SOO
Sin rastro de duda, y sin siquiera tener que pensarlo, había sido el orgasmo más alucinante de toda mi vida. De alguna forma, eso de no poder hablar o siquiera gemir y tener que esperar a que él me diera permiso lo hizo todo mucho más intenso. Luego, cuando salí del cuarto de juegos, recordé su ronco susurro: «Córrete con fuerza para mí, nene. Quiero oírte». Casi me vuelvo a correr.
«Nene».
Me estremecí solo de pensarlo.
Lo primero que vi cuando entré en mi habitación fue el cubo de hielo que había sobre la cómoda. Por curioso que pueda parecer, lo cierto es que hasta que no vi la botella de agua dentro del cubo no me di cuenta de lo sediento que estaba. Pero evidentemente, JongIn sí había pensado en ello. Él siempre pensaba en todo.
Me bebí la mitad de la botella antes de advertir un delicado albornoz que había a los pies de la cama. Sonreí. JongIn había estado muy ocupado preparándolo todo antes de entrar en el cuarto de juegos. Dejé la botella de agua y cogí la prenda. Era de un suave tono verde. Cuando me lo pusiera me sentiría como de la realeza.
Como disponía de tiempo antes de tener que bajar a la biblioteca, me di una ducha rápida y dejé que el agua caliente se deslizara por mi piel todavía sensible. Cuando me puse el camisón aún tuve una sorpresa más: el frío satén resbaló por mi piel caliente intensificando el ligero hormigueo que nuestro encuentro sexual había dejado en mi piel. Era como si pudiera seguir sintiendo las caricias de mi Amo incluso desde el otro extremo de la casa.
Me detuve en la puerta de la habitación.
«Mi Amo».
Era la primera vez que pensaba en él de ese modo en lugar de como «JongIn». No me recreé mucho en ese pensamiento. Corrí escaleras abajo; estaba ansioso por volver a estar con él.
JongIn me esperaba ya en la biblioteca, de pie junto a la mesa de los decantadores. Cuando llegué a la puerta se me quedó mirando.
—Te queda muy bien ese albornoz, KyungSoo—dijo.
«KyungSoo». Entonces recordé que, aunque estuviéramos en mi biblioteca, seguía siendo fin de semana, yo seguía llevando su collar y tenía que actuar en consecuencia.
Él llevaba unos pantalones de color tostado con cordón en la cintura y tampoco estaba nada mal. Bajé la vista.
—Gracias, Señor.
—Mírame cuando estemos aquí —dijo.
Yo levanté la cabeza y lo miré a los ojos. En ellos brillaba una palpable emoción.
—Recuerda que este es tu espacio —añadió con suavidad.
—Sí, Señor —contesté. La semana anterior me había dicho que podía llamarlo «Señor» cuando estuviera en la biblioteca o sentado a la mesa de la cocina. Pero que esperaba que lo llamara «Amo» cuando estuviera en cualquier otro lugar de la casa, siempre que fuera durante el fin de semana.
—¿Cómo te sientes? —preguntó y entonces se apresuró a añadir—: Con el albornoz, me refiero.
—Es perfecto.
Balanceé las caderas y el satén me volvió a rozar la espalda.
Él sonrió como si supiera exactamente lo que sentía. Probablemente lo supiera. Todo lo que hacía estaba calculado.
—Pasa —me invitó, haciéndome un gesto en dirección al interior de la estancia. Alzó una copa de vino—. ¿Tinto?
—Sí, por favor.
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AVEZADO (KaiSoo) +18
DiversosKim JongIn siempre ha vivido siguiendo unas reglas muy estrictas que espera que acate todo el mundo, y en especial los sumisos a los que domina en su dormitorio. Pero su último amante está derribando todos sus límites y alterando sus patrones de con...