Deslizó la fusta por mi estómago y luego la volvió a subir. Me estaba provocando.
Maldición. Me encantaba la fusta.
A pesar de las ganas que tenía de verle la cara, mantuve la cabeza gacha. Quería mirarlo a los ojos, pero sabía que el mejor regalo que podía hacerle era demostrarle mi más absoluta confianza y obediencia, así que permanecí con la vista en el suelo.
—Levántate.
Me puse de pie muy despacio, sabiendo que estaba exactamente debajo de las cadenas. Normalmente él las tenía recogidas, pero aquella noche las había dejado colgando.
—De la noche del viernes al domingo por la tarde tu cuerpo es mío —aseveró—. Tal como acordamos, la mesa de la cocina y la biblioteca siguen siendo tuyas. Ahí y solo ahí serás libre para decir lo que piensas. Pero con respeto, claro.
Sus manos se deslizaron por mis hombros y luego siguieron por mis brazos. Una de sus manos resbaló por mi pecho y siguió hasta donde estaba duro y necesitado.
—Esto —dijo deslizando su mano de aquí para allá—, es tu responsabilidad. Quiero que te lo depiles entero tan a menudo como sea posible. Si decido que has descuidado esa responsabilidad, serás castigado.
Y en eso también nos habíamos puesto de acuerdo.
—También es responsabilidad tuya asegurarte de que la esteticista hace bien su trabajo. No admitiré ninguna excusa. ¿Está claro?
Yo no dije nada.
—Puedes contestar —me indicó y percibí una sonrisa en su voz.
—Sí, Amo.
Insertó un dedo en mi orificio y noté su aliento en mi oreja.
—Me gustas bien depilado. —Su dedo giró sobre mi longitud—. Suave.
«Joder».
Entonces se puso detrás de mí y me agarró del culo.
Sus dedos regresaron a la parte frontal de mi cuerpo y yo me mordí la cara interior de la mejilla para evitar gemir.
—De ahora en adelante es responsabilidad tuya preparar tu cuerpo para aceptar mi polla de cualquier forma en que yo decida compartirla contigo. —Dejó resbalar el dedo por mi oreja—. Si quiero follarme tu oreja, espero que tu oreja esté preparada. —Me metió el dedo en la oreja y tiró—. ¿Lo entiendes? Contéstame.
—Sí, Amo.
Me levantó los brazos por encima de la cabeza y luego me sujetó primero una muñeca y luego la otra a los grilletes.
—¿Recuerdas esto? —preguntó, haciéndome cosquillas en la oreja con su cálido aliento—. ¿Te acuerdas de nuestro primer fin de semana?
De nuevo permanecí sin decir nada.
—Muy bien, KyungSoo —dijo—. Solo para que no haya malentendidos, durante el resto de la noche, o hasta que te diga lo contrario, no quiero que hables ni digas nada. Solo hay dos excepciones, la primera es que puedes usar tus palabras de seguridad. Deberás decirlas cuando sientas que necesitas hacerlo. Debes saber que el hecho de que utilices tus palabras de seguridad no tendrá repercusiones ni consecuencias. Y la segunda es que cada vez que te pregunte si estás bien, quiero recibir una respuesta inmediata y sincera.
Por supuesto no esperaba ninguna respuesta. Tampoco iba a dársela. Sin previo aviso, sus manos se volvieron a deslizar hasta ese lugar donde me moría por él y me mordí la mejilla para evitar gemir.
Dios, qué bien me sentía cuando me tocaba.
Aumentó el ritmo y giró la muñeca.
Joder.
—Puedes hacerlo.
No pude contenerme más y cedí ante la liberación.
—Normalmente me deleitaría yo solo con tu sabor, pero esta noche me siento generoso.
Dejó mi miembro y antes de que pudiera reaccionar, noté cómo uno de sus dedos resbaladizos se metía en mi boca.
—Abre la boca, KyungSoo, y saborea.
JongIn deslizó el dedo por mis labios separados antes de metérmelo en la boca.
Ya había probado mi sabor en alguna ocasión, por curiosidad, pero nunca lo había hecho con tanta cantidad y jamás lo había lamido en el dedo de JongIn. Me sentía depravado y salvaje.
Joder, me excitó mucho.
—Date cuenta de lo dulce que eres —dijo, mientras yo le lamía el dedo.
Se lo chupé como si fuera su polla, deslizando la lengua por su longitud y succionándolo con suavidad. Lo deseaba. Lo deseaba dentro de mí. Lo chupé con más fuerza, imaginando que tenía su polla en la boca.
«No te correrás hasta que yo te dé permiso y seré muy poco generoso».
Las palabras que me dijo cuando estábamos en su despacho regresaron a mi mente y reprimí un gemido antes de que escapara de entre mis labios. Iba a ser una noche muy larga.
—He cambiado de opinión —dijo, cuando acabé de lamerle el dedo—. Sí que quiero probarlo.
Entonces pegó los labios a los míos y me obligó a abrir la boca. Sus labios eran brutales, poderosos, exigentes; su única misión era beber de mi sabor.
Joder, si JongIn seguía por ese camino me iba a dar un ataque.
Se retiró y me levantó la barbilla.
—Mírame.
Lo miré a los ojos por primera vez desde que había entrado en la habitación: firmes y verdes. Se pasó la lengua por los labios y sonrió.
—Cada vez estás más dulce.
Me obligué a seguir mirándolo a los ojos a pesar de las ganas que tenía de dejar resbalar la vista por su pecho y su cuerpo perfecto. Pero no era yo quien debía decidir si podía disfrutar de eso, así que seguí sosteniéndole la mirada.
Él rompió la conexión: se dio media vuelta y se dirigió a la mesa. Se metió algo en el bolsillo y agaché la cabeza antes de que se volviera hacia mí.
Dio cinco pasos hasta donde yo estaba y entonces todo se tornó oscuro.
—A mi absoluta merced —dijo, con una voz tan suave como la seda del pañuelo que me cubría los ojos.
Me acarició los pezones. Sus largos dedos se apoderaron de ellos y los hizo rodar, tiró de ellos y me los retorció.
«Joder».
—Había pensado utilizar las pinzas esta noche —me explicó, dándome un capirotazo en la punta de un pezón.
«Jodeeeer».
¤¤¤
¡Holaaa!Deseo que hayan disfrutado del capítulo.
El día de mañana también habrá actualización.
~♡~
ESTÁS LEYENDO
AVEZADO (KaiSoo) +18
AcakKim JongIn siempre ha vivido siguiendo unas reglas muy estrictas que espera que acate todo el mundo, y en especial los sumisos a los que domina en su dormitorio. Pero su último amante está derribando todos sus límites y alterando sus patrones de con...