—Bueno, Marián. No te preocupes, esto es puro formalismo y sólo queremos saber las causas que han traído a tu hermano al hospital.
—¿Las causas?, ¿causas de qué? ¿Cómo pueden hablar de causas si todavía no se conocen los efectos? No sabemos nada de lo que ocurre, ¡y no nos dejan ver a mi hijo! —interrumpió su madre que se encontraba junto a su hija frente a los agentes en la misma mesa, a lo que el agente hizo caso omiso frente a la mirada sorprendida del más joven.
—Tengo entendido que tu hermano sufre cierto tipo de acoso en el colegio. ¿Qué es lo que le hacen exactamente?
—Estoy en el instituto, no en el colegio —replicó, a lo que el agente asintió disculpándose con un gesto de las manos—. No es acoso, sino que se burlan de él cuando se distrae. Mi hermano se está volviendo un poco... raro. Muchas veces durante la clase o en su cuarto mientras vemos series o películas se queda embobado.
—¿A qué te refieres con embobado?
—Embobado... pues lo que significa la propia palabra —contestó molesta—. Se queda como atontado o adormilado entornando los ojos sin reaccionar cuando le llamo.
—Y, ¿en el colegio se meten con él por eso?
—¡Instituto! —repitió enfurruñada con tono más elevado—. Sí. A mí me da vergüenza porque mis amigos saben que somos hermanos y no hay día que no saquen el tema. Pero lo de ayer fue demasiado lejos.
—¿Qué ocurrió ayer?
—Volvió a embobarse en medio de la clase hasta tal punto que se le cayó la baba. Lo grabaron con el móvil y lo subieron a YouTube. Incluso la profesora se metió con él.
—¿Lo han subido a YouTube?, ¿puedo verlo?
Marián, dubitativa ante aquella pregunta miró a su madre quien, tras una pausa, asintió. Entonces sacó el móvil y buscó el vídeo. Al encontrarlo empezó a reproducirse sólo y enseguida se lo dio al agente. «¡Retrasado!», «¡subnormal!», «¡Madre mía!, pero ¿qué hace?», eran algunas de las frases que se podían distinguir entre el griterío organizado por los alumnos de la clase, viéndose en las imágenes ante un temblor evidente de la mano que sostenía el móvil cómo los adolescentes se levantaban de sus sillas y se acercaban a Mario para pasar la mano por delante de su cara, tirándole bolas de papel y canutos ante el beneplácito de la profesora, divertida por la situación. Poco más de dos minutos después Marián interrumpió:
—Señor, ¿puedo preguntarle una cosa? —dijo insegura, a lo que el agente asintió devolviéndola el móvil tras haber pausado el vídeo—. Si no estáis aquí por el vídeo, lo cual es evidente porque no sabíais de su existencia, ¿por qué habéis venido?
A lo que el agente respondió con otra pregunta inexpresivo:
—¿Qué te hace pensar que no lo conocíamos? En cualquier caso —continuó sin dejarla responder —, ayer cuando tu madre llamó a una ambulancia estabas tú con Mario en tu habitación. ¿Qué sucedió exactamente?
—No estábamos en mi habitación sino en la suya. Al llegar a casa se fue a su cuarto sin mediar palabra y cabreado por lo ocurrido.
—¿Por lo del vídeo?
—Sí, ese vídeo es de ayer por la mañana. Se encerró en su cuarto y quise animarle así que le llamé y me abrió. Estaba llorando y traté de distraerle con algunos vídeos graciosos... —se quedó callada recordando la situación.
—Entonces, ¿qué pasó?
—Fue extraño... —dijo inquietándose por momentos—. Nunca le había pasado tan seguido. Antes le ocurría una vez al mes, luego a la semana y cada vez cada menos tiempo aunque nunca dos veces el mismo día. Pero es que... —se interrumpió a sí misma, viéndose cómo la empezó a temblar el labio.
—¿Es que qué?
—No sé cómo expresarlo... No fue igual, fue diferente... —continuaba interrumpiendo su declaración con una respiración cada vez más agitada.
—¿En qué fue diferente?
—Me miró, por un segundo me miró tras quedarse embobado, pero no era él. Es decir, era él pero su expresión de la cara nunca la había visto antes. Me asustó, creí que me haría algo... —decía cada vez más nerviosa a punto de romper a llorar.
—Tranquila hija, no pasa nada —decía su madre que empezó a abrazarla para consolarla.
—¿Cómo fue su mirada?
—¿Podemos dejarlo ya? —preguntó inquisidora su madre mientras se levantaba de la silla procurando que su hija hiciera lo mismo.
Se estaban alejando de la mesa en la que permanecían los dos agentes mirándolas cuando la hija se paró en medio de la sala, se dio la vuelta y mirando al agente continuó:
—Fue una mirada como si me fuera a pegar en cualquier momento, pero cuando grité se quedó embobado mirando el móvil otra vez. Luego enseguida llegó mi madre.
Mientras recorrían la sala hasta la puerta donde las perdieron de vista, el mayor de los agentes clavó su mirada en la misma mientras el joven esperaba una reacción. Como no llegaba preguntó:
—¿Qué piensas?
●▬▬▬▬๑۩۩๑▬▬▬▬▬●
Próxima parte el martes 23 de febrero.
Deja tu voto para ayudarme a continuar en Wattpad. Comenta y comparte.
Tienes el enlace de mi blog en mi perfil.
©Dr. Daniel Arnaiz Boluda, 2021. Todos los derechos reservados.
ISBN: 979-8709798533
ESTÁS LEYENDO
COVI-Z
HorreurNueva parte todos los martes. Una epidemia de proporciones épicas se avecina. Todo comienza con un adolescente, Mario, a quien se le considera el paciente cero cuando se descubre la existencia del virus. El apocalipsis zombi parece inevitable. Pero...