2 No le temo a los retos 💖🔥

1.1K 139 16
                                    

Olvidar a Andrés Ellis después de haberle dedicado odas y poemas desde mis ocho años fue lo más difícil que me tocó atravesar después de la muerte de mi madre.

Escuchar su risa, su amor hacia ese hombre, ese lazo que se fortalecía, mientras sentía que yo cada día estaba quedando rezagada a la penumbra...

Desconocía el motivo por el cual Andy, un día cualquiera, regresó a Tolhuin. Nos habíamos graduado hacía poco tiempo. Yo tenía un pequeño estudio contable, el cual llevaba adelante con demasiado esfuerzo debido a que los clientes eran escasos y los alquileres de las oficinas eran altos.

Cuando esa mañana abrí la puerta y lo encontré frente mí, mi corazón dejó de latir. Andy me abrazó como si quisiera hacerme parte de él, con amor, con angustia y con desasosiego. Algo grave había sucedido. Su repentino regreso no era una respuesta a mis oraciones.

—¿Cómo has estado? ¿Qué haces aquí?

—He venido a quedarme.

¿Quedarse? Eso era imposible. Habíamos hablado un par de semanas atrás; estaba perfectamente feliz en su trabajo, junto a Kellan. ¿Qué fuerza podía hacerlo volver?

—Vine a Buenos Aires con la tía y...

—¿Y?

—Me descompensé en un restaurante. Me llevaron al hospital.

—¿Qué tenías? —Andy apretó los labios y frunció el ceño, conteniendo el llanto—. ¿Qué tienes?

—Estoy enfermo, Nadia. Tengo un astrocitoma grado tres.

Desconocía lo que significaba, pero por el semblante de mi amigo era algo muy grave.

—¿Y eso en castellano sería...?

—Es cáncer. Los astrocitos, al menos lo que entendí, conectan el cerebro y la médula espinal. El doctor me explicó que no es muy común en gente de mi edad, pero...

Y el universo volvía a detenerse, y esta vez se negaba a avanzar. Amaba con cada pedazo de mi alma a Andrés. Había aceptado renunciar a él mientras fuera feliz. ¿Por qué nos ocurría esto?

—Debo iniciar el tratamiento cuanto antes, quimioterapia, y si no funciona, intentarán extirparlo.

—¿Tu primo sabe esto? ¿Tu novio?

—Nadie lo sabe, solo tú y la tía. Renuncié a mi trabajo y terminé con Kellan.

—¿Qué?

—Es injusto para él. Si lo conocieras, Nadia. Es tan hermoso y bueno. Él no se merece pasar por esto. Hice lo necesario para que me dejara marchar.

—Dios, ¿qué le dijiste?

—Lo humillé, Nadia, como jamás lo había hecho.

—¿Entonces estamos solos?

Él tomó mi mano con profunda tristeza.

—Sé que no tengo derecho, pero te pido que guardes este secreto.

Y lo hice. Por meses lo enterré tan profundo en donde nadie fuera capaz de descubrirlo. Mentimos, ocultamos, engañamos a toda la familia, mientras estábamos en Buenos Aires y Andy luchaba contra esa mierda que amenazaba con quitarme un pedazo de mi existencia.

La quimioterapia apenas tuvo el efecto deseado. Sin embargo, y pese al horror de una cirugía, hoy, con la mente en frío, me doy cuenta de que fue lo mejor que nos pudo pasar.

Mi Andy volvió a ser el que era. A pesar de su recaída, de las luchas y las desavenencias, reconquistó lo perdido; unió los pedazos de un pasado roto por él mismo y reparó corazones dañados como el de Kellan, quien, pese a la distancia y el despecho, no pudo quitarlo de su mente y de su cuerpo.

—He venido por él.

Apareció sin previo aviso en el departamento que Lautaro, un amigo de Andy, nos había prestado en Buenos Aires. Tenía que darle la razón a Andy: Kellan era hermoso, una mole de músculos de casi dos metros que hacía que mi metro sesenta fuera más que insignificante. Era el sueño húmedo de cualquier mortal, y si yo hubiera sido mi amigo, apenas lo hubiera visto habría caído de rodillas para adorarlo como un dios del Olimpo.

—Gracias por estar, por cuidarlo cuando no estuve. Sé que sin ti Andy hubiera estado muy solo.

Asentí y llamé a mi amigo, que se quedó estupefacto con su presencia. De pronto, el departamento se hizo más pequeño y el aire dejó de fluir en nuestros cuerpos. Y por primera vez sentí lo que deseaba en mi vida: el deseo y el amor en una amalgama que los envolvía y que hacía que los demás fuéramos inexistentes.

Solo confirmé lo que había sabido desde hacía tiempo. Nunca tuve oportunidad frente a Kellan Jansen.

Se abrazaron, lloraron, se amaron... Fui testigo de todo eso, de cómo la piel de Andy se incendiaba con su toque y sus pupilas se dilataban con apenas un roce de sus labios.

Era imposible producir lo que ese superhombre provocaba en mi amigo, y aprendí a aceptarlo, como la mayor parte de las cosas que me habían tocado vivir.

Nunca dejé de amar a mi amigo Andrés, pero el sentimiento fue transformándose de una manera que jamás creí posible. Él continuó ocupando un lugar en mi corazón, pero como mi amigo, mi hermano, e inesperadamente como llegó Kellan también lo hizo, porque aprendí a conocerlo y ver en él más allá de su impresionante belleza. Era honesto, fiel, protector, todo lo que cualquier persona desea. Mientras estuvo con nosotros, hicimos un triángulo de amistad del cual estoy agradecida.

Como les conté en un principio, este departamento no era nuestro, sino de un amigo de Andrés, un chico un poco mayor que nosotros, casado con un irlandés que lo doblaba en edad. Es ahí donde llegué a una terrible conclusión: hombre guapo atrapa a hombre más bello que él.

Lautaro Roser era hermoso, pero la genética de Chase, su marido, era un poco más que envidiable, porque lucía como de nuestra edad.

Andy tenía también un primo, el maldito culpable que trabajaba en Sudáfrica como gerente de un hotel de Chase y Lautaro. Digo maldito culpable porque fue el primero en enredarse con un Jansen.

Chris Jansen era audaz y tenía ese aura de chico malo y ardiente tan irresistible, tan contrastante con la de Ignacio. Era claro que ese volcán entraría en erupción una vez que esos dos se unieran, y fue lo que sucedió.

Ignacio fue quien le presentó a Kellan a mi Andy. Fue el responsable de todo esto, de que hoy esté aquí, arreglándome para ir a mi trabajo en Buenos Aires.

Lautaro compró en el mismo edificio dos departamentos más, y al cabo de un tiempo, cuando estaba decidida a mudarme, él me ofreció quedarme en uno de ellos. Obviamente acepté, pues con lo que ganaba a duras penas me iba a alcanzar para sobrevivir en una ciudad costosa.

Y fue así como trasladé mis cosas y dejé a Andrés y Kellan hacer de las suyas en completa libertad, cosa de la que debían contenerse mientras estaba con ellos.

Tenía mi espacio y, a pesar de lo que había vivido, estaba en paz y felicidad. Me había graduado, tenía un trabajo, había conocido Sudáfrica gracias a Kellan... Sin embargo, como la mayor parte de los seres humanos había días en los que era inevitable mirar el vaso medio vacío en lugar de medio lleno.

Estaba rodeada de amor. Todos mis amigos eran felices con sus parejas, y yo estaba ahí. Cuando se reunían, me integraban, pero quería lo que ellos tenían. No sé, muchas veces pensé que si hubiera nacido con un pene disfrutaría de un tremendo hombre como los que Andy, Ignacio y Lautaro tenían. No obstante, como mi padre siempre decía, del amor y la muerte nadie se escapa. La vida me deparaba algunas sorpresas más en el terreno amoroso. 

Deber y deseo (+18) Romance hetero en españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora