SOO
Tardé más tiempo del habitual en recorrer el camino de vuelta a casa de JongIn. O quizá solo fue una sensación mía. Tal vez solo fueran los nervios.
Ladeé la cabeza con aire reflexivo.
Quizá no solo fueran los nervios, tal vez fuera la expectativa.
Las expectativas que tenía después de tantas semanas de hablar, de esperar y de planificar... y por fin estábamos allí.
Por fin habíamos vuelto.
Me llevé la mano al cuello y toqué el collar, el collar de JongIn. Las yemas de mis dedos se desplazaron por su conocido contorno y se deslizaron por encima de los diamantes. Moví la cabeza de un lado a otro para volver a familiarizarme con la joya.
No tenía palabras para describir cómo me sentía volviendo a llevar el collar de JongIn. Como mucho podía comparar la situación con un rompecabezas al que por fin habíamos puesto la última pieza. Sí, era cierto que durante las últimas semanas JongIn y yo habíamos vivido como amantes, pero los dos nos sentíamos incompletos. Cuando me volvió a poner el collar y me reclamó de nuevo, yo encontré lo que me faltaba. Era extraño incluso para mí, pero por fin sentía que volvía a ser suyo.
Por fin el coche llegó a su casa y recorrió el largo camino de la entrada. Vi luz en las ventanas. JongIn había programado el temporizador previendo que cuando yo llegara ya habría oscurecido. Su pequeño gesto me resultó muy conmovedor. Demostraba, como todo lo que hacía, lo presente que me tenía en todo momento.
Jugueteé con las llaves mientras caminaba hacia la puerta principal. Mis llaves. De su casa. Ya hacía una semana que me las había entregado. Yo no vivía con él, pero pasaba mucho tiempo allí. Me dijo que lo más lógico era que pudiera entrar con mis llaves y cerrar cuando me marchara.
Apolo, su golden retriever, corrió hacia mí cuando abrí la puerta. Le acaricié la cabeza y lo dejé salir unos minutos. No lo dejé pasear mucho tiempo, porque no estaba seguro de lo que tardaría JongIn en volver a casa y quería estar preparado cuando llegara. Quería que el fin de semana fuera perfecto.
-Quédate aquí -le dije a Apolo después de pararme un momento en la cocina para rellenarle el cuenco de agua. El perro obedecía todas las órdenes de JongIn, pero, por suerte, en esa ocasión también me hizo caso a mí. Normalmente me habría seguido escaleras arriba, y aquella noche sería muy extraño que él también estuviera en la habitación.
Salí rápidamente de la cocina en dirección a mi dormitorio. La habitación que ocuparía los fines de semana.
Me desnudé y dejé la ropa bien doblada a los pies de la cama doble. Ese era uno de los puntos en los que JongIn y yo nos habíamos puesto de acuerdo: yo dormiría con él las noches de domingo a jueves, siempre que estuviera en su casa, pero las noches de viernes a sábado dormiría en la habitación que reservaba para sus sumisos.
Ahora que teníamos una relación más tradicional durante la semana, los dos queríamos asegurarnos de que adoptábamos la actitud correcta durante los fines de semana. Y esa actitud sería más fácil de mantener si dormíamos separados. Era cierto que la nueva situación nos iría bien a ambos, pero quizá beneficiara un poco más a JongIn. Él no solía compartir la cama con sus sumisos y mantener una relación romántica con uno era algo completamente nuevo para él.
Entré desnudo en el cuarto de juegos. JongIn me había mostrado la habitación el fin de semana anterior: me explicó cómo funcionaba todo, hablamos mucho y me enseñó cosas que yo no había visto nunca y otras de las que jamás había oído hablar.
En esencia, era una habitación sencilla: suelos de madera, pintura de un tono de marrón muy oscuro, muebles de cerezo, incluso había una enorme mesa de madera maciza. Sin embargo, las cadenas y los grilletes, el banco, la mesa y el potro de madera desvelaban su verdadera naturaleza.
Bajo las cadenas colgantes me esperaba un único almohadón. Me dejé caer de rodillas sobre él y me coloqué en la postura que JongIn me explicó que debía adoptar siempre que lo esperara en el cuarto de juegos: el trasero sobre los talones, la espalda recta, la mano derecha sobre la izquierda apoyada en el regazo y sin cruzar los dedos y la cabeza agachada.
Adopté la postura y esperé.
El tiempo fue pasando.
Por fin lo oí entrar por la puerta principal.
-Apolo -dijo y aunque yo sabía que decía el nombre del perro en voz alta para dejarlo salir otra vez, otro de los motivos era alertarme de quién era la persona que había entrado en la casa y darme tiempo a que me preparara. Quizá también lo hiciera pensando que oiría posibles pasos en el piso de arriba. Los pasos que le dirían que yo no estaba preparado para su llegada. Me sentí orgulloso de saber que JongIn no oiría nada.
Cerré los ojos. Ya no tardaría mucho. Imaginé lo que estaría haciendo: dejar salir a Apolo, quizá le estuviera dando de comer. ¿Se desnudaría en el piso de abajo? ¿Lo haría en su dormitorio? ¿O entraría en el cuarto de juegos con el traje y la corbata puestos?
Me dije que no importaba. Cualquier cosa que hubiera planeado sería perfecta.
Agucé el oído. Estaba subiendo la escalera. Solo. El perro no lo seguía.
En cuanto entró, sentí cómo cambiaba la atmósfera de la habitación. El aire se cargó de electricidad y el aire entre nosotros parecía zumbar. En ese momento comprendí que le pertenecía. Sí. Estaba en lo cierto al haberlo asumido. Pero había algo más, algo más importante y es que quizá él también me perteneciera a mí.
Se me aceleró el corazón.
-Muy bien, KyungSoo -dijo y se puso delante de mí.
Iba descalzo y vi que se había quitado el traje para ponerse unos vaqueros negros.
Volví a cerrar los ojos. Aclaré mi mente. Me concentré. Me obligué a permanecer inmóvil bajo su escrutinio.
Se dirigió a la mesa y oí cómo abría un cajón. Durante un segundo intenté recordar todo lo que había en los cajones, pero me contuve y me obligué de nuevo a relajar la mente.
Volvió y se colocó a mi lado. Un objeto bastante firme se deslizó por mi espalda.
La fusta.
-Tu postura es perfecta -observó, mientras deslizaba el artilugio por mi espalda-. Espero encontrarte así siempre que entre en esta habitación.
Me sentí aliviado al saber que mi postura lo satisfacía. Aquella noche tenía muchas ganas de complacerlo. De demostrarle que estaba listo para aquello. Que estábamos preparados. JongIn se había mostrado muy preocupado al respecto.
Aunque, por supuesto, en ese momento no se podía adivinar en él ni un ápice de duda o preocupación, ni en su voz, ni en su actitud. Su conducta en el cuarto de juegos era de control y confianza absoluta.
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AVEZADO (KaiSoo) +18
RandomKim JongIn siempre ha vivido siguiendo unas reglas muy estrictas que espera que acate todo el mundo, y en especial los sumisos a los que domina en su dormitorio. Pero su último amante está derribando todos sus límites y alterando sus patrones de con...