Los pasos de la soberana se dejaron de escuchar tras la cortinilla en señal de que ya había desaparecido tras la puerta de los aposentos. La atmósfera de silencio inundó la habitación, creando un ambiente de tensión e incomodidad entre nosotros, el amado de Ptah se mantuvo de espaldas mirando hacia los dioses que yacían en el pequeño altar a un costado. Durante varios minutos se mantuvo rígido, ignorándome, prestando atención a cualquier mínima cosa, con excepción de mí.
Aquello me ponía de los nervios, todo lo que había sucedido me había dejado, por primera vez, sin saber cómo accionar frente al soberano. A pesar de mi tremenda timidez, siempre me sentí en una posición confortable a su lado, podía ser un poquito más yo misma, porque él siempre demostró entenderme, con todo y mis fallas como princesa, con mis rarezas y debilidades. Sin embargo, hoy aquel lazo se había debilitado de alguna forma, no solo de mi parte; podía percibir la misma falta de seguridad en su actuar para conmigo, como si no supiera cómo enfrentarme luego de lo de esta mañana.
Después de pensar en todo eso, una pregunta surgió entre mis ideas, y como si no existiera filtro alguno, fue imposible retener mis palabras y el cuestionamiento salió sin más de entre mis labios.
"¿Por qué?". Fue un susurro casi inaudible, pero gracias a lo silenciosa que estaba la habitación el soberano se volteo en un segundo. Incrédulo me observó, intentando descifrarme.
Observé sus ojos con tristeza, impotencia y desconcierto. Necesitaba saber porqué me hacía todo aquello, en qué momento nuestro lazo dejó de ser algo significativo, cuándo decidió que era una buena idea romper sus promesas.
"¿Por qué, qué?", sus palabras no fueron mucho más fuertes que las mías.
"Por qué me está soltando, ¿cometí algún error?", en este punto mis ojos estaban llorosos, dejando escapar pequeñas gotas por las comisuras.
Ramsés se apresuró en aproximarse hasta la esquina de la cómoda cama, acortando en algo la distancia entre los dos.
"No, no te estoy soltando, nunca lo haría. Lo sabes", su ceño se arrugó. "Eres mi pequeña y tierna princesita, recuérdalo". Una sonrisa recta se abrió paso en su rostro, lamentablemente esta no penetró en sus ojos, lo que significó nada más que se trataba de una mueca con falta de verdad.
Estaba usando un tono suave, como si quisiera mantenerme calmada, eso me alteró aún más. Por instinto me arrastré hasta la punta del colchón, avancé con manos y piernas flectadas pegadas a la ropa de cama, como un felino. Cuando llegué con él, me paré en mis rodillas para estar más cerca de su rostro y alcé mi cara levemente para encontrarme con su imponente 1,90, me detuve en sus ojos aceituna.
"Por favor, padre, por favor no", mi voz estaba totalmente quebrada y las lágrimas descendían lastimosamente por mis mejillas redondas y sonrosadas gracias a las incontables llamas encendidas por la habitación.
Mis manos rodearon sus brazos con fuerza como último intento de súplica. Alzó su mano derecha y acunó mi mejilla contraria, con el pulgar áspero limpió la humedad que adornaba mi rostro, sin embargo era en vano, ya que, las lágrimas salían sin descanso por mis fatigados almendrados; yo como un gatito asustado me acerqué aún más a su mano para encontrar el calor que mi corazón necesitaba.
"Querida, es necesario. De lo contrario no lo haría, los dioses saben que hablo con la verdad Meritamón", sus palabras eran susurros abatidos que gracias a la cercanía eran perfectamente audibles. "Es importante para mantener el equilibrio del orden cósmico, es y ha sido así a lo largo de los siglos, corderita".
Un sollozo doloroso abandonó mis labios entreabiertos por los hipidos del llanto. Negué con mi cabeza y vi como una lágrima, casi imperceptible, rodaba por la cara del faraón. Fue rápido en limpiarla y atraer mi cuerpo al suyo para sellar un abrazo.
Sentí su respiración muy cerca de mi oído, era agitada y entrecortada.
"Por primera vez necesito que asumas tus responsabilidades y obedezcas, ¿lo entiendes, cierto?". Sus palabras se amortiguaron en mi sien, gracias a la cercanía de su boca con esta.
La verdad era que no lo comprendía en lo absoluto, no podía entender porque mi matrimonio mantendría las cosas en orden, no me consideraba una pieza tan importante como para afectar tanto en el equilibrio cósmico y en los dioses. Sin embargo, jamás antes había visto a Ramsés con tal aflicción, él siempre era firme en sus decisiones pero se percibía fácilmente que estaba siendo difícil para él, entonces subí y bajé mi cabeza afirmando a su pregunta; sí entendía padre.
Mis sollozos se hicieron aún más sonoros, quería ser comprensiva, necesitaba que el rey siguiera viendo en mí a una compañera comprensiva, no quería defraudarlo pero eso no quitaba que dolía, dolía mucho y le rogué a la diosa Maat que mi corazón encontrara sosiego y todo volviera a su posición.
Luego de unos minutos en los que sólo nuestras respiraciones eran todo lo que se oía en la habitación, el faraón pasó uno de sus brazos por detrás de mis rodillas alzándome, avanzó unos cuantos pasos hasta la cabecera de la cama y me recostó en un lado de esta. Dejó unos cuantos mimos en mi nariz y con cuidado, y sin apuros liberó mi cabeza de la pesada peluca que todavía mantenía puesta.
"Es hora de dormir princesa", dejó un delicado beso en mi sien. "Has sido muy fuerte, estoy orgulloso de ti cariño".
Antes de que se rompiera por completo la cercanía atrapé su muñeca para retenerlo.
"¿Por qué precisamente Moisés?", sé que para todos podría ser muy obvio, pero después de lo de este día sabía que había algo más allá del capricho de juntar al eterno príncipe soltero y a la princesa de palacio.
"Los dos desean algo que no pueden tener".
Esa fue la primera noche que papá me dejó ir a la cama sin cumplir todos mis deseos antes de dormir. Ese día había dejado de ser la princesa de papá, era Meritamón, princesa de Egipto. Ya no había retorno, debía comenzar a enfrentar todo lo que aquello significaba.
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Hola! Perdón la demora pero estaba concentrada en hacer todo para mi ingreso a la universidad!!! No les miento, me tiene totalmente eufórica AHHH.
No es lo mejor que he escrito pero si me ha puesto muy emocional hacerlo, tal vez puede ser complejo entender los sentimientos de los personajes, ya que, no estamos acostumbrados a ver situaciones como estas en la sociedad en la vivimos; no las tenemos familiarizadas y menos normalizadas, por lo que a mí también me ha costado abordarlo.
Eso, sentí que necesitaba aclararlo porque también ha sido una de las razones de mi estancamiento para seguir escribiendo, pero también entiendo que es parte de, y todo es aprendizaje SIEMPRE .
Les mando muucho amor y cosas lindas!
valen ;)
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La Familia Real - Meritamón, Ramsés y Nefertari
RomancePara Ramsés II, la familia y las guerras eran lo más importante. El padre de los más de 150 hijos no solo enfrentó conflictos por la soberanía territorial de Egipto; ya que, dentro de palacio se vivían otros aún más intensos. Isis-Nefert y Nefertari...