No hay maldito día en el que no tenga que ser interrumpido por una maldita llamada de Winnie.
Lo entiendo, aunque no siempre. Él me encontró cuando estaba solo hace años atrás, cuando estaba solo y no tenía a donde ir.
La verdad fue como un padre para mí. No el mejor claro. Un buen padre no me enseñaría a pelear en clubes ilegales, un buen padre no me enseñaría todo lo que él me enseñó. Pero el punto es que el me dio un techo, ropa y buena comida. Me dio lo que nunca nadie me había dado en mi puta vida.
Se preocupa por mí. O más bien se preocupa por su proyecto que le da buenos resultados. Yo siempre supe que él no hizo eso solo por caridad. Uno no decide sacar a un chico de la calle solo porque sí. Si lo hizo fue porque tenía segundas intenciones.
Conmigo consigue dinero, conmigo consigue mucho dinero fácil y él prácticamente no tiene que mover ni un dedo. Pero en fin, me da igual, yo también consigo dinero.
Aunque no todo lo que tengo lo he comprado. Mi camioneta es la primera cosa que gané. Cuando mi habilidad en los dardos era buena, (por no decir casi perfecta) un hombre decidió retarme y apostó su camioneta y yo aposté mil dólares. No tenía ni diez dólares en ese entonces pero confiaba en mí así que me obligué a mí mismo a ganar.
Pero bueno, eso fue hace un par de años y ya he dejado los dardos. Ahora tengo cosas distintas en las que ocuparme.
Me revuelvo en mi cama y dejo el celular sobre la mesa de noche. Abro un cajón y saco una cajetilla de cigarros.
-Voy a dejarlo –Susurro. –Pero no puedo dejar una cajetilla sin usar.
Saco un cigarro y me lo coloco entre los labios, saco un encendedor del mismo cajón y prendo el cigarro. En seguida el humo pasa por mi tracto respiratorio y me raspa la garganta pero también me relaja.
Me pongo de pie y me acomodo el pantalón deportivo con el que dormí. Camino por mi habitación recogiendo mi ropa y ordenando la cama mientras el cigarro se consume en mi boca.
Soy un fanático del control. Probablemente porque en toda mi niñez no lo hubo. También me gusta que todo esté en orden.
En cuanto todo el cigarro se acaba lo tiro en el cesto y voy al baño. Prendo el agua caliente y me quito el pantalón quedando desnudo y entro bajo el agua.
Antes de entrar al gimnasio estaba sentado en mi camioneta mirando mi celular y revisando los últimos mensajes de Winnie. Entonces me encontré con un contacto que había agregado recientemente. Con tan solo leer su nombre una sonrisa apareció en mi rostro.
-Christina. –Susurro y me gusta la manera en que suena su nombre.
Decido llamar a su número, pero pasan los tonos y no me contesta. Bien, ella se lo pierde.
Dejo el celular en la guantera y tomo mi maleta deportiva negra para bajar e ir al gimnasio.
Llego cansado a mi casa. Estuve todo el día encerrado en el maldito gimnasio de Winnie y no pude sacarme una cosa de la mente.
Un par de ojos marrones hermosos. Los ojos de Christina, con largas pestañas.
No sé porque se me quedaron tan grabados en la mente si no tienen nada de especial. La mayoría de la población mundial tiene los ojos cafés. Pero hay algo en los suyos que me parecen intrigantes. Dicen que los ojos son las ventanas del alma, así que creo que lo que me intriga es su alma.
Saco el último cigarro de la cajetilla.
-Este es el último –Me repito antes de fumarlo. –Lo dejo por ti, Chris. –Lo fumo hasta acabarlo y luego tiro la cajetilla vacía.
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Corazón oscuro
Teen FictionEn Bestia, conociste el trágico romance entre Christina Sousa y Sat Civatti. Ahora podrás escurrirte en su piel, y podrás saber que es lo que pasa en su enredada cabeza. Y conociendo a su vez su corazón oscuro.