18* Una espada en sus manos

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Solo una cosa sucedió para Samuel en aquel momento.

El mundo se ralentizó.

Las criaturas se movían lentamente, el viento parecía no correr, pudo ver por el rabillo del ojo como el chico pelirrojo finalmente escapaba con el otro chico en brazos y pudo ver como las turbas de enemigos volvían a centrarse en él.

Pero ante todo, vio la espada volar.

No sabía qué sucedía exactamente, pero pudo ver el arma brillante girar en el aire lenta y suavemente, acercándose a él de forma perfecta, pudo ver el momento correcto en que solo necesitaba extender su mano para que el mango de la espada cayera en su palma.

Y eso hizo.

Y un segundo después el mundo recuperó su velocidad.

Tuvo que girar para esquivar una flecha, blandiendo la espada recién atrapada en sus manos como si no pesara nada.

El peso del arma en sus manos era perfecto, era cómodo, una extensión de su propio brazo.

Y definitivamente iba a echarle la culpa a la luna roja por esto (Aunque eso no tuviera ningún sentido y lo sabía), pero sonrió, balanceó la espada, y se lanzó a la lucha.

Fue extraño, fue como bailar, sabía los movimientos, los realizaba con suavidad, podía girar, esquivar, cortar y saltar con una gracia que le resultaban extrañamente naturales, y no se detuvo.

No se detuvo a cuestionarse su habilidad, no se detuvo a dudar ni a temer, solo se dejó caer.

Dejó que sus ojos se movieran libremente escaneando el entorno, viendo las flechas que se acercaban a él por el rabillo del ojo y esquivándolas tan solo un segundo después.

Dejó que su boca se moviera sola, riéndose y burlándose de los monstruos sin siquiera pensar en lo que realmente decía, simplemente disfrutando de ello.

Dejó que su cuerpo actuara solo, como si no fuera él quien lo controlaba, danzando entre las arañas y los zombies, saltando frente a los esqueletos y burlando con sus pies a los creepers que intentaban acercarse.

Se sentía ligero, se sentía libre, se sentía feliz.

Y su mente simplemente se desconectó.

Y cuando volvió a ser plenamente consciente del entorno que lo rodeaba ya no estaba en aquel claro lleno de monstruos, sino que estaba en la entrada de su casa, frente a los dos chicos extraños, encorvado y sin aliento, pero vivo.

Vivo y sin ningún solo rasguño en su piel.

El pelirrojo y él se miraron durante unos segundos en silencio, escuchando sus propias respiraciones y los lejanos sonidos de las turbas de enemigos que vagaban por la zona.

Y eso fue todo lo que escucharon hasta que el pelirrojo decidió hablar.

-Gracias por salvarnos, eh...- Samuel se dio cuenta de que el otro no sabía cómo llamarlo, así que se enderezó y sonrió un poco.

-Samuel, Samuel de Luque, no hay de que ¿Tu amigo está bien? Tengo algunas pociones en mi casa si necesitas- El pelirrojo Debería preguntar su nombre Asintió rápidamente y comenzó a seguirlo al ascensor -¿Cómo te llamas por cierto?-

Pudo notar como el otro se tensaba un poco ante la pregunta, pero decidió no decir nada y esperó la respuesta.

-Soy Lolito, este de aquí es Mangel, mi niña-

Si se le hizo un poco extraño lo de "mi niña" (Y se le hizo extraño) no dijo nada, después de todo ¿Quién era él para juzgar si había pensado que dar un paseo en mitad de la noche era buena idea?

Samuel los dejó en la sala, viendo como Lolito recostaba suavemente a Mangel en el sillón.

Lo trata con tanta suavidad... Realmente debe amarlo...

Caminó velozmente hacia su sala de cofres, buscando y encontrando rápidamente la poción que necesitaba. Bajó y le entregó la poción al pelirrojo, quien murmuró en voz baja algo similar a un "Gracias" y se dirigió a la cocina.

Unos minutos después regresó a la sala, Lolito seguía pacíficamente sentado en el sillón, acomodando con cuidado y cariño la cabeza de Mangel en sus piernas, se acercó y le ofreció un plato con papas asadas y chuleta de cerdo, junto a un par de cubiertos.

-Perdona que pregunte Lolito, pero la curiosidad me puede ¿Cómo terminaron Mangel y tú en una situación como esa?- Se sentó frente a ellos, observándolos con atención.

Lolito suspiró, probando lentamente un bocado de la comida antes de hablar.

-Fue un poco mi culpa, mi niña y yo volvíamos de nuestra luna de miel, él quería que durmiéramos en el pueblo en el que estábamos y que llegáramos a Karmaland por la mañana, pero yo quería volver pronto, así que le dije que viajáramos durante la noche, me las podía arreglar con una espada y estaba seguro de que llegaríamos a salvo...-

-No contaste con que hubiera Luna de Sangre ¿Verdad?- El ojiverde negó, probando otro bocado de la comida -Bueno, me alegro de haber estado allí para ayudar- Ambos le dirigieron al otro una pequeña sonrisa -Ahora, no creo que debas intentar llegar a tu casa en este momento, puedes llevar a Mangel arriba, te pasaré un par de pijamas y dormirán en mi cama-

-¿Qué? ¿Y tú?-

-Pues me bajaré unas frazadas y dormiré en el sillón, no tengo problemas con eso, no dejaré que duerman acá ¡Y no acepto discusiones! Sube, anda, para arriba-

Sin dejar tiempo para que el otro alegase se levantó de donde estaba sentado y se dirigió hacía arriba en busca del par de pijamas y las frazadas que iba a necesitar, sonriendo inconscientemente de felicidad al poder ayudar a los dos chicos.

Acomodó la ropa sobre la cama para cuando Lolito subiera, sujetó las frazadas y salió de su habitación, deteniéndose en la pequeña sala que se encontraba directamente afuera, donde una fila de espadas, algunas encantadas y otras no, algunas de piedra y otras de metal, sobresalían.

Él sabía, recordaba, que esas espadas estaban ahí solo por decoración, porque la sala se veía vacía y simplemente le sobraban muchas espadas que no usaba para nada.

Pero ahora las miraba fijamente, recordando la sensación de tener una en sus manos, el peso, el balanceo...

Acabas de usar una espada hace una hora Samuel, y tienes a un sujeto desmayado que necesita reposar, no es momento de estar pensando en esto.

Dio media vuelta, ignorando las extrañas sensaciones que surgían en el fondo de su mente, y bajó, listo para dormir y descansar durante al menos unas horas de todo lo que había pasado.

Y se obligó a ignorar su deseo de soltar las frazadas, girar, coger una espada y simplemente luchar.

Y se obligó a ignorar su deseo de soltar las frazadas, girar, coger una espada y simplemente luchar

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