se encontraban presionados alrededor de uno de los pezones ajenos mientras su zurda se encargaba de bombear lentamente la erección del omega, cuyos gemidos suaves y jadeos constantes eran los únicos sonidos que se podían escuchar por todo el lugar junto con los obscenos chasquidos que el alfa emitía cada vez que succionaba el botón erecto.

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