Prólogo

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Cuenta la leyenda que alrededor del año 900 antes del Nuevo Mundo, Eudín, un humilde campesino que vivía en algún lugar del occidente ofradiano, angustiado por las injusticias y calamidades de la vida, airado reclamó a su Dios por permitir tanta maldad. Un día su Dios le contestó y le dijo que lo había elegido para cambiar el mundo, pero si de verdad deseaba aquello, tendría que llevar una vida de castidad absteniéndose de la lujuria y la avaricia.

Siendo que conseguir la paz y el bien eran sus mayores sueños, sin pensarlo aceptó. Entonces aquel Dios le concedió dones sobrenaturales que solo una persona justa y pura de corazón debía y merecía llevar.

Así fue como Eudin se volvió más sabio que cualquier otro, más fuerte y más hábil que ninguno. Tenía el poder de curar cualquier herida; cualquier enfermedad. No había nada que no pudiera lograr, mas estos dones traían consigo un alto precio que él siempre estuvo dispuesto a soportar: mientras más usara su poder su cuerpo se consumiría. Pobres, ricos, plebeyos, nobles y reyes se llegaban con presentes a él desde los confines más remoto del mundo para buscar sabiduría, justicia y salud.

Al correr los años Eudín se dio cuenta que tenía el poder de cambiar el mundo a su antojo pues habían hecho de él un Dios que todos adoraban, y, así, poco a poco su corazón humilde fue desfalleciendo, y creció en su lugar el orgullo y la avaricia.

Un día conoció a Elaida, una hermosa joven oriental de quien se enamoró y tomó por esposa. Aquella mujer quedó en cinta, pero algo sucedió, y cuando llegó el momento de dar a luz, el parto se complicó, ella falleció y el niño no vio la luz. Eudín, impotente y destrozado en su espíritu, preguntó airado a su Dios que por que después de todo lo que había hecho le había pagado con tal calamidad; pero no recibió respuesta. Su vacío corazón se llenó de odio, y para llenar su espíritu probó una y otra vez todo tipo de placer, oprimiendo a todo aquel que no obedeciera a su voluntad. Más su poder crecía pero también lo consumía. Había llenado al mundo de tristeza, hambre, miedo y dolor.

Semanas antes que llegara el cambio de estación, justo antes de ahorcar a un humilde campesino que se rehusó a inclinarse ante él, contempló cómo éste airado reclamó a su Dios el permitir tanta maldad. Después de ahorcar al desdichado campesino el vacío de su corazón se volvió más profundo, pues aquel pobre hombre le recordó su antiguo ser, y se arrepintió con gran amargura. Entonces aquel Dios se apareció y le dijo: "Todo hombre ha escogido su camino, y pudiendo hacer el bien ha escogido la maldad. La injusticia, el mal y todo de lo que de él nace es el castigo que la misma humanidad ha sembrado para sí... Si purificas tu corazón y crees volver a luchar por el bien, todo tu mal te será perdonado y te dejaré vivir, más si mal te pareciere, podrás desligarte del poder que consume tu carne mortal y dar descanso a tu vida. Para ello te despojarás de todo lo que posees y vivirás en la soledad, más al pasar un año descansarás en paz".

Silencioso y cansado, aceptó desprenderse de sus dones y esparció sus poderes por el mundo. Eudín regresó a su humilde vida, y al pasar el año en algún lugar del occidente de Ofradía dio su último suspiro para reunirse con su amor y su hijo.

Ofradía y la Niebla MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora