Capítulo 1

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( Años después).

Narra Leah.

Miré las rejas del colegio. Se habían vuelto de un color rojo oxidado por la falta de mantenimiento, los años y las lluvias.

ーVaya... Me va tocar pintarlo...ー Dije mientras escalaba a duras penas.ー ¡Vamos!ー Solté un ligero grito de fuerza mientras subía y seguidamente salté al otro lado.

Parecía estúpido saltar casi todas las noches aquel colegio. Era más fácil romper la puerta con algún coche, pero más difícil era saber que si lo hacía estaría rompiendo recuerdos que aún me mantenía cuerda.

Dejé de pensar y seguí avanzando con intención de llegar a la azotea. El olor a cadáveres aún permanecía allí a pesar de haber pasado tiempo y haberse convertido en un cementerio de huesos.

ー Esto necesita una limpieza...ー Salí hasta la azotea y me senté en el extremo de esta dejando mis piernas colgadas en el aire. ーTal vez mañana debería coger pintura y pintar las rejas...ー Me tumbé en el suelo con las manos sobre mi pecho y acompañado de un suspiro dije. ーTal vez lo haga...

Me había callado, mi voz era el único ruido de la ciudad . Ahora tan solo miraba al cielo que sin la contaminación lumínica en exceso se veía como si fuera un planetario completamente estrellado. Para mi suerte aún no había acabado la luz, las farolas de las calles se encendían de forma automatizada, o así fue durante un tiempo. Con el paso de los años algunas se estropearon, dejaron de funcionar o simplemente su intensidad se deterioraba, quedando unas pocas en toda la ciudad. A decir verdad nunca supe muy bien cómo funcionaba eso, pero en las pelis la luz se acababa en algún momento, tampoco tenía especial interés en que eso pasara, pero sabía que tenía que estar preparada.

Cerré los ojos, trataba de visualizar algunos recuerdos, viajar hasta aquella mañana de primavera...

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ー ¿Qué le pasan a tus zapatillas Leah?...- Preguntó irónica Sally, mientras sus compañeras se reían con ella.

Agaché la cabeza para ver mi calzado viejo el cual había perdido completamente su color negro y se había hecho gris. Apreté los dientes para aguantar las ganas de llorar, y sin decir nada me marché.

Adiós Leah, me muero de ganas por ver qué zapatos llevarás mañana. Gritaba a distancia Sally mientras comenzaba a reír.

Había llegado hasta una parte del colegio a la que no solía ir nadie, se trataba de un vestuario exterior que se encontraba cerrado durante años por falta de uso. Un lugar tranquilo donde habían comenzado a crecer algunos arbustos y unas pocas margaritas blancas.

Me senté en el suelo apoyando mi espalda en la pared mientras comenzaba a desear. Solía querer ropa nueva cada año, no era necesario que fuera mucha cantidad, me conformaba con un poco, quería llegar a mi casa y no en un orfanato cuando acabara el colegio. Quería caer bien, tener muchas amigas con las que jugar, pero de alguna manera conseguía lo contrario.

¿Siempre se meten contigo? Preguntó una voz que sonó de la nada por encima de mi cabeza.

Desvié la mirada hacia arriba. Era un chico con pelo rubio y ojos café que había aparecido sin hacer el más mínimo ruido. Él me sonrió, y mi respuesta fue nula ante tal sonrisa.

Comenzó a reír mientras se agachaba para estar a mi altura. Esas niñas son un fastidio, no deberías dejarte pisotear de esa manera...

Apoyó su mano sobre mi hombro.

¿Qué sentía alguien al tocarme? Para mí cada persona siempre ha tenido un tacto especial, aunque sean pieles, y estemos hechos de la misma materia, sentía que eran únicas.

¿Sabes? Te he visto unas cuantas veces, no es que suela ir por esta parte del patio. No me dejan ya que soy mayor que tú, pero las veces que vengo siempre estás sola. Hizo una pausa para pensar unos segundos. Hay que buscar una solución... Veamos... Se pasó la mano sobre su cabello rubio algo alborotado, como si recién se hubiera levantado. No creo que todas sean como esas niñas, y quizás hay más personas que crean que tus zapatillas son modernas... A mí me gustan.

Observé su rostro, el sol lo iluminaba como si solo estuviera para él.

Yo te voy a vigilar para que no te hagan nada. Me guiñó un ojo.

¡Oye! ¡Tú no eres de este patio! La voz autoritaria de un profesor sonó en aquel momento, pero estaba demasiado lejos aún para alcanzarlo.

¡Ups! Se me ha acabado el tiempo... Nos vemos. Se levantó de un salto, y mientras se ponía la capucha de su sudadera salía corriendo.

¡Espera! Dije casi entre susurros, pero fue suficiente para que me dedicara dos segundos.- Me llamo Leah...

¿Leah? Se cruzó de brazos. ¡Qué nombre más bonito! Te pega un montón. Extendió el brazo con el puño cerrado como gesto de fuerza. Pero ya lo sabía Leah.

Se alejó, corriendo a toda prisa, mientras el sol parecía iluminarlo más a él que a nadie.

Ese día algo cambió en mí, él se convirtió en esa persona que todos tenemos y que admiramos, alguien a quien quieres Alcázar.

Lo solía llamar el chico sol.

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