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Se podía sentir la suave brisa acompañado de hermosos rayos de sol alumbrando las decoraciones de agua que se ubicaban en los jardines

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Se podía sentir la suave brisa acompañado de hermosos rayos de sol alumbrando las decoraciones de agua que se ubicaban en los jardines.

Pero no solo era eso. Lo más hermoso era ver como la chica con cabello castaño jugaba en el pasto, poseyendo un hanbok blanco y rojo que se acomodaba perfectamente a su pequeño cuerpo, mientras tenía una sonrisa dibujaba en su dulce rostro y mejor aún poder apreciar las hojas de los árboles cayendo delante de ella.

>> Era una imagen digna de ser pintada <<

Sonreía sin saberlo con tan solo verla.

La miraba desde lejos sentado con las piernas cruzadas, el gran jardín estaba rodeado de guardias con un rostro totalmente serio.

De pronto vi como la castaña perseguía sonriendo una de las mariposas que volaba arriba de las flores.

Ella al no ver bien el camino se tropezó con una roca empujando a uno de los tantos guardias que se encontraban en el lugar.

Su hermosa sonrisa se había borrado por completo.

- ¿Qué crees que haces pequeña estúpida?

- L- lo siento. - Murmuró con miedo cabizbaja.

El hombre la empujó causando que la chica cayera al piso.

Una acción que no me agradó en lo absoluto.

Pude ver que su tobillo había hecho un mal intento de mantener el equilibrio, haciendo todo lo opuesto, este se dobló. Y un gritito salió de su boca para después cubrirse la zona afectada con sus dos manos.

Me levante con un claro enojo presente.

- ¿Qué crees que estás haciendo? - Pregunté con el ceño fruncido.

- Emperador. - Se arrodilló. - Ella...- No lo dejé terminar.

- Córtenle la mano que la tocó. - Dije hablándole a los otros hombres que se encontraban presenciando la escena.

Rápidamente dos de ellos le agarraron los brazos llevándolo lejos.

- ¡No! ¡Por favor! - Gritó buscando una señal de esperanza.

- ¡Espera! - Habló la castaña que aún se encontraba sentada en el piso. - No lo hagas, yo tuve la culpa de haberlo provocado. - Vi en su rostro miedo.

Suspiré.

- Deténganse. - Dije con el suficiente tono de voz como para que me pudieran escuchar. - Déjenlo libre, asegúrense de que no coma por todo lo que queda del día. -

- Lo que ordene. - Soltaron al osado hombre.

- ¡Gracias! Usted es muy amable. -

Ignoré sus palabras y me agaché a la altura de Jennie.

- ¿Te duele mucho? -

- No es para tanto. - Sonrió.

Una sonrisa que me dedicó sin miedo alguno.

- Te cargaré. - Levanté sus dos piernas por encima de uno de mis brazos mientras que el otro cargaba su espalda. - Sujétate de mí cuello. - Sentí sus delgados brazos rodear mi nuca. -

  En todo el camino noté sus ojos ver mi rostro como si este fuera el más interesante, de alguna forma eso me ponía bastante nervioso.

La acosté de forma delicada arriba de mi cama.

- Trae a un médico. - Le hablé a una de las sirvientas que siempre estaba al costado de la puerta esperando recibir una instrucción de parte mía.

- Enseguida. - Dio una reverencia antes de irse.

- ¿Te sigue doliendo? - Esta vez le pregunté a Jennie.

- Ya no tanto como en antes. -

Nuevamente me mostró una sonrisa sin demostrar ningún tipo de terror, inconscientemente mi mano acarició su rostro.

Pude sentir su suave y delicada piel.

Noté sus ligeras mejillas ruborizadas. Nervioso tomé distancia de ella.

- Jennie. -

- ¿Sí? -

- ¿Podrías decirme que fue lo que te pasó para que tomaras la decisión de robar? - Pregunté.

Su rostro miro a sus manos jugando entre ellas, su rostro solo expresaba tristeza en ese momento.

- Mi madre murió enferma cuando yo apenas tenía 5 años, mi padre y mi hermano menor fueron reclutados como soldados para batallar en la guerra. - Una lagrima cayó lentamente rozando su rostro. - Los dos murieron... -

Limpié con mis dedos la gota que aún se deslizaba con libertad.

Un silencio inundo el ambiente, no sabía exactamente que es lo que debía decir, pues nunca le había preguntado a alguien de su vida privada.

- Mi amo, el doctor ya ha llegado. -

- Bien, has que pase. - Dije sentado en la esquina de la cama.

(...)

- Es sencillo, solo necesita tomar esta medicina dos veces al día para que ella no sienta dolor y reposar. -

Escuché a lo lejos al médico hablarle a una de las mujeres que me servía.

- Emperador. - La suave voz de Jennie me llamó.

- Yoongi. - Corregí.

- ¿Yoongi? - Preguntó confundida.

- Ese es mi nombre... -




Continuará...



Ͳհɾօղҽ ʸᵒᵒⁿⁿⁱᵉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora