Dejé de ver a Tres tras de mí, le había sacado unos pasos de ventaja, mas sentía su respiración igual de agitada que la mía, sumado a algunos sollozos que también compartí, incontenibles para ambos. Habíamos hablado un par de veces de la posibilidad de que solo algunos escaparan, y siempre desechamos la idea por la nostalgia de dejar a nuestros hermanos, y la culpa de pensar en a qué males se les sometería tras la desaparición de los otros. Pero luego de los últimos intentos fallidos, cada vez más alimentábamos la idea de que solo siendo unos pocos habría mayor probabilidad de salir de ahí, y la opción con más chances de triunfo.
Llegamos a un corredor lleno de habitaciones a los costados, tal como en la descripción de 108, cada cuarto cubierto de vidrio esmerilado, no podíamos ver el interior de las salas, pero daba la impresión de que estaban vacías, completamente blancas, a excepción del penúltimo cuarto a la izquierda, donde me pareció ver una mancha roja oscura, que me trajo a la cabeza la imagen del charco que dejó Cero. Lo blanco se extendía más de 40 metros en línea recta, hasta dar a una bifurcación hacia dos pasillos laterales con puertas metálicas de tope.
–108 siguió derecho, no mencionó dos pasillos.
–Sabes lo que significa, ¿cierto 6?
–No vamos a separarnos.
–¡Deben venir tras nosotros! No podemos saber cuánta ventaja les sacamos. –Lo miré con un gesto de negación pero Tres insistió– Será sólo hasta hallar las cámaras. Solo, cuenta hasta diez en línea recta, si no las encontramos volvemos a este punto, pase lo que pase. –Tres dio la vuelta y con seguridad comenzó a correr– Tomaré la izquierda.
Pero yo no pude correr enseguida. Era extraño que 8 no mencionara los pasillos laterales. Tuvimos la oportunidad de conversarlo en el comedor, y jamás se equivocaría con algo así. En realidad, no es que hayamos tenido tiempo para hablarlo en detalle, con los gorilas y los tutores vigilando, además del suero del olvido que ya se había encargado de muchos de nuestros recuerdos... Pero cómo olvidar algo así. Cómo olvidarse de la esperanza de averiguar qué hay más allá. Parecía seguro al darnos las indicaciones de la ruta. Y si en realidad no olvidó nada, cómo tendrían tiempo de modificar todo, apenas hace algunas semanas había sido el escape anterior. Cómo habrían encontrado el tiempo de vigilarnos y a la vez ocultarlo todo.
–Tres, espera.
–Seis, ya lo hablamos, no podremos...
–Shh, silencio. Mira. –Apunté a la pared de loza blanca, algo no me parecía normal, pero no alcanzaba a darme cuenta– Algo no calza. ¿No crees?
Tres se devolvió, vaciló unos segundos, y decidió acercar su rostro a la pared, en completo silencio, luego puso su oreja sobre la fría loza, lamió uno de sus dedos y lo deslizó sobre las líneas de las uniones entre cada cuadrado, con la mirada perdida de concentración.
–Hmm. ¿Dices que algo no calza querida Seis? Yo digo que algo calza muy bien.
Empujó con ambas manos el muro frente a nosotros. De pronto salió aire de entre las uniones y un extenso soplido se coló por los agujeros que se abrieron desde ahí, formando la silueta de un umbral. Funcionaba con el mismo sistema de apertura que los Redproof, solo que automático. El trozo de pared en forma de puerta se trasladó hacia uno de los costados, y se encajó en el muro. Era demasiado ruido como para no llamar la atención, pero no nos importó. Múltiples pantallas enumeradas transmitían a tiempo real cada habitación de lo que, hasta entonces, conocíamos como único refugio, desde donde pudimos ver al resto de las cifras que estaban siendo adormecidas con jeringas repletas, seguramente de grandes dosis de suero del olvido, y otras siendo reducidas con maniobras de desmayo hechas por los mismos tutores. Ya la mayoría estaba adormilada en sus cuartos.
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Celine
General FictionNo es la oscuridad en si a lo que temen los niños, sino a lo que suelen imaginan tras el oscuro manto de la noche arropándolos. ¿Será que la mirada en la ventana esta vez era real?