La primera vez que tuve este sueño llevaba dos semanas conviviendo con Zaid. Y la discusión de esa noche debió haber frenado mi libido, pero para nada sucedió de esa manera.
—Zaid, creo que habíamos llegado a un acuerdo con la bolsa de basura, ¿verdad?
El maldito se encogió de hombros, sin inmutarse.
—Tus labios se movieron, pero...
—Entendiste perfectamente. No soy tu sirvienta y ya no vives en Abu Dabi con un séquito de empleados a tu disposición.
Él se acercó a mí con esa altura y rostro intimidantes.
—Serías una esposa desobediente.
—Prefiero ser una esposa desobediente y no una idiota que solo espera órdenes de su marido infiel.
—¿Eso piensas de mí?
—Es la forma en cómo te comportas.
—Crees que soy como mis hermanos. Bueno, Nadia Astorga, desde ya te anticipo que no lo soy. Cuando una mujer me atrae, me entrego en cuerpo y alma a ella.
Mi corazón se detuvo en esa declaración y mi respiración se entrecortó, por lo que di media vuelta y continué ordenando la cocina.
—Hay una bolsa de basura que sacar.
Él dio una risilla.
—Lo que usted ordene, habibati.
Antes de que pudiera indagar acerca de esa palabra, él se alejó yendo hacia la planta baja del edificio. Cumplía mi orden.
Apenas podía dormir con el calor interno que me cegaba, que necesitaba a ese hombre pese a lo poco que conocía de él.
A la mañana siguiente, solo esperaba que los pensamientos ocultos no se notaran en mi cara.
Eran en estos momentos en los que deseaba tener una amiga para poder contarle mis intimidades, que me brindara consejos, y terminé encontrándola en Ariana, una uruguaya que vivía en Buenos Aires desde hacía diez años y que había trabajado en varios lugares.
—¿Estás bien? —indagó una mañana mientras armaba la presentación del IVA para ese mes.
—La verdad es que no.
—¿Puedo ayudarte en algo?
—Es... una cuestión sentimental.
—Huy, esto se pone bueno. —Se frotó las manos y dejó su trabajo para sentarse a mi lado—. Soy todo oídos.
—Me gusta el muchacho con el que comparto departamento.
—¿Y? ¿Es casado o tiene novia? ¿Es gay?
—Creo que nada de eso.
—¿Entonces?
—Es un árabe.
—¿Con turbante y todo? —Asentí, y ella se cubrió la boca con su mano—. Vaya.
—Es todo un problema.
—¿Por qué debería serlo?
—Él cree que sería «una esposa desobediente».
—¿Quiere disciplinarte?
—No ha dado señales de que le interese de ese modo. De hecho, creo que en verdad lo pongo de mal humor. Lo saco de las casillas.
—¿Le has preguntado qué siente por ti?
—¿Cómo podría? Apenas conversamos. Él es tímido, reservado, y cuando hablamos, tarde o temprano caemos en las diferencias.
—Los polos opuestos se atraen.
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Deber y deseo (+18) Romance hetero en español
Romance"...Es imposible negar lo que soy. Me gusta ser libre, sentir, gozar y, este hombre, despierta todas mis fantasías dormidas. Aquellas tan carnales y oscuras que sólo puedo albergar en mi mente. Se que es prohibido, es diferente a mí, al resto de lo...