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Lo tomó por sorpresa, besándo y mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja, tomó suavemente su cadera atrayéndolo más a a él, lo necesitaba más cerca lo máximo que le fuese posible. Escucho un suspiró fuerte por parte del menor agarro con más fuerza su cintura buscando más tacto, y sus besos se desviaban poco a poco a su cuello, sentía su calor y ese aroma que tanto le encantaba. Posó su cuerpo más arriba empujándolo contra el sofá, posicionando sus piernas a los costados mordió su cuello un poco fuerte recibiendo un quejido de respuesta, pero cuando se sentó sobre el y su trasero aplastó su miembro con fuerza, el menor lo empujó aún más fuerte aventando lo contra el otro extremo del mueble.

- Me largo. Dicho esto, tomó su suéter negro y salió de esa casa no sin antes jalar la puerta con fuerza para que está chocará y se cerrará de portazo.

El mayor no tuvo tiempo ni de pedir disculpas por su comportamiento, se había exedido, había prometido que no sucedería nada, y acabo metiendo la pata hasta el fondo.

...

Horas más tarde al llegar a casa,  pensando en olvidar lo ocurrido, camino hacia la cosina solo con sus boxer y sus medias puestas dispuesto a comer algo. Tomó un jugo del refrigerador y busco en la lacena, miró hacia arriba al compartimento donde guardaba sus golosinas y vio entre todas ellas un paquetito de galletas azul que como un estallido o quizá en forma avalancha, hizo que sus recuerdos lo invadieron regresandolo al pasado.



Un pequeño niño dormía levemente en un colchón tirado en el suelo. Con una cobija de osos pandas algo agujereada y manchada de lo sucia y vieja que ya estaba. Su madre entró sin aviso, de forma ruidosa y a tropiezos de lo ebria y ocupada que estaba besandose con un hombre medianamente gordo pasando por delante del inocente que si acaso había comido una galleta esa noche.

Les despertó el sonido de quejidos y golpeteos de la madera rústica de la cama contra la pared.

Ignoro el sonido y trato de dormir un poco más. Pasadas unas cuantas horas se dispuso encontrar algo que aliviase su hambriento estómago. Busco en la cocina, en la lacena de encima del mesón y dentro del horno. Triste por no haber encontrado nada se dirigió a acostar nuevamente, pero en el camino asomo su carita en la habitación de su madre que con descaro solía dejar abierta, viéndola echada desnuda y cubierta solo de la cadera hacia abajo con una sábana no tan blanca, a su lado y de la misma manera estaba acostado el sujeto de esa noche con los brazos extendidos y en una de sus manos la cual tirada llegaba casi a tocar el suelo, el niño ignoro todo lo demás como si llegase a ser normal para el, lo que atrajo su atención no fue nada más ni nada menos que un paquete de galletas oreo en aquella mano, decidido a tomarlo y sin hacer ruido se acercó lentamente y de puntillas a tomar el paquete a medio comer.

Los ronquidos del señor opacaron el poco ruido de sus pequeños pies desplazándose por la habitación, estiró su brazo a punto de tocar aquel sobre azul metalizado cuando el señor abrió los ojos de tope y cerro con fuerza leve su mano.

El niño no supo más que pedirle disculpas pero antes de que pudiera decir una sola palabra el señor lo jalo velozmente y le tapo la boca con una mano mientras la otra se dirigía a su propio rostro para con su dedo índice señalarle que no hiciera ruido.

Asustado, con hambre y algo de frío empezó a pensar en un sinfín de cosas que meses antes, semanas e incluso unos pocos días, ya habían sucedido, no obstante, supo de inmediato que no podría hacer nada, quizá así podría comer un poco más. Quizá así viviría un día más.

Asintiendo con la cabeza nuestro pequeño niño se quito la horrible mano que cubría su boca. Ansioso el sujeto lo tomo de la cadera acercándolo más a él y nuevamente puso su dedo en sus propios labios para luego susurrar.

Shhhh...

Como Canta Un Corazon Roto? (BL + 18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora