Capítulo 6: "Cisne negro"

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El teniente Orrel no tenía tiempo que perder, si deseaba encontrar al maldito nazi debía aprovechar cada tiempo libre que tenga, si hacía falta no dormir entonces que así sea, si hace falta no comer que así sea

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El teniente Orrel no tenía tiempo que perder, si deseaba encontrar al maldito nazi debía aprovechar cada tiempo libre que tenga, si hacía falta no dormir entonces que así sea, si hace falta no comer que así sea. No le dará descanso al maldito nazi infeliz. Rastreo como si fuera un perro el lugar donde fue encontrado Konstantin muerto, se había suscitado una batalla en aquellos árboles de abedul, rastros de sangre, partes de cuerpo cubiertas por el frío, todo ahí olía a muerte y pólvora, traía de las correas unos perros antitanque, durante su estadía en San Petersburgo había entrenado a estos animales para cazar desertores en los lugares más imaginativos que pudiera conocer, y había notado algo peculiar, si le daba alguna prenda u objeto en específico a los animales eran capaces de rastrear a una persona. Había escarbado por horas, pero sabía que había una posibilidad, cuando el muerto Ivanov ataco al nazi logró rasgarle alguna parte del cuerpo y con ello un pedazo de tela negra quedo cubierta de la sangre del alemán. Y con ello sabía que se podía beneficiar en buscarlo, le dio al perro principal a oler dicha prenda, este animal la olfateo y prosiguió a guiar al teniente por los senderos. Sergéevich paso trotando junto a los canes una hora entera, el frio le estaba comiendo las manos que le sudaban y congelaban; se vio obligado a darle un trago al ron de su chaqueta para mantener el calor, pero sus amigos caninos solo parecían hambrientos y con deseos de algo para comer, dichos animales están acostumbrados a temperaturas bajo cero lucían más animados que Orrel.

—Bueno, coman, coman...—Le arrojo un pedazo de tocino a cada perro y su favorito era el más gordo y musculoso de todos, este perro pegó un brinco y con su hocico lo atrapo en el aire, descanso un rato sentado cerca del comienzo de un puente, molesto se daba cuenta que no encontraría al alemán, tal vez no esa noche o...si se toma unas horas más tendría la posibilidad de... ¿de qué? Se distrajo unos momentos mirando el río correr, como si nada importara y como si se hubiera desconectado de la realidad unos momentos, como si su visión se hubiera aclarado en la oscuridad distinguió un brillo, el perro ladro a la dirección del brillo en casualidad, se asomó mejor y notó una medalla en el fondo. "Una cruz de hierro" más adelante logró descubrir los restos de una trampa para osos y sangre del nazi; los perros estaban alborotados localizando el rastro y guiando a su amo, eso significaba que se había estado arrastrando por la nieve sin rendirse. —Eso maldito bastardo, arrástrate como el animal que eres... —Maldecía entre dientes, cruzo y luego llegó a una larga hilera de fincas y cochineros, todos vacíos de habitantes, todos los agricultores habían guardado su ganado y seguro se refugiaban en el subterráneo. Debía darse prisa, ninguno de sus superiores sabe lo que está haciendo en ese lugar, apretó el pasó y le indico a las bestias seguir buscando el rastro.

"¡Rápido! ¡Lo necesito vivo! ¡Para yo mismo matarlo con mis manos!" No podía darse el lujo de que se le muera por el frío. Pensaba Orrel con una pequeña sonrisa mostrándose entre sus dientes, como si estuviera a punto de hacer una travesura, pero no una tan inocente como lo sería la de un niño.

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Rudolph no podía decir que la llegada de Artemus le molestara pero que tampoco le alegrara mucho, estar acompañado después de esas horas de agonía era un privilegio que pocos pudieran permitirse. Pero que lo viera herido, derrotado y necesitado de ayuda lastimaba su orgullo, desde que eran desconocidos y después amigos cercanos Artemus siempre le había visto como alguien imponente e implacable, descubrirse así mismo débil y acabado lo lastimó más que las balas.

Marcha Roja[+18 Contenido Homoerotico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora