Capítulo 2: "La Isla"

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Llegar a la orilla había sido un hecho tan heroico para esas tres personitas que antes yacían navegando despistados sobre la gran masa salada.

Isabella no pudo contener las lágrimas eufóricas que empezaban a cubrir su nítida piel, el deseo de mantenerse con vida había sido concedido y ella no hacía sino más que agradecer al cielo azulejo por regalar la calma después de la tormenta.

De inmediato puso en práctica todo lo aprendido durante sus 26 años, su sexto sentido de la supervivencia no tenía otra opción más que salir a flote y mientras estuviera al cuidado de esos dos angelitos, estaría más que ocupada indagando todo ese pedacito de cielo que habían obtenido, para convertirlo en un lugar seguro.

Caminó un poco sobre la arena color caramelo que dejaba sus huellas plasmadas evidentemente, pero su propósito era sujetar la soga suelta que se dejaba ver por la parte inferior del pequeño bote. La amarró varias veces hasta conseguir que se situará de manera fija y a salvo.

Luego trató de hacer un techo sobre unas rocas semejantes a una cueva con la clara diferencia de que la parte de arriba estaba en total descubierta, pero consiguió su cometido con sólo tomar una de las telas viejas que complementaban parte fundamental del barco; La vela.

Las cosas que le habían permitido llevar a Isabella estaban todavía situadas en lo que antes fue su transporte marino, así que fue a traerlas con las fuerzas que aún le quedaban en su reserva de energía. Los recuerdos empezaron a inundar su mente mientras su querida Emma trataba inocentemente de empujar el baúl envuelto en fragmentos del pasado en su vida, río ante ello, pues le parecía que la pequeña percibía el rebosar de la alegría de estar a salvo de su parte.

Esa isla aparentaba ser un buen lugar para sobrevivir, aunque a pesar de eso, la mujer se hacía sentir dubitativa pues nunca se había fiado de lugares que simulaban ser el paraíso y resultaban ser todo lo contrario, más aún, porque todavía había trayecto de la isla de la cual faltaba recorrer.

Cada niño mantenía una de sus manitas sosteniendo con calidez a la de la fémina, con precaución de no perder a ninguno, hasta que sin imaginar lo que esperaba, oyó los fuertes choques que el agua daba al conducir un trayecto determinado pasando por los roces de las rocas. Fue corriendo a descubrir si los pensamientos que pasaban por su mente serían certeros y efectivamente sus sospechas resultaban ser más que maravillosas: Un río, un árbol de banano, y raíces de plantas comestibles. Era más que suficiente para ser detonante de un gran alivio al ser conocedora de la bendición que sería todo eso, así que rápidamente consiguió los preciados alimentos que se hallaban.

Norman parecía estar muy feliz al estar en dicho ecosistema, se notaba su gran alegría mientras daba leves saltitos sobre el agua dulce que lo rodeaba, por raro que pareciese se divisaba como si el chiquillo conociese todo ese gran sitio. Mientras Emma al parecer acompañaba al niño intentando poner sus piececitos desnudos sobre el agua que tanto divertía a su amigo, lastima que la niñita era un año menor que Norman, por ende, los pasos que daba eran un poco temblorosos.

Bajo el agua | NorEmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora