Parte 2

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Una vez la dueña de la casa la dejó sola, Bellatrix se sacó lentamente el vestido y tomó su varita, apuntando hacia el espejo en el que se había mirado anteriormente. Lo agrandó con un Engorgio y pudo visualizar su cuerpo con más facilidad. Notablemente tenía algunas costillas rotas, marcas moradas por toda su espalda y piernas, además de algunos cortes que cerró con el pase de su varita. Soltó un bufido largo y se volvió a vestir. Daba gracias que el elfo siguiese acudiendo a su llamado después de todo el tiempo que había pasado y que su primo fuese tan idiota como para prohibirle hacer caso a alguien más que no fuese él.

Se sentó sobre el colchón pensando en cuales eran las opciones que tenía para poder salir del lugar en una sola pieza, pero nada se le venía a la mente. Tenía mansiones desperdigadas por todo el mundo, pero para poder acudir tenía que saber si su cuñado Rabastán seguía vivo, de lo contrario podría avisar a su señor que ella había ido a alguna de ellas, siendo que la gran mayoría eran de la familia Lestrange. Por efectos de su viudez, ella tenía parte de todas sus posesiones, pero su cuñado seguía siendo el Lord de aquella familia, por lo que hasta que él no muriese, ella no podía tocar nada sin que él no lo supiera. Tenía algunas de las mansiones de los Black, las cuales eran de su entera disposición, siendo que su primo había sido repudiado por la familia y no tenía jurisdicción dentro de las posesiones familiares. Ella había pasado a ser la cabeza de la familia cuando había enviudado, pero antes necesitaba saber qué podía hacer y qué no, dependiendo de si la perseguían en nombre del Señor Tenebroso.

Estaba oscureciendo lentamente, por lo que podía apreciar a través de la luz que se colaba por las cortinas de la ventana, y se escuchaban algunos golpes provenientes del piso superior, pero le restó importancia gracias a que el elfo había vuelto

—¿Y bien?, ¿qué has averiguado? —preguntó con desesperación

—Señorita Bella, nadie la está vigilando, pero hay una orden por parte del Que No Debe Ser Nombrado para que si alguien la ve en cualquier lugar en el mundo mágico, la tomen detenida y la lleven ante él. Esto lo pude escuchar de una conversación del Amo Sirius, señorita —contestó rápidamente la criatura, bajando la cabeza en señal de sumisión

—¿Escuchaste algo más?

—Sí señorita Bella. Escuché que sus bóvedas y las de la familia Lestrange están siendo vigiladas por los duendes del banco para saber si usted accede a ellas. Las de la familia Black no pueden, ya que usted y el Amo Sirius son los únicos que las pueden usar. Hay una clausula puesta por sus ancestros donde dice que nadie que no sea un Black legítimo puede acceder a ellas, señorita

Bellatrix se quedó callada pensando en la información que el elfo le estaba dando. Agradeció a sus antepasados de haber previsto cualquier inconveniente, pero ella no podía sacar dinero de la bóveda de los Black sin poner un pie en el banco, significándole que la apresarían al instante. Maldijo a Voldemort y a toda su prole por lo que le habían hecho. Sintió asco de sí misma por haberse dejado arrastrar por un ser que no la veía más que como a un perro faldero que le seguiría a todos lados y haría todo lo que él quisiese, pero se aborreció más por lo que tendría que hacer a continuación

—Necesito que vayas con tu Amo y le digas que necesito que se reúna conmigo —comenzó lentamente, queriendo maldecir a todo el mundo por tener que caer tan bajo —. Explícale que no es una trampa y que estaré desarmada en nuestro encuentro. Quiero que me traigas la respuesta que él te dé y de paso que me traigas una poción para los hematomas y otra para la restauración de huesos rotos, la que tenga los resultados más rápidos. Lo necesito para antes de la media noche.

El elfo asintió y desapareció en el acto. Bellatrix se levantó de la cama y deslizó sus manos por su rostro, sintiéndose tremendamente asqueada y avergonzada de lo que estaba teniendo que hacer, pero sabiendo que no tenía otra salida. Caminó hacia la puerta de la habitación y la abrió, encontrándose con una pequeña salita de estar, la cual estaba compuesta por un sillón maltratado, dos butacas viejas, una mesita de centro adornada por una tela blanca con un florero encima y las paredes estaban cubiertas por un papel oscuro, haciendo que el lugar fuese más tétrico todavía. Realmente se preguntaba qué clase de Muggle podía ser esa mujer para vivir en un lugar así. A ella le encantaban los lugares oscuros, pero en aquella casa no había nada decente y todo estaba bastante maltratado. Sabía que esa clase de personas eran no más que alimañas, pero no podía entender cómo es que vivían de tan mala manera. Caminó hasta el lugar desde dónde se veían luces y se encontró con un recibidor de lo que parecía ser una tienda.

El día que cambió mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora