- ¿Horacio?
Cerró los ojos involuntariamente al escuchar esa voz a su espalda. No era como si no quisiera encontrarse con Volkov, todo lo contrario, por mucho que hubiera intentado engañarse a sí mismo, tenía que reconocer que tenía demasiadas ganas de verle. Pero no podía negar que le costaba mucho esfuerzo actuar normal delante de él.
No habían vuelto a hablar desde aquella primera nevada. Aunque Horacio le había visto dos veces en la distancia, ambas veces iba de incógnito y había podido darse la vuelta y alejarse lo antes posible, pero en ese momento estaba en la comisaría, con la cara descubierta, y no podía escapar.
Reuniendo todas las fuerzas que pudo, se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa, poniendo su mayor esfuerzo en sonar alegre y despreocupado.
- ¡Volkov! ¿Cómo está?
Las palabras salieron de su boca a un volumen mucho más alto de lo que esperaba, y estaba seguro de que el tono que había utilizado era demasiado forzado. ¿Por qué no podía comunicarse con Volkov como con cualquier otra persona? Se habría golpeado a sí mismo si no fuera porque tenía que seguir la conversación.
- Aquí, un día más en la oficina. - La respuesta del comisario fue cordial y educada como siempre. - ¿Cómo está usted? ¿Necesita algo?
- No, estoy esperando a Athenea...
Volkov asintió levemente con la cabeza mientras se cruzaba de brazos.
- Hace un momento que anunció su 10-10, seguramente no tardará en salir.
- Sí.
El silencio que se formó después de esa corta interacción era demasiado incómodo, y Horacio desvió la mirada hacia el suelo, incapaz de fijar sus ojos en el hombre que le aceleraba el pulso de esa forma. Sus deportivas blancas estaban sucias y gastadas y se obligó a mirar hacia otro sitio, rezando porque el comisario no viera el estado en el que estaba su calzado. No quería parecer desaliñado frente a él.
La esperanza de que Volkov se despidiera y siguiera con su trabajo se desvanecía poco a poco al tiempo que el silencio se hacía más largo, mientras que el comisario, impasible, no parecía tener intención de moverse. El cerebro de Horacio trabajaba a toda velocidad, intentando encontrar un tema de conversación, pero sus neuronas no parecían estar de su parte. Seguía viendo por el rabillo del ojo la silueta del comisario estática a pocos pasos de él.
Cuando al fin pudo pronunciar algo, sus dos voces sonaron a la vez.
- ¿Cómo lleva la investigación?
- Ha estado nevando mucho.Los dos se callaron al mismo tiempo. Horacio se sintió tan estúpido que no supo qué decir, así que volvió a apartar la mirada al sentir el calor acumularse en sus mejillas, por lo que no pudo ver cómo las comisuras de los labios de Volkov insinuaban una sonrisa antes de responder.
- Sí, ha nevado bastante. Aunque he visto nevadas mayores en Rusia.
- Claro... - Horacio apretó los labios. ¿Cómo se le ocurría hablarle a Volkov precisamente de la nieve? Tomó aire de nuevo y volvió a alzar la vista. Su rostro seguía tan imperturbable como siempre. - La investigación va bien. Mis amig... los chicos con los que trabajo están empezando a contactar con gente más importante, pronto sabremos quién mueve los hilos por aquí.
Hablar de trabajo era mucho más sencillo, se maldijo por no haber pensado antes en hablar sobre un tema tan obvio. Volkov asintió de nuevo con la cabeza.
- ¿Alguna novedad sobre el tema de Yaqiv?
- No... Nada. - Horacio suspiró. En realidad Dante y Adam estaban en ese mismo momento hablando con Arizona, y esperaba que consiguieran algo de información, pero no quería decirle nada aún a Volkov por miedo a que fuera un fracaso.
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Winter sun | Volkacio
أدب الهواةHoracio sentía que había encontrado estabilidad en su nueva vida como agente del FBI. No se esperaba que dos palabras con acento ruso vinieran a desenterrar los recuerdos del pasado.