El timbre de salida resonó en el lugar. Comencé a guardar mi lapicera en la mochila y miré en mis espaldas para toparme con Eren, quien se encontraba sentado en su lugar terminando de guardar sus pertenencias de igual manera.
Mis demás amigos se acercaron con nosotros, nos saludamos y comenzamos a hablar un rato mientras Sasha comía una golosina, me sorprendía verla casi siempre con comida en la mano, ¿acaso tiene eso en la mochila en vez de libros?
—Por cierto… el chico que se sienta aquí nunca viene a clases, ¿no? —preguntó la castaña mirando hacia el asiento vacío, posteriormente le dió un bocado a su comida.
—Oh, es que Armin es muy friolento —contesté rascándome la nuca.
—Siempre falta en invierno —completó Eren sin apartar la mirada de su lado izquierdo, justo donde se localizaba la silla sin dueño.
—Pero si es primavera —respondió Connie algo confundido. Encogí los hombros.
—Vaya… que exagerado —agregó Jean cruzándose de brazos.
—Creo que va siendo hora de que regrese —mencionó Mikasa mirando tanto a Eren como a mí.
—Podríamos ir saliendo de clase —sugerí.
Eren abrió la boca para hablar, no obstante, una voz estoica y gruesa le interrumpió, de inmediato, todos nos paramos derechos y con los nervios de punta al reconocer la voz en un frenesí.
—¡Ustedes! —exclamó el profesor Shadis, haciéndonos temblar las piernas, Sasha casi se muere por no masticar bien su comida y tragarla de manera veloz— son los únicos que no están inscritos a un club, tienen hasta el final del día para unirse a uno o sino, yo les asignaré al que se me pegue la gana, ¡¿Entendido?!
Miré a mis compañeros, todos asentimos con miradas pálidas.
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Caminé hasta el lugar que Eren, Mikasa y yo habíamos establecido como punto de encuentro. Le extendí la bolsa con una sonrisa.
—Espero que a Armin le gusten los bollos de arroz —mencioné comenzando a caminar, ellos me siguieron— ¿consiguieron bebidas?
—Sí, la tienda estaba muy surtida —respondió Eren.
Llegamos hasta quedar en frente de la casa de Armin, el castaño tocó el timbre y fue en ese instante dónde recordé algo importante, llevé la palma de mi mano a la frente.
—¡Olvidé las galletas que preparé! —le di la bolsa con la comida a Eren— ¡ahora regreso!
La azabache y el castaño asintieron, salí corriendo en dirección a mi casa pero no fue necesario entrar al lugar, pues Cristóbal se encontraba en la puerta, me miró con una sonrisa mientras negaba con la cabeza.
—No sé de quién sacaste lo despistada —mencionó dándome el recipiente con las galletas de chocolate.
—Algún día te lo compensaré —respondí con una sonrisa, tomé las galletas y salí corriendo en dirección a casa de mi amigo— ¡Gracias, Cris!