Capítulo 3

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Si te pones a pensar es impresionante como las semanas pasan y pasan. El tiempo pasa y la vida y se lleva todo consigo. Todo menos los recuerdos y las heridas pasadas.

EL tiempo ha pasado a lo largo de mi vida pero siento que sigo en el mismo agujero de mierda. Es como si estuviera dentro de una alcantarilla, donde si alzo la vista soy capaz de ver el cielo y las estrellas. Pero es una meta inalcanzable, no hay escaleras y la salida se encuentra a varios metros por encima de mi cabeza. Entonces estoy abajo, en medio de heces y aguas negras.

Cada maldita noche no duermo. Me quedo despierto mirando el techo. Contando mis respiraciones y rezando porque no piense en nada. Solo cuento cuantas veces mi pecho sube y baja. Con frecuencia las cantidades rebasan las tres cifras antes de poderme quedar dormido.

Y lo más extraño de todo esto es que de unas semanas para acá he estado soñando con un par de ojos castaños. Sé quién es la dueña de esos comunes pero hermosos ojos cafés. Y son de una chica llamada Christina. Esa chica me intriga, no voy a negarlo. Su belleza es diferente a las demás, no lleva maquillaje y a pesar de todo parece segura de sí misma aunque no demasiado.

Me gusta tenerla cerca, me gusta ver como sus mejillas se sonrojan y me gusta ver cuán nerviosa la pongo. Sé que ella sabe que soy malo, que debe alejarse de mí y eso me atrae aún más. La forma en la que quiere adueñarse de la situación pero sus nervios la traicionan es tan… diferente. Nadie, nunca, ninguna chica se había comportado así conmigo y eso me hace… desearla.

Esto ya se ha salido de mis manos. No me gusta pensar tanto en esa muchacha, no es sano. Siento como si de pronto me hubiera vuelto un obsesivo. Pero mierda como deseo a esa mujer en mi cama.

Y de pronto se me vienen preguntas estúpidas a la cabeza. ¿Tendrá novio? A mí no me interesa eso en lo más mínimo. ¿Es virgen? Por supuesto que no, esa chica es demasiado hermosa como para que algún chico no se haya interesado en ella de esa forma, probablemente un novio anterior. Aunque bueno, si aún lo es no me molestaría en ser el primer hombre que este entre sus piernas.

Sin darme cuenta dieron las seis de la tarde y mi estómago ruge. En serio, no es normal pensar tanto en esa chica.

-Asaiah, contrólate. –Me susurro.

De un brinco me pongo de pie y dejo el libro que supuestamente estaba leyendo en la mesita de noche. Avancé alrededor de treinta hojas pero no recuerdo nada de lo que leí. Todo por estar fantaseando con la muchacha esa.

Voy hacia el refrigerador a ver que puedo cocinar pero aunque hay algunas que otras cosas dentro no se me antoja cocinar nada. Puedo ir a Michael’s, no está muy lejos y si me toca Miranda de mesera es probable que no tenga que pagar la cuenta.

Tomo las llaves de mi motocicleta y salgo de la casa a toda prisa. Me monto en mi motocicleta y salgo disparado hacia adelante. Me escurro por entre el leve tráfico de ciudad pequeña y llego en un dos por tres al lugar. Se me antoja una hamburguesa doble y un refresco.

Justo al entrar miro a Miranda que enseguida me reconoce. Su rostro se enciende y le dedico una sonrisa. ¡Listo! Comida gratis.

Recorro el lugar con la mirada y me topo con una chica tapándose el rostro con el cabello, tapando esos bellos ojos marrones. Christina. Me vio antes de que yo pudiera verla y ha pensado que puede esconderse de mí.

No puedo evitar y le sonrío. Desde esta distancia se puede ver perfectamente cómo se sonroja. Me quedo parado ahí un rato más, observándola y veo como dice algo con su amiga.

¿Ahora qué hace? ¿Acaso me ha fulminado con la mirada? Ay esta chica.

Decido acercarme a saludar. Y puedo ver que cada que estoy más cerca más nerviosa la pongo.

-Christina. –Digo. Ella no me mira, de hecho mira a todos lados menos a mi persona.

-Sat. –Su voz es suave a pesar de sus nervios.

-Me gusta como dices mi nombre, tus labios se ven, no lo sé, besables. –Con eso es suficiente para dejarla de un color rojo carmesí. Esto me divierte.

-Y tu mejilla se ve, no sé, abofeteable. -¿Fue lo mejor que se te ocurrió? Pensé que eras más inteligente, chica.

-Cuanta agresividad.

-Bueno, bueno. –Interrumpe su amiga, Clarisa. – ¿Pero que pasa aquí, de que me he perdido? –Puedo sacar algo bueno de su comentario.

-Pues que tu amiga y yo salimos y no me quiere hablar. –Mentí. Clarisa le dirigió una mirada a Christina, su boca y sus ojos estaban bien abiertos. Mientras, Christina sacudía la cabeza para contradecirme. Comienzo a reírme al ver a las dos chicas haciendo caras estúpidas.

-Déjate de chistes que no estoy para perder el tiempo. –Su cometario me corta la risa y en su lugar un calor crece desde la boca de mi estómago.

Por puro impulso azoté mis puños contra la mesa, haciendo que ambas dieran un respingo. Acerqué mi cara a unos milímetros de ella y la fulminé con la mirada. Pude ver como el miedo se apoderaba de sus facciones y en ese momento me aparto. ¿Qué mierda fue eso?

-No soy un chico bueno, Christina. A mí no me gusta que me hablen así, me gusta sentirme, respetado, superior, ¿sabes? No me vuelvas a hablar así. Me has hecho enojar, Christina, me voy, necesito calmarme. Te llamaré luego y más vale que me contestes esta vez.

Doy media vuelta y salgo del restaurante ahora iracundo. ¿Por qué demonios me enojé tanto? Me rasco la cabeza y subo a mi motocicleta, para ir a cualquier lado.

¿Qué si me molestó que me dijera eso? Sí, claro que me molestó pero fue una cosa estúpida. Aun así, nadie me ha hablado así desde que tenía quince años. Ni siquiera Winnie me habla así. ¿Qué se cree ella? No es nadie.

Claro no es nadie. Es ese “nadie” que no deja de rondar en mis pensamientos. No, no es nadie.

Corazón oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora