30 Minutos

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Sus torpes intentos de coqueteo le parecen tiernos y divertidos por lo ridículamente exagerado que son, se ve más atrayente cuando no intenta nada y simplemente sonríe.

Una sonrisa que después de un tiempo lo tiene algo embobado, es hipnotizante como su rostro moreno se ilumina al sonreír, la forma tierna en la que arruga la nariz, incluso sus ocurrencias tontas las encuentras lindas.

Después de un tiempo le parece lo suficientemente lindo para enseñarle como se coquetea.

Hashirama al principio intento coquetearle al mayor, pero después de un par de horas y observa el magnetismo erótico y coqueto del azabache empezó a sentirse algo intimidado.

Frente a Madara es un inexperto, el mismo se considera un niño, ta chiquito y no se cree ser un adulto de 20 años, en cambio el azabache con 26 años, una carrera y a punto de terminar una maestría, esta junto a un hombre hecho y derecho, con clara experiencia en la vida y en el coqueteo.

Al principio la conversación pretendía ser acerca de sus hermanos menores, pero las cosas empezaron a centrarse en ellos.

Las últimas horas de esas tardes la dedicaron en platicar de ellos, sus intereses, pasatiempos, carreras, trabajos, etc.

Madara se ofreció a llevarlo a casa cuando anocheció.

- Gracias por traerme. – Madara no se anda con rodeos y le piensa dejar en claro al castaño que le gusta, es por eso que antes de que el moreno bajara del auto, el azabache lo beso. Un beso repentino, que lo tomo por sorpresa, pero una vez recuperado de la impresión, correspondió.

Le agrado el ímpetu del moreno en el beso, pero él se encargaría de enseñarle algunas cosas, pues es un niño algo torpe y eso también le gusta.

- Espero verte pronto. – una última mordida en su labio inferior y al fin permite que Hashirama salga del auto, aun que, si dependiera del moreno, se quedaría ahí manoseando al mayor.

Una última despedida, un último corto beso y ambos quedaron en mantenerse en contacto. 

 Fin.