El Extraño

343 31 3
                                    

-... de no espantar a las gallinas esta vez. – La señora termino de recordarle al chico lo que tenía y no tenía que hacer. – Si haces bien tu trabajo, obtendrás una cesta de pan. – Prometió la señora, cerrando la puerta detrás de sí.

El chico de pelo rubio y ojos azules suspiro con cansancio, otra vez siendo ignorado. Al menos le habían dado otra oportunidad, era lo único bueno. No quería ser espantado a escobazos otra vez, solo quería algo de comer o tal vez una prenda nueva, ¿era tan difícil de entender?

Quizás, ahora que lo pensaba, no había sido una buena idea escaparse del orfanato. Desecho esta duda tan pronto llego, recordando con desdén todos los problemas que allí tenia. Se Vivian metiendo con él, había demasiada gente y pocos empleados, y los cuidadores no eran amables. No, no iba a volver y no se arrepentía de escaparse. Al menos en la calle tenía la libertad de ir a donde quisiera y no había otros chicos haciéndole la vida miserable solo porque era un poco diferente.

- Realmente no sé qué hago mal... - Murmuro para sí, viendo a las gallinas alborotadas y ni siquiera había abierto la jaula para darles de comer o recoger sus huevos. - ¿Doy tanto miedo chicas? – No las molestaba, se aseguraba de no estar demasiado cerca y no hacer ruido. - ¡Ack!

Maldijo en voz alta su suerte y cerró la puerta rápidamente, evitando que las otras gallinas se escaparan. ¡No tenía idea de que podían correr tan rápido!

- ¡Hey! – Eran tres, ¿cómo demonios iba a agarrarlas? - ¡No se separen! – Maldijo otra vez su suerte, tratando de agarrar la más cercana y fallando.

Fue pateado por un caballo disgustado al tener una gallina aterrizando en su agua. Fue una patada leve al menos, pero lo sentiría en la mañana. Si la gallina no hubiera caído en el agua, no la hubiera agarrado. Disculpándose con el caballo que estaba indignado, o eso creía, salió apurado a meter a la gallina en su gallinero.

Fue un dolor en alma, no solo por encerrar a la gallina con las otras sin que se escapara alguna, sino porque la gallina no quería volver y picoteaba con ganas. Sus manos tenían sangre y no quería ver el daño, aún tenía dos gallinas que encontrar y traer antes de que la señora se diera cuenta. Peor que obtener solo un pan era quedar debiendo o que no volvieran a darle ninguna oportunidad.

No las encontraba, no las encontraba en ningún lado y por más que preguntaba nadie parecía haber visto nada. Estaba a punto de arrancarse los pelos de la angustia cuando sintió una mano grande en su hombro.

- Hey, ¿qué pasa niño? – Pestañeo como un estúpido, varias veces, subiendo la vista para dar con un hombre de ojos y cabello de color chocolate, sonriéndole. Y si, era con él.

No recordaba a nadie que lo hubiera visto o tratado con esa amabilidad. El hombre debía de saber que era un chico de la calle, estaba asqueroso, así que...

- ¡Vuelve aquí! - ¡Allá estaba!, ¿cómo diantres llego al techo de esa casa?

La gallina, como no, salió corriendo tan pronto lo vio. Olvidando todo, salió detrás de ella hasta que sus pies no pudieron más. La gallina, en la cima de una cerca, solo le dio un vistazo antes de saltar y volverse a perder. Suspiro profundamente, estaba frito. La señora no iba a quererlo ver nunca más, iba a-¡Santo Dios!

- ¿Estas bien? – El hombre desconocido de antes le pregunto, curioso y preocupado, justo antes de que le cayera algo en la cabeza.

Ahora tendría tres chichones por días, y todas adquiridas en segundos. Al menos no le había caído la pala o la cosa que usaban para el heno...

- ¿De dónde salió? – Más que eso: - Sabe que tiene una gallina en la cabeza, ¿verdad? – La gallina que llevaba persiguiendo por bastante rato...

Sky's MayhemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora