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—Mamá, ¿A dónde vamos? —preguntó el país de colores celestes y blanco. Su ropa era cómoda, consistía en solo unos pantalones grises, camisa blanca y chaleco negro. Su madre se veía realmente hermosa con aquel vestido corto al cuerpo de color negro.
—Serán solo unas horas, mio caro [mi querido]. —contestó la italiana. Se colocó encima su campera militar. Dedujo entonces el latino que irían a ver a aquellas personas.
El lugar determinado era en unas de las mansiones de la italiana que estaban a las afueras de su capital Roma. Hace tiempo que el Argentino no venia a está casona en particular. Lo hizo cuando más joven pero hace años atrás. Era extraño la razón del por qué su madre lo trajo también hasta aquí.
—Andando. —dijo ella una vez el auto paró en frente de la entrada. Argentina bajó primero, extendió la mano a su madre para ayudarla a bajar también. Cuando Italia bajó, además de portar su campera militar donde ya hacían varias medallas militares, se colocó la famosa gorra con el escudo fascista. Abrazó a su hijo y ambos ingresaron a la residencia.
—¿Por qué me trajiste también? —indagó el latino. Él estaba en pleno resurgimiento del peronismo. Era considerado potencia. Si el mundo se enteraba que estaba aquí, donde el nazi, el japonés y la italiana estaban de igual, no se sacaría de encima suyo al estadounidense y al ruso.
—Argentina, lo saprai presto. [Argentina, pronto lo sabrás]. —contestó su madre. No se hallaba del todo en calma, ¿Qué buscaban de él? Se supone mantendría un perfil bajo pero ahora... Miró detrás suyo, no solo él vino solo ¿Qué hacían aquí representantes suyos también?, ¿Qué tanto buscaban ellos de él?—. Attendere qui. Ti chiamo presto per entrare. [Espera aquí. Te llamaré pronto para que ingreses] —las puertas de la biblioteca se abrieron. Escuchó los gritos escandalosos del nazi, era sabido que estaría de ese modo de alterado, estaba siendo acorralado... Y su madre también. Cuando las puertas se cerraron, el silencio volvió a reinar. Optó por tomar sorpresivamente al ministro de su economía rudamente.
—¿Qué mierda hacen acá ustedes?, ¿Por qué diablos están cooperando? —indagó. El ministro se encontraba en una situación bastante aterradora. Jamás se esperó una reacción así de su nación.
—Mi país, calme-se, por favor. —pidió el ministro de defensa. Argentina soltó al hombre—. Nosotros solo cumplimos ordenes.
—¿Y quién dio esas ordenes? —el silencio del hombre fue la respuesta necesaria. No hacian falta palabras para saber que su presidente ordeno esto.
—Argentinien? —reconoció de inmediato la voz de aquel adolescente. Alemania estaba allí parado. Argentina notó todas las marcas y vendas que tenia en sus brazos y piernas. Se veía tan mal, tan cansado.
—Alemania. —se apresuró en ir hasta él. El alemán se aferró a su cintura. Empezó a llorar alterado. Entonces no estaban exagerando aquellos países que le brindaron información cuando le dijeron que él se veía como una persona muerta pero en vida. Los colores en su rostro parecían estar desvaneciendo. Las vendas se hallaban manchadas con sangre negra. ¿Cómo era posible que él acabará así?—. ¿Qué fue lo que te hicieron esos bastardos?, ¿URSS tiene la culpa de todo esto?
