Las dos caras.

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Los rayos del sol pegaban fuertemente en mí piel la cual hacia rebotar la luz como si fuera un metal. Mis profundas pisadas dejaban un rastro de baches en el suelo y arruinaban el césped verde que adornaba el paisaje que tenía delante.

A mí lado estaba Mikasa, quién sostenía fuertemente su bufanda roja y la mantenía amarrada a su cuerpo. Estaba usando los cables de su DMT como seguro por si llegaba a caerse de mí hombro.

Habíamos partido en la mañana hacia más allá de los horizontes de la muralla para llegar hasta el mar. Cruzarlo era una tarea imposible, no por el método sino por lo que puede haber del otro lado, teníamos a toda la nueva nación en nuestra contra y necesitábamos acceder al Titán fundador si es que queremos lograr algo. Lo único que se me ocurre es escabullirnos en algún transporte y hacernos pasar por habitantes de aquella tierra, aunque será difícil conseguir algún uniforme con el que engañarlos.

— Eren ¿Estas seguro de esto?

Al escuchar a Mikasa hablar detuve mis pasos y abrí un hueco en mí nuca para poder dirigirle la palabra.

— ¿A  qué te refieres?
— Dijiste que teníamos que hacernos fuertes antes de ir hacia el enemigo ¿No deberíamos buscar a los demás titanes cambiantes y robar sus poderes?
— Bueno... Es verdad que dije eso, pero no tengo ni la menor idea de dónde pueden estar. Sin embargo, en mis memorias veo que dos de esos titanes se encuentran no muy lejos de aquí, así que lo mejor será cruzar el mar para encontrarlos.

Mikasa se sentó nuevamente y ocultó su rostro en su bufanda.

— De acuerdo... Confío en ti.
— ... No los defraudaré.

Dicho eso volví a cerrar mí nuca y puse en marcha nuevamente a mí cuerpo Titán. No estaba seguro de cuánto debía caminar, nisiquiera si podría llegar de ese modo, pero debía seguir avanzando y dejar atrás las murallas. Ellos estarán a salvo mientras yo no esté, debo hacerme más fuerte para poder sacarlos a todos de allí.

Aunque había amanecido hace poco sentía que había estado caminando por días enteros, mis pisadas eran cada vez más profundas y mí cuerpo se tambaleaba cada vez más. Maldición... Aunque haya pasado tanto tiempo con este cuerpo al final sigue teniendo su límite.

— Suficiente, Eren. Descansemos aquí.

No podía negarme, nuevamente abrí mí nunca para poder salir finalmente del gigantesco cuerpo. Mikasa usó su dispositivo para llegar hasta mí y ayudarme a cortar los tejidos de carne. Luego me cargó hasta que tocamos finalmente el suelo.

— Necesito un dispositivo de maniobras... No tuve tiempo de recuperar el mío.
— Si quieres puedo dártelo.
— Por supuesto que no, es tu única arma.
— Bueno... Si, pero no es como si pudiera usarlo infinitamente.

Claro, los tanques de gas eran limitados y necesitaban cambiarse. Rayos... La arrastré hasta aquí y ni siquiera pensé en detalles como estos.

— B-Busquemos algún lugar en el cual podamos reabastecerlos.
— ... ¿Habrá alguno?
— Hay gente que vive fuera de las murallas, son pocos los que sobreviven pero seguramente alguno tendrá tanques de gas.

Tomando mí mano Mikasa bajó la mirada y se puso a mí lado, como queriendo que la guíe hasta nuestro destino. En realidad no estaba seguro si encontraríamos un pueblo o alguna cabaña, pero no perdemos nada con intentar. Honestamente estaba cansado, muy cansado, pero tengo que seguir por el bien de todos, sobre todo de Mikasa y Armin.

Caminamos durante unas dos horas aproximadamente, aunque ella no se notaba agotada yo parecía que me iba a desmayar en cualquier momento.

— Eren, descansemos.
— No... A-Aún puedo seguir.
— ¡Eren, descansemos!
— ¡F-Falta poco!
— ¡Eren!

Conviértete en humano. (Eremika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora