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Interrogar a Arizona había sido más fructífero de lo que Horacio había anticipado. Había logrado convencerla, o eso creía, de que él no era ese tal Axel del FBI, y además había recibido mucha información sobre la banda conocida como "el Cartel". Le había sugerido que eran los responsables de las muertes de los tres policías, y aunque todavía no tenía pruebas, ahora sabía que era a ellos a quienes se tenía que acercar.

Dante, que se había quedado vigilando fuera del oscuro cobertizo en el que se habían reunido, sólo había escuchado parte de la conversación que había tenido con Arizona, pero ahora conducía en silencio mientras Horacio miraba por la ventanilla del asiento del copiloto. Era una situación extraña, Dante siempre estaba hablando y riendo, por lo que ese silencio se sentía cargado de cierta tensión, pero Horacio lo ignoraba premeditadamente.

Hasta que la voz de Dante le obligó a dejar de ignorarlo.

- ¿Entonces no te llamas Axel?

- ¿Qué? - Se habían detenido a un lado de la carretera y Dante le miraba fijamente.

- Hace tiempo que me dijiste que te llamas Axel, pero Arizona dijo que Axel es un agente del FBI y que por eso mandó a Ferro a dispararnos. Porque creía que eras tú.

Horacio intentó mantener su expresión lo más neutra posible.

- Vamos a ver, Pelos. ¿De verdad te crees que yo soy un federal?

Dante dudó por un momento. Siempre había sentido aprecio y admiración por el Mago, y sabía que sin él todavía estaría malviviendo por las calles a base de vender pequeñas cantidades de cocaína en la playa. Fue el Mago quien había visto su potencial y le había animado a pensar a lo grande, a acercarse al mundo de las mafias.

- No, pero...

- La Arizona esa está loca. Con suerte no la volveremos a ver.

- ¿Entonces cuál es tu nombre?

A Horacio le habría gustado decírselo, pero sabía que, por mucho cariño que le hubiera tomado, no podía confiar en nadie. Suspiró y negó con la cabeza.

- Mi nombre no importa.

- Pero...

- Algún día te lo diré.

Se quedaron de nuevo en silencio y Dante volvió a arrancar el coche para acercarse al centro de la ciudad. Se moría de ganas de insistir sobre el tema, pero sabía que no iba a recibir respuesta.

Una vez más, fue Dante quien rompió el silencio.

- Es una pena que no seas federal, ¿sabes?

- ¿Por qué...? - Horacio le miró sorprendido.

- Podrías conseguirnos armas mejores sin ningún problema.

El tono bromista y la sonrisa de Dante habían vuelto con esa frase, y Horacio no pudo más que reírse, aprovechando esa conversación para comenzar a planear su próximo movimiento para conseguir ese trato de armas con Ferro y su banda.

Unas horas más tarde se había despedido de Dante, se había cambiado de ropa, y había sacado la moto del garaje para dirigirse hacia la sede del FBI con intención de finalizar por fin la jornada.

De pronto, otra moto pasó a toda velocidad a su lado, obligándole prácticamente a subirse a la acera con la suya. No le dio tiempo a asimilar la velocidad a la que conducía aquel vehículo ya que pocos segundos después dos coches policiales anunciaban su presencia con su habitual despliegue de luces y sirenas y siguieron la misma ruta que había tomado aquella moto.

Winter sun | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora