12.

1.9K 244 202
                                    

Las flores se deslizaron sobre la fría lápida de piedra como si la acariciaran.

Todos los asistentes al funeral se dirigían ya hacia el aparcamiento del cementerio y sólo la figura de Horacio permanecía de pie junto a la tumba. Había esperado pacientemente a que todos se despidieran y sólo cuando no quedaba nada que decir, se acercó a dar su adiós. Aunque éste no estaba formado por palabras sino por un profundo y pesado silencio.

Le habría gustado decir muchas cosas, pero solo pudo quedarse allí de pie, con la mirada perdida en las palabras recién grabadas en la losa de granito.

Cuando los primeros copos de nieve comenzaban a caer y el frío se había adueñado ya de sus extremidades, Horacio, tras ofrecer una última vez el saludo militar a la tumba en la que yacían los cuerpos de Banks y Athenea, volvió hacia el aparcamiento en el que quedaba ya poca gente, charlando en pequeños grupos.

El pesar que sentía en su pecho le hacía caminar despacio, fijando sus ojos en el suelo empapado y manchado con la nieve pisada por las decenas de personas que habían asistido al funeral. Tomó algo de aire y se obligó a levantar la vista, su mente convencida de dos cosas. La primera era que atraparía a los asesinos de Athenea. La segunda, que debía cerrar su corazón.

Antes de llegar al coche, vio a una figura vestida de negro que se acercaba a él desde el otro extremo de la explanada. Cambió un poco de dirección para asegurarse de que le seguía a él, y la persona hizo lo mismo, siguiendo sus mismos pasos. Al final decidió detenerse y se dio la vuelta, observando a aquella chica de pelo oscuro que, ahora que se veía descubierta, había bajado un poco la velocidad.

- ¿Quién es esta...? - Murmuró para sí mismo. No le daba buena espina.

Se cruzó de brazos y esperó a que la chica llegara, sin despegar la mirada de ella.

- ¿Hola? - Horacio se quedó en silencio al escuchar la voz de la mujer. Sabía que la había escuchado en algún sitio, pero era incapaz de recordarlo. - ¿Axel?.

En ese momento recordó a quién pertenecía aquella voz. Era lógico que no la hubiera reconocido ya que sólo la había escuchado una vez y a través del teléfono. Arizona Warren.

- Creo que te equivocas.

- Te encontré. ¿Podemos hablar?

Horacio apretó con fuerza los puños, apartando un momento la mirada. ¿Tenía que hacer eso ahora? Acababa de enterrar a su mejor amiga, ese no era el momento ni el lugar.

- Creo que te equivocas de persona. - El tono que utilizó ahora era algo más amenazador.

- Soy Arizona. Sólo quiero hablar sin que me apuñalen. Puedo contarte cómo sé quién sos. Puedo contarte-

- O te largas ahora mismo de aquí o te pego un tiro delante de todo el mundo.

- ¿En serio alguien del FBI va a hacer eso?

Podía sentir cómo la rabia crecía como un ardor en la boca del estómago. La fachada arrogante de la mujer flaqueó un instante al ver el rostro de Horacio, que parecía más que dispuesto a cumplir con su amenaza.

- Del FBI mis cojones. Hay que tener poca vergüenza para venir a un entierro a tocar los huevos. Anda y que te jodan.

Se dio la vuelta para alejarse de ella antes de hacer algo de lo que se pudiera arrepentir. Pudo ver a pocos pasos a Volkov, cuyo coche estaba aparcado cerca de ellos y parecía haber escuchado al menos parte de la conversación. La voz de Arizona le hizo detener sus pasos, aún con su mirada sobre los ojos claros del comisario.

- ¿Vos conocías a Banks? No lo conocías de nada. Yo sí. Rata.

Pudo ver las palabras de Volkov en su mirada sin necesidad de que las pronunciara. No lo haga. Déjelo estar. No se había dado cuenta de que su mano ya estaba dentro de la chaqueta, buscando la pistola, pero Volkov sí lo había visto. Detuvo ese gesto y siguió caminando sin dirigirle siquiera una mirada a Arizona. Tampoco volvió a mirar a Volkov. Se subió en el coche y se marchó de aquel aparcamiento, saliendo en cuanto pudo a la autopista para poder pisar el acelerador.

Winter sun | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora