Capítulo 1: "Náufragos"

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El cielo pintaba oscuramente sus nubes, la brisa llegaba bruscamente a la cara de los navegantes que yacían con sus ojos bien abiertos en busca de tierra firme y finalmente los ruidosos sonidos de las aves costeras se hacían escuchar tan frenéticas

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El cielo pintaba oscuramente sus nubes, la brisa llegaba bruscamente a la cara de los navegantes que yacían con sus ojos bien abiertos en busca de tierra firme y finalmente los ruidosos sonidos de las aves costeras se hacían escuchar tan frenéticas.

El mediano barco flotaba sobre la marea, completamente hecho de madera la cual resplandecía en colores grisáceos e importunos para todos. La vela se mantenía alzada tratando de llevar por buen camino a la tripulación, pero gran parte de las personas eran hombres rudos los cuáles tenían pinta de ser desgraciados y al parecer no estaba muy alejado de la realidad.

Poco a poco el barco se tornaba violentamente hacia los lados, y la razón más que suficiente era que el mar estaba furioso.

Isabella mecía en sus cálidos brazos a una pequeña niñita de un año de edad. Miraba con ternura sus brillantes hebras anaranjadas mientras le retiraba el dedo que la chiquilla enfrentaba con meterse a la boca.

De forma abrupta los marineros bajaron la velocidad del barco, e Isabella quien se encontraba en la parte techada salió a divisar de que se trataba la conmoción. Resultaba que, en una pequeña canoa se encontraba una pareja de esposos, cubiertos con una débil manta vieja y agrietada.

—¿Qué sucede capitán? —preguntó la mujer.

—Están muertos, es lamentable —el hombre de avanzada edad bajó su sombrero en señal de respeto.

De pronto unos tenues sollozos se hicieron presentes, todos miraban de lado a lado buscando al tal dueño de esa pequeña vocecita.

Los hombres del capitán movieron un poco los cuerpos inertes de aquellas personas y hallaron a un pequeño niño de cabellos platinados, él había sido el único dueño de aquellos gimoteos. Isabella tomó al niño entre sus brazos, lo abrazo como si fuera su hijo y decidió que lo cuidaría pues los tipos que antes ofrecieron hospitalidad ahora estaban decididos a tirar por la borda al pobre infante.

—¿Qué hará una viuda con dos niños? ¿Cómo piensa sobrevivir? La única opción que tenemos es dejar al niño —insinuó el capitán forcejeando con la mujer.

—¡Basta señor! ¡No dejaré a ninguno de los dos niños aquí! Los dos vendrán conmigo, ¿acaso no tiene corazón? —musitó indignada, secando el cuerpo mojado del pequeño.

Relativamente envolvieron los cuerpos bajo el manto de telas oscuras. Hicieron una oración por esas dos pobres almas y finalmente los tiraron a la marea.

El hombre le tiró una mirada gélida y calculadora que a Isabella le heló rápidamente la sangre, para luego desaparecer otra vez hacía la parte techada. la mujer suspiró extasiada, para de nuevo ver qué los niños se encontrarán en las mejores condiciones.

Efectivamente y como lo dijo el anciano. Ella era una mujer viuda pues en brazos de la torrencial lluvia y tosco mar Leslie (su esposo) sucumbió no sin antes regalarle un «Te amo» con sus últimos suspiros, para por consiguiente ser arrastrado junto con algunos hombres hasta las profundidades del cruel ecosistema marino.
De forma paulatina recordó esos sucesos, pero no lloró. No dejo ver lo desprotegida que se sentía, tampoco desahogó sus pesares de alguna manera.
Ella sabía que no servía que hiciera tales espectáculos pues en la, nada, que era su perfecta ubicación, todo era completamente inútil.

Bajo el agua | NorEmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora