Acompáñame, sujétame el meñique, acelera el paso y no regreses la mirada, en este lugar no merecen nuestro merodear. Vamos, convéncete de que es lo correcto, no te conozco y eso me impide fallarte.
Hemos pasado demasiado tiempo preguntándonos qué es lo que de verdad merecemos y nena, ya lo tenemos, pues tú sobresales entre todas las amapolas y yo, yo sé ser único a mi manera; entonces... Tenemos lo que merecemos.
Vamos, tus pies ya sólo rosan el suelo, ya nada puede detenernos, entonces seamos libres, despojemos al mundo de nuestra presencia, abandonémoslo y que se quede con la agonía de vivir sin nosotros. No me sueltes, siente mis pulsaciones a través de mi muñeca, mientras yo miro como se te enrojecen las mejillas, llena tus pulmones de aire y que espera a que la sangre te refresque el cuerpo; no te canses, no de mí, sujétame, aunque ya no tengas fuerzas.
Sigue confiando, te prometo no desfallecer, sólo quiero sacarnos de aquí, mudarnos a la colina. ¿Y qué si los barcos se pierden en el mar?, ¿y qué si los mensajes no llegan a la orilla?, el mundo ya no necesita que lo guíes y tú nunca necesitaste del faro para brillar.
Vamos, cierra los ojos y que el viento se te enrede entre el cabello, pronto estaremos en la cima, siendo parte de los hormigueros. Pronto apuntaremos nuestras narices al cielo y podrás intimidar al sol con tu mirar. Vamos, abre tu corazón y asegúrate de aferrarte a mis sueños, pues los vivo a través de ti y nena, no quiero parar de soñar.