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no hacía mucho el rumor por la escuela se había corrido como un virus

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no hacía mucho el rumor por la escuela se había corrido como un virus.

pronto todos cotilleaban de ello en los pasillos y durante el descanso en la cafetería. a donde quiera que volteara estaría alguien señalándolo. 

¿y cómo no? si él era huang renjun, el fantasma de la escuela.

por favor, que no les asuste la palabra "fantasma", es sólo una manera metafórica de decir que nadie le veía o le notaba, que su presencia era olímpicamente ignorada.

y quizá se pregunten, ¿por qué las personas le miraban tanto, si se supone que era el fantasma? pues eso, queridas personas, tiene una explicación lógica que será narrada a continuación. 

renjun llevaba todos los dias el cabello de la misma forma: negro, lacio y algo largo cayendo sobre su frente, cubriendo ésta y cosquilleando en sus párpados. sus ropas no eran extravagantes, no usaba jeans demasiado ajustados, y las camisetas no mostraban más de lo necesario. su ropa siempre era cómoda, pero no como para hacerlo parecer un vagabundo.

no era feo, y él lo sabía.

sus ojos eran pequeños y levemente rasgados, haciéndolos mas llamativos, y una nariz algo pequeña, su sonrisa mostraba una dentadura casi perfecta, su piel era suave y demasiado pálida.

tenía con qué defenderse, le gustaba mucho delinear ligeramente sus ojos, y sombrear ligeramente sus párpados con colores opacos y tenues.

sus ojos eran quizá su cosa favorita de su rostro y le gustaba resaltarlos de una manera u otra. sentía que acentuaba su mirada y ésta se volvía más potente y pequeña de lo que ya era naturalmente. sin embargo, el problema no radicaba en que él fuera feo, ya aclaramos que no lo es en absoluto, sino en que era pésimo para entablar una conversación con alguien. 

no importa quién fuera, ni la edad o género de la persona, renjun siempre se encontraría balbuceando incoherencias, tembloroso como gelatina, y adornado de sus mejillas por un hermoso carmín. 

renjun llevaba el carmín sobre su rostro muy a menudo, se había vuelto parte de su rutina.

era sólo cuestión de recibir las miradas de las personas o tener que hablar demasiado tiempo con alguna de ellas y ¡puf! el carmín subía a sus mejillas para asentarse ahí por un rato. 

ya no era raro para él verse en algún reflejo y notar el carmín en su rostro, pero ¡oh, benditos dioses! nadie le había preparado para su tortura y al mismo tiempo delirio. 

quizá en ese momento no había pensado correctamente, aún hoy día se pregunta qué pasaba por su mente para decidir que leer bajo un árbol a un lado de la cancha de fútbol que no contaba con alambrado de seguridad para prevenir que el balón saliera, era buena idea. 

llevaba unos anteojos de mica redonda que normalmente utilizaba esos días que tenía ganas de leer. se le resbalaban por el puente de la nariz y con su índice y pulgar volvía a colocarlos en su lugar, continuando con su interesante lectura.

Carmín ღ JaemRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora