Karol Sevilla
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¡Por fin! Pronto será la graduación de mi escuela, ahora me encuentro en el convivio de despedida, llevó un vestido azul marino floreado, mi cabello suelto pero en la parte superior una trenza, platicó con mis amigas mientras nos tomamos fotos para el recuerdo y contamos algunas anécdotas. La verdad extrañaré estar así, tengo un poco de miedo el saber que pronto estaré en secundaria y que algunos de mis compañeros ya no estarán.— Las extrañaré muchísimo niñas — comenta una de mis mejores amigas, Aleida — tenemos que seguir hablando como siempre aún así yo me vaya — nos sonríe levemente mientras su mano entra en la mochila que trae consigo — les escribí una carta a cada una pero prohibido abrirla antes de la fecha que está escrita — nos señala con su dedo mientras le entrega a cada una la suya.
— Te extrañaremos mucho Aleida — Alissa comienza un abrazo a lo que todas nos unimos — sabes que — Alissa es interrumpida por la maestra que comienza a darnos unas indicaciones.
— Niños, la coordinadora nos dio el permiso de bajar al patio para jugar un rato y seguir conviviendo, tomen sus cosas y vayan saliéndose por favor — la maestra nos habló a todo el grupo.
— ¿Vamos? Tenemos que agarrar la esquina de las gradas — Alissa habló parándose de su asiento.
— Vamos — Aleida se paró junto Anahi.
— Yo en un momento las alcanzó— les mencioné y comencé a rebuscar en mi mochila alguna liga para el cabello.
— Bueno nosotras vamos a ir bajando — habló Alissa y salieron del salón caminando.
— Por aquí tiene que estar — susurré buscando en mi mochila — aquí — un lápiz cayendo en mi rostro interrumpió mi búsqueda. Voltee a ver donde el lápiz había caído y lo tomé con mi mano para luego mirar hacia arriba.
Y ahí estaba él, con esa sonrisa burlona causada por la puntería que tenía y mirándome fijamente.
—¡Vas a ver Ruggero! — y esa fue la señal para que él saliera corriendo del salón conmigo detrás y el lápiz en la mano. Con mi pésima puntería nunca le lograba dar lo que causaba que se burlara más de mi. Bajando las escaleras le intenté dar con el lápiz lo que hizo que yo me atrasará para volver por el, y Ruggero tuviera el suficiente tiempo de meterse en los baños y yo solo alcanzará a pegarle levemente con el lápiz, para luego esté quedar en el baño junto a él.
— Creo que aquí me quiero quedar — habló Ruggero burlándose por tener el lápiz con él y que yo no pudiera entrar al baño de los niños ya que me podrían regañar.
— Ya, salté de ahí no te voy a hacer nada — mentí haciéndome inocente.
— No, no, no — dijo burlonamente para luego adentrarse más a los baños y así no lo pudiera ver. Como yo no me iba a quedar de brazos cruzados comencé a buscar con que pegarle hasta que encontré una botella tirada, muy buena opción. Lo que por mi distracción él pudo salir pero lo hizo sin el lápiz.
— Ven Ruggerito , prometo no hacerte nada — me acerqué lentamente a él , lo que hizo que él se pusiera en medio de la reja y yo del otro lado.
— Ni creas — me habló riéndose.
— Si así le quieres hacer — comencé a correr detrás de él hasta el patio y milagrosamente darle con la botella en la espalda lo que hizo que él la tomara y comenzará a perseguirme mientras reía. Cuando estuvo cerca de mi y a nada de pegarme fue interrumpido por un arrebato de la botella.
— No esté jugando así — hablo doña Samy la intendente de la escuela mientras cerraba la botella.
— Ella empezó — me señaló haciéndose la víctima.
— Claro que no doña Samy, fue él quien empezó — lo miré con el ceño fruncido.— Si, si lo vi — habló doña Samy sabiendo quién fue el culpable y se fue, lo que hizo que yo me comenzara a burlar de él.
— Ella empezó — lo imité riéndome, lo que hizo que él comenzará a reír junto a mi.