Retrato de un hombre en el agua

3

Debía saber que el café era lo menos indicado para tranquilizar a una persona. Basta decir que terminé con la ansiedad al límite. Cuando Kolbe llegó, poco después de las cinco, todo lo que quería era terminar aquello cuanto antes. Apenas se acercaba a la mesa cuando empecé:

─¿Cuál es tu nombre completo?

Toda la ira acumulada en el día se filtró entre las palabras. También a él debió tomarlo por sorpresa; la reacción de Kolbe fue sujetarse al respaldo de la silla más próxima, como si aquello fuera alguna clase de escudo.

─Tu nombre. Para el reporte. ─Señalé irritado el portátil en la mesa─. ¿O esperas que se escriba por obra del espíritu santo?

La expresión de Kolbe cambió de asombro a molestia por un segundo. Sus gestos se endurecieron  y, con una calma frustrante, tomó el asiento frente a mí.

Luché con la repentina necesidad de gritarle.

─Eso es ofensivo ─dijo.

─¿De verdad? ¿No son ofensivas tus amistades? Pero, bien, todos nos equivocamos.

─No puedes hacerme responsable por eso.

─No te hago responsable por Eloise ─corregí─. Sí de que estuvieras de acuerdo.

Él dudó un momento. Pareció tratar de recordar a lo que me refería, pero al final sus gestos reflejaron mayor confusión.

─Nunca dije que lo estuviera ─murmuró.

─¿Dijiste que no lo estabas?

Kolbe actuaba como un cachorro, listo para ser pateado. De alguna manera sentí que ese era el caso. Su actitud me llevaba a perder la calma y eso me enfureció aún más. Como si su sola presencia fuera la causa de todo lo que me molestaba.

─¿Siempre eres así? ─preguntó.

─¿Cómo es así?

─No importa. ¿Dónde empezamos?

─¿A esta hora?, no creo que consigamos nada. Será la próxima semana.

─¿Por qué no el domingo?

─No, tengo planes el domingo. ¿Y no vas a misa o algo?

─Eso es mañana. Como sea, ¿cuándo quedamos?

─Entre semana, solo puedo después de las cuatro y hasta las seis.

─Genial, ya encontramos el primer conflicto.

─¿El primero? Yo conté una decena. Pero seamos optimistas.