"Me hizo daño y ahora es mi culpa."

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El temor afianzaba todas sus extremidades.

A medida que el monje la guiaba adentrándose en el bosque, las piernas de Hinata se acoplaban a la tierra, sus dientes comenzaron a rechinar y sus manos sudaban a medida que no se veía un camino que seguir, si no que tenia que evitar las raíces sobresalientes de los árboles.

Siquiera el cielo oscuro se lograba ver por las copas de los árboles entretejidas entre si.

Trató de tragar saliva, sin embargo aún tenia el nudo en la garganta al haber escuchado las últimas palabras del monje sobre Sasuke.

Aunque no le agradara el pelinegro, y su bienestar no dependa de ella, Hinata se conocía lo suficiente como para dejar que alguien muera a costa suya.

Casi chocó con la espalda ancha del otro hombre que acompañaba al monje. Se detuvieron frente a un circulo perfecto en medio del bosque, lo bordeaba un sin fin de faroles iluminando el lugar. Parecía que hubiesen hecho un pequeño cráter en el lugar. En el medio, iluminando una fogata junto a las cosas de la joven.

Hinata casi chilló. Sasuke se encontraba colgado de un árbol con los brazos cruzados sobre el pecho, su cabello caía como una cascada. Sin embargo, lejos de estar asustado, observaba todo a su alrededor como si estuviera aburrido. A diferencia del chico rubio que, al igual que Sasuke se encontraba colgado, se removía hacia todos lados sin lograr escapar.

Cuando se dieron cuenta de su presencia, el chico rubio se quedó quieto y achicó los ojos en su dirección.

—Con que vuelves, sirviente chupasangre —dijo el rubio mostrando sus colmillos.

El hombre, con la guadaña en mano, se acercó hacia el rubio.

—Hidan —dijo el monje sin mirarlo. Se acercó hacia la fogata en el centro del lugar, se sentó cruzando sus piernas y observó los troncos deshaciéndose en el fuego—. Déjalo, eso es lo que busca.

Hidan observó al rubio con una mueca y se sentó a un lado del monje en silencio.

El rubio chasqueó la lengua y cuando se dio cuenta de la presencia de Hinata le dirigió una sonrisa socarrona, con los ojos como rendijas. Hinata tragó saliva y se sentó rápidamente en el lado opuesto del monje. Observó de reojo a Sasuke. El joven observaba un punto fijo, pensativo.

—¿Estará bien? —preguntó Hinata. Apretó la tela de su kimono.

—Preguntale —respondió el monje, aún observando el fuego-. Ordenale que te diga el estado de su cuerpo.

Hinata tragó saliva y lo observó. Respiró hondo.

—El... estado de tu cuerpo —dijo. Sasuke dejó de observar un punto detrás de ella y la miró fijamente. Sus ojos se cristalizaron, su boca hacia extrañas muecas junto a sonidos indesifribles.

Hinata observó como apretaba sus antebrazos. Los presentes guardaban silencio, esperando cuanta fuerza de voluntad le costaría responder esa simple pregunta.

—Bien físicamente —respondió con la voz gruesa y ronca. Cuando terminó de decir esas últimas palabras, apretó los labios en una fina linea. Sus ojos cambiaron de negro a rojo mientras la observaba.

Una parte de Hinata presentía que si no estuviera atado, y su katana alejada de él, estaría segura que esa arma estaría en su cuello en estos momentos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo de solo pensarlo.

De repente, el rubio maldijo.

—Creí que eso de domar a alguien había desaparecido -—dijo. Se carcajeó por lo bajo—. Y yo que creía que los Uchihas eran invencibles. ¡Me han estafado!

El bosque de las luciérnagas [𝒮𝒶𝓈𝓊𝒽𝒾𝓃𝒶]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora