Había llegado la noche, como de costumbre me senté en aquel viejo escritorio, puse un poco de música para liberar mi alma y cada pensamiento que había sobresalido de mi fastidiosa mente. Quería escribir algo, pero no podía encontrar alguna aspiración para continuar; mi mente daba vueltas, quemaba mi cerebro para pensar que es lo que hoy escribiría.
Recordé aquella vieja noche cuando estuve a su lado, aquella noche que en pocos minutos pude ser feliz.
Su cuerpo desnudo era una obra de arte, era como si Vicent Van Gogh hubiera plasmado su más hermosa obra sobre aquella espalda.
Como si las notas de piano estuvieran sobre su cuerpo, como si al rosar su piel tocará una bella balada.
Tocar su delicado rostro era como tocar la mismísima seda, era como saborear un buen y delicado café, era como saborear un buen invierno en noche vieja.
A decir verdad su piel me volvía loca, era mucho mejor que consumir un buen ácido por la noche o que inhalar una buena raya de cocaína, sentir su olor era mejor que un buen perfume; sentir su respiración era mucho mejor que poner tus manos sobre la chimenea.
Me volvía loca al pensar que estaría su piel con la mía, sentir su aroma y percibir su mirada tan fijamente.
Era como si su cuerpo fuera mi droga y la noche mi pequeña dosis.
Estar a su lado era mucho mejor que fumarte un buen cigarrillo y un buen café caliente, estar a milímetros de distancia era mejor que echarte un buen porro de marihuana bien despachado, era como saborear el frío cada vez que contemplaba su hermoso cuerpo, era como pedir a gritos que me condenará esta maldita locura, ¡por que no podía contenerme! era como si tuviera un lazo amarrado a mi cuerpo implorando que no se aleje, era esta maldita locura de tocar su cuerpo y sentir una hermosa obra de arte.
Apreciar cada pequeña parte que lo formaba, contemplar ese bello cuerpo, volverme loca por estar de nuevo a su lado.
Esa bendita maña que con tan sólo tocarme hacer que mi corazón aceleré, hacerme sentir un universo, pintar con sus manos la más hermosa obra de arte sobre aquel delicado terciopelo.
Podía hacerme viajar al universo con tan sólo acariciar una parte de mi alma, transportarme a otro mundo mientras tiene esa mirada tan firme, tener aquellas manos enredadas sobre mi cuello, sentir su respiración a milímetros de mi rostro, sentir esos suaves labios que contemplan su ser, sentir ese escalofrío dentro de mi alma, sentir esa necesidad de que no pase la noche.
No sé si se había convertido en mi necesidad, no sé si era indispensable para mi vida como el oxígeno para vivir. No sé si era una locura o ya era mi obsesión.
Estar junto a él era como tocar cada pieza de aquel viejo y desgastado piano, era como acariciar las cuerdas de aquel viejo violín.
No sé si se había convertido en mi locura, sólo quería que la noche no pasará, porque bien dicen que el deseo se va consumiendo, que el deseo pasa como pasa cada milésima de segundo.
Sentir este gran calor dentro de mi cuerpo, esa pequeña necesidad de que no acabe la noche, ese deseo de hacerlo mío con caricias en su rostro, recorrer cada parte de su cuerpo con mis manos.
A decir verdad disfrutar de un buen café acompañado con un buen cigarrillo por la noche para liberar el frío era algo bueno, pero no había nada comparado con aquel calor humano que me transmitía.
Era como si Ludovico y Cecilia Cailly tocarán sus más y hermosas notas sobre aquel cuerpo de seda, como si Leonardo plasmará la mona lisa sobre su espalda, como si sus labios fueran a sabor café.
No sabía con exactitud cuantos minutos había pasado a su lado,pero si podía pervivir aquel buen aroma de su piel.
A veces sólo era el deseo consumiéndose en una bola de fuego, a veces sólo eran escalofríos a travesados por mi cuerpo.
Entrar a un nuevo mundo acompañado de unos cuantos cosmos era bueno, pero entrar a su alma y pervivir sus miedos era algo para volverse loca.
Escuchar un buen álbum de Ludovico era un orgasmo cerebral, pero escuchar aquella respiración a milímetros de mí era algo que me ponía a temblar.
A veces sólo necesitaba quitarme esta maldita estrés de encima, a veces sólo quería pasar un buen rato. Me era tan sorprendente como dos humanos unidos al amor podían despejar todo aquel sentimiento y disfrutar una buena noche fría.
Era como si dos auras se combinarán, podría ser la función perfecta, era como combinar el chocolate en un buen y exquisito café.
No pedía darle la vuelta al mundo, con tan sólo estar unos segundos a su lado era como viajar a la mismísima luna, ¿sabes? era como estar en el universo.
A veces con tan sólo escuchar su voz era como tener un buen orgasmo cerebral; era como saborear un buen vaso de café.
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"Una noche más"
PuisiHabía llegado la noche, como de costumbre me senté en aquel viejo escritorio, puse un poco de música para liberar mi alma y cada pensamiento que había sobresalido de mi fastidiosa mente. Quería escribir algo, pero no podía encontrar alguna aspiració...