XVI. De cómo mi amor lo creó todo

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Yo te amaba.

Pero no había nada más que caos. Yo estaba sola. Tú estabas lejos. Mas yo te amaba, y con eso lo tenía todo.

Y una vez, mientras vagaba, tuve un sueño:

Yo estaba en la singularidad de un agujero negro. Y una voz me habló, y me dijo que pidiera un deseo, cualquier deseo. Y me aseguró que se haría realidad.

En ese instante, se instaló en mí un vehemente anhelo, y alcé mi oración: deseé conocerte.

Entonces, desperté.

Vi cómo de la nada surgió todo. Presencié el inicio del tiempo y el espacio. Y mi amor me ató a la espera.

Se sucedió ante mis ojos la creación: polvo hacerse piedra, átomos en combustión, colisiones de planetas. Finalmente, un punto azul. Y amé tu hogar.

Estabas tan cerca...

Contemplé la sucesión de la historia. La evolución de tu raza. Las conquistas de los siglos. Y allí, en el momento más hermoso entre las eras, te vi: Nacer, llorar, caminar, correr, caer, ponerte en pie... Y te amé más que nunca...

Y mi amor me hizo carne humana.

Crecí y viví, siempre con el sentimiento de que algo me hacía falta.

—Yo te amaba, mas mi conciencia había sido sellada, el amor que existía desde siempre no cabía en esta alma de existencia efímera—.

Y, un día, mi amor me hizo conocerte.

Sentí tanto, tantas cosas, tantas dudas... Y entre más temí más te amé.

Pero había medio mundo entre los dos...

Y entonces de algún modo todo se vino sobre mí... Mi memoria como lluvia mojó este cuerpo. El amor que existía desde siempre era este mismo que me encerraba el pecho.

Y comprendí que estabas cerca... Muy cerca... Más cerca de lo que nunca estuviste... Tan cerca que era imposible que no venciera esta prueba...

Porque mi amor lo creó todo... Y de ese mismo modo deshará esta frontera.

Palabras del RincónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora