SIN CONTROL XII

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Cuando era mas chica, casi de la edad de Thomas… No, más pequeña aún, mi madre siempre me hablaba de la gran Freyja. Una Diosa que lloraba lágrimas de oro rojo cuando su esposo Od la abandonaba por largo tiempo y que era venerada por todos ya que ella escuchaba con mucha atención las oraciones de amor que le hacían los amantes, a simple vista podrías creer que ella era una mujer muy femenina, llena de gracia y compasión, de esas mujeres que ves por la calle y solo irradian un ambiente cálido y calmado, más aparte de que es poseedora de una gran belleza. Pero no es así, mi madre me habla de ella con mucho énfasis porque Freyja estaba un poco lejos de ser una mujer calmada, era ella quien encabezaba a las valkirias, al final de cada batalla ella reclamaba a la mitad de los vikingos muertos en dicha batalla, hasta Odín le permitía llevarse una parte de lo que era suyo, así de grande era su poder y veneración, pero además de eso, ella era totalmente dueña de si misma, no le pertenecía a nadie, solo a ella y a nadie más.

Cuando mi madre conoció al que era mi padre le pidió por mucho tiempo a Freyja una familia basta, ser capaz de darle una gran descendencia a mi padre, dice que en una de las festividades se puso las ropas para sacrificio y con la cara toda pintada de blanco tomo a un cordero y haciendo oración a la gran Diosa le pidió ser capaz de concebir hijos fuertes. Siempre me pregunte porque mi madre me hablaba de Freyja, quizás ella también esperaba a que yo fuese una mujer fuerte, capaz de ser reconocida al punto de ser merecedora de grandes cosas, quizás… Solo quizás.

- Se siente frio, mi cuerpo se siente muy frio. Quisiera una cobija o quizás una pequeña fogata, el aire se siente hasta cierto punto insoportable – Se decía Sylvia mientras se desangraba en el piso – Es muy probable que ya este a punto de morir, jamás pensé que la muerte fuera tan helada, al menos ya no tengo dolor o quizás se ha vuelto uno conmigo. Supongo que es momento de cerrar mis ojos y dejar que esto al fin termine. Me pregunto si Odín me dejara entrar al Valhalla – Decía Sylvia mientras se hacía cada vez más difícil respirar y su mirada era consumida – No, no creo, no he muerto en batalla y mucho menos he sido valiente, he tenido tanto miedo y fui tan débil que no lo creo posib…….-

Con una ultima lagrima Sylvia dio un suspiro y sus ojos se quedaron en blanco, ningún signo de vida había quedado ya en ella. Mientras tanto, en la aldea donde ella ya había yacido la gente ardía y gritaba en pánico. Dicho lugar era un festín de sangre, aquel monstruo y unos cuantos lacayos de la bruja fueron suficientes para sembrar un dolor y un pánico enorme, llegaban a las casas y atacaban a todas las personas que viviesen en aquel lugar, tomaban personas lesionadas que no habían muerto al instante y les permitían correr haciéndoles creer que les perdonarían la vida, pero cuando estaban un poco lejos se abalanzaban a ellos y les arrancaban la cabeza, sin contar que incendiaron por completo el lugar. Aun así, todo eso no era tan desastroso como el que se estaba empezando a avecinar en Ashcaba, donde aquella bruja acababa de llegar.

Todo el pueblo que de por si ya era el nido de tristeza y violencia era arrasado por una ráfaga de fuego que soltó aquella visitante, desde el momento en el que postro sus pies en aquel pueblo la tierra empezó a soltar humo y un olor a acido se hizo latente, después, las ráfagas de fuego, mientras había gente corriendo envuelta en llamas, la otra parte que se había logrado escapar de ella era abatida por un aire que tenia veneno, los que lo olían sangraban por los ojos, nariz, boca y oídos al instante, era como si su cabeza explotara por dentro, sin contar con los demás que eran aplastados y pisados por la gente que huía, en su mayoría todos eran niños pequeños y abuelos. Una escena escabrosa era la que se vivía y una mujer gozosa que caminaba cual jardín de rosas sobre los cuerpos y el dolor, hasta podría jurar que estaba bailando, dando vueltas, gozando, ya que, hacía tiempo que no se divertía de esa manera.

En el otro pueblo donde estaba el monstruo se acerco la niña a la cual Sylvia había salvado, ella intentaba llevarse el cuerpo y ponerlo en un mejor lugar. A tan corta edad era asechada por una gran culpa, pues por ella y su familia aquella joven amable que estaba dispuesta a darlo todo por salvarla se encontraba ya sin ningún rastro de luz y vida, a demás de ver a alguien muerto por los crímenes que le fueron impuestos era espectadora de como su pueblo y su familia eran consumidos por el horror. Cuando logro llegar a Sylvia uno de los lacayos alcanzo a verla y postrándose detrás de ella, le lamio el cuello y luego, con una de sus largas uñas le corto el mismo y la tiro al piso, así, la pequeña que ninguna culpa tenia de los pecados que su propia familia le impuso, también se desangraba a un lado de quien se intentó llevar de aquel infierno, en seis o quizás trece segundos la pequeña murió y su sangre se conecto con la de Sylvia, al menos, de alguna manera logro su cometido, llego a ella.

EL MONSTRUO DE LOS SENTIMIENTOS PERDIDOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora