—¿Qué tenemos?
—Desmayo por asfixia durante al menos quince minutos desde que llegó la ambulancia.
—¡Llamé en cuanto me di cuenta de que no respiraba!, ¡he tardado poco más de dos minutos! —intervino la madre acongojada siguiéndoles por el pasillo agarrada a la camilla.
—¿Dieciocho minutos de asfixia?, no lo parece, tiene buen color.
—Lo ha recuperado mientras le traíamos. Pero cuando llegamos a la casa no respiraba. De camino al hospital estábamos preparando la entubación y empezó a respirar por sí solo, pero estaba muy azul.
—¿Le habéis hecho la maniobra de Heilich?
—¡Qué va!, ¡no hemos comido todavía! —contestó la madre nerviosa.
—Señora, cálmese por favor, deje que el paramédico me ponga al día para poder tomar decisiones.
—No tenía ningún obstáculo en el conducto respiratorio. Ha empezado a respirar solo sin ningún tipo de intervención por nuestra parte. Tan sólo le hemos puesto el oxígeno.
—Entiendo. ¿Alguna observación más sobre lo que habéis visto?
—El chico estaba ido y sigue estándolo, no era consciente de su entorno ni hacía nada por intentar respirar. No hemos visto los espasmos ni el miedo que son propios a la asfixia pero estaba consciente. Tiene los ojos completamente abiertos, parpadea y sus pupilas reaccionan a la luz. Pero tiene la mirada perdida.
—Entiendo —murmuró el doctor mientras seguía junto a la camilla dirigiéndola por los pasillos del hospital seguido de los paramédicos, una enfermera y la madre del chico—. Señora, ¿cómo empezó la asfixia?, ¿se ha caído o ha recibido algún golpe en el pecho o la cabeza?
—¡Nada de eso! Estaba sentado en su escritorio viendo el móvil con su hermana y de repente dejó de respirar abstrayéndose de todo —contestó angustiada.
—¿Su hermana estaba con él?
—Así es. Se conocen bien y al verle la mirada se asustó. Aunque me ha asegurado que era otro tipo de mirada, no como si estuviera ausente.
—¿Qué tipo de mirada?
—No lo sé. Ya estaba llegando la ambulancia y ha sido todo muy rápido. Estaba centrada en que mi hijo respirara y no me ha concretado.
—De acuerdo. Espere aquí. Vamos a hacerle algunas pruebas. Quiero hablar con su hija.
—¡Voy! —dijo la madre marchándose con premura.
—Doctor, ahora que su madre no está, ¿qué cree que es? No he visto nada parecido antes.
—¿No tiene lesiones físicas de ningún tipo?
—Nada doctor. Le hemos mirado bien y en lo que al físico se refiere está como un roble. Además, su madre actúa con total naturalidad. No creo que sea maltrato de ningún tipo.
—¿Ha comido algo a lo largo de la mañana?
—Según acaba de decir su madre no. Iban a comer ahora, de hecho en su casa olía a comida recién hecha cuando hemos entrado.
—Puede que haya comido algo en su instituto.
—No lo creo doctor. Mire, parece deshidratado —dijo la enfermera mientras pinzaba un trozo de piel en la parte de atrás de una de las manos del chico de la camilla.
—Cierto. Ingresadlo y rehidratadlo. Tomadle varias muestras de sangre. Comprobad si tiene algo raro —en ese momento sonó el busca del doctor y al mirar el mensaje continuó—. Tengo una cirugía urgente. Hacedle también una radiografía del tórax.
—De acuerdo doctor. ¿Incluimos una prueba toxicológica? —preguntó mientras el doctor se alejaba por el pasillo.
—Sí, por favor. Gracias.
La enfermera, al ver al paramédico todavía junto a la camilla observando a los ojos del chico cuya mirada seguía perdida, le preguntó:
—¿Tú no tienes que irte a retomar tu trabajo?
—Acabo de terminar mi turno. De hecho, hace ya media hora que ha terminado —replicó mirando el reloj, pero continuó mirando al chico—. ¡Fíjate!
—¿En qué? —contesto extrañada.
—Mientras le atendía en la ambulancia su madre le llamaba por su nombre repetidamente. Mírale a los ojos.
—Vale...
—Mario, ¿me escuchas? —la enfermera, desorientada, no decía nada—. ¿No lo ves? Se le dilatan las pupilas mucho al decir su nombre y se le cierran inmediatamente después. Ni siquiera se adaptan a la luz del ambiente.
—Es una reacción normal dada su situación.
—¿Qué situación? No sabemos qué le pasa —replicó el paramédico dejando a la enfermera dudosa.
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©Dr. Daniel Arnaiz Boluda, 2021. Todos los derechos reservados.
ISBN: 979-8709798533
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COVI-Z
HorrorNueva parte todos los martes. Una epidemia de proporciones épicas se avecina. Todo comienza con un adolescente, Mario, a quien se le considera el paciente cero cuando se descubre la existencia del virus. El apocalipsis zombi parece inevitable. Pero...