Después de ser avisada por Karoma que el Rey me quería esta noche en sus aposentos, caminé a paso rápido, pero tembloroso hasta allá. Cuando llegué me sorprendió ver todo a oscuras y a la Gran esposa real también allí en la habitación, tumbada al lado de Ramsés; él parecía estar dormido. La señora Nefertari me hizo un gesto con el dedo para que guardara el silencio y me pidió a susurros que me enfundara en la ropa de dormir que ella había reservado para mí en el sofá junto a la cama; hice lo que mandó y regrese a la cama del Rey.
-Ven querida, recuéstate con nosotros, aquí en el medio- Parecía que anunciaba de mi presencia al soberano con esa petición, ya que, cambió los susurros por un tono de voz normal.
Me recosté asustada y muy confundida. La reina Nefertari estaba aun con su peluca y sus joyas, si no fuera por su camisón de lino fino pensaría que solo está descansando, más no a punto de dormir. Subí a la cama y cuando me hallé en el medio, como Nefertari pidió, el Rey volteó y me miró de una forma que me puso incomodísima; sentí reproche en sus ojos, eso no me gustaba para nada, él era el soberano, Horus vivo, señor de las dos coronas, pero lo más importante, el rey más duro que ha tenido Egipto en los últimos años.
- Meritamón, la princesa más bella de todo el Alto y Bajo Egipto, "la que toca el sistro para Mut"- con voz melosa me dijo mientras me perfilaba el mentón con el índice de su mano.
- Y Nefertari, "por la que brilla el sol", mi querida esposa, Isis en la tierra- el soberano se estaba comportando especialmente cariñoso con sus palabras pero sus ojos estaban de un negro que solo mostraba frialdad.
Nefertari tomaba la mano de Ramsés a través de la cama, por sobre mi cuerpo, la reina estaba nerviosa, pero no confundida, ella sabía de qué iba eso, lo supe en cuanto vi sus ojos hermosos, que según mi padre yo había heredado. La reina conocía como la palma de su mano al soberano.
Ramsés soltó la mano de la reina y mirando al techo de los aposentos largó un suspiro, yo no sabía que sucedía, no entendía porque los tres hoy estábamos aquí. El Rey no acostumbraba a llamar a más de una mujer a su cama, solo en caso de concubinas o esposas secundarias, además yo nunca había sido solicitada por él. Mientras pensaba en eso, mi mente volvió al presente cuando sentí la mano del faraón en mi pierna sobre el camisón, me tensé. Él se dio cuenta y se levantó.
-Anoche tuve un sueño, y decir que fue perturbador es poco, por eso consulté con el sumo sacerdote apenas Ra iluminó por la mañana- El soberano se paseaba de punta a punta en la habitación, su voz tenía ese ímpetu que utilizaba cuando algo no le agradaba. -El sacerdote me dijo que se trataba de un mensaje de los Dioses, "Una de tu harem no reconoce tu poder y osa traicionar al Dios vivo", Paser utilizó estas palabras que no han salido de mi cabeza, pero lo que me da más vueltas aún es la pista que pudo revelarme, "La de los ojos almendrados".-
Giré mi cabeza, posando mis ojos en Nefertari, su incomodidad ya era notable, mantenía una copa de vino de dátil en su mano y bebía de ella a tragos largos, centrando toda su atención en eso.
-Mi soberano, no quiero contradecir al sumo sacerdote, menos a los Dioses pero ¿Cómo puede usted estar tan seguro del mensaje? ¿Los papiros están correctamente consultados?- La gran esposa interrogó cautelosamente a Ramsés, ella surtía efectos inigualables en el Rey pero este no cambió su postura. Sus brazos seguían cruzados, marcando los bíceps trabajados gracias a los entrenamientos de espada.
-Nefertari, querida, tu esposo es Ramsés, el amado de Amón, engendrado por Ra. Los dioses no se equivocaron con sus señales. Aquí hubo una traición y debe ser castigada pero como los Dioses no fueron del todo claros he decidido lo siguiente...- Estaba temblando, yo no había traicionado a nadie, menos a mi soberano pero decidí callar.
-...El castigo será que cada una deberá tomar una daga y trazar sus brazos a lo largo, haciendo descender la sangre hasta una copa que deberán entregar de ofrenda al dios Amón, para que él la beba, será en forma de agradecimiento por haber advertido de la traición. Pero como soy un Rey benevolente con quien ama podrán evitar el castigo si me traen en sacrificio a un siervo esclavo que haya cometido algún delito condenable.
¿Qué? No entendía absolutamente nada de lo que estaba sucediendo en esta habitación. No sabía a qué tipo de traición se refería. Tampoco creía que la Gran esposa real hubiera hecho algo contra su soberano, ella lo amaba más que a sí misma y no la veía haciendo nada contra él ni contra el reino. Algo aquí no estaba claro pero lo que sí era un hecho es que tenía un castigo sobre mis hombros y no me atrevía a contradecir al faraón.
-Bien, ahora vamos a dormir, ha sido un día largo y necesito descansar- Horus vivo se recostó nuevamente en la cama, a mí derecha - Nefertari, ve al harem y déjanos a Meritamón y a tu rey aquí- Nefertari se levantó con la elegancia que la caracterizaba y caminó hasta que la vi desaparecer por las grandes puertas custodiadas por los soldados del rey.
Me quedé a solas con Ramsés, muy perturbada por lo que había pasado, él se acostó de medio lado y me sonrió mientras acariciaba mi brazo izquierdo, el que al instante se erizo por el tacto de mi padre.
El faraón nunca había traspasado el límite conmigo, él era muy celoso con mi pureza y yo me sentía tranquila con eso, pero hoy todo era extraño y no podía prever lo que pasaría.
-Meritamón, querida, esos ojos almendrados me desquician, tienes la misma belleza que tu reina y la misma fuerza que la mía en tu mirada. ¿Deseas una copa de vino? Está exquisito.
-No padre, gracias. Creí que el faraón estaba cansado, ¿Qué sucede?- Me senté de costado para mirarlo mejor.
-No hay traición, ni sueño alguno, querida. Sólo quería saber que tan fiel eras a tu soberano. Quiero convertirte en mi esposa y necesito tener certeza de que sólo tienes ojos para el amado de Ptah y por lo que demostraste eres la ideal para el puesto que tengo en mente para ti. Nefertari e Isis-Nefert están cada día más dispuestas a todo para superar a la otra, y aunque no es un secreto para nadie que tu madre es mi predilecta, también es verdad que Isis-Nefert es alguien fundamental para mí. Necesito que tú rompas con esta guerra por mi atención y así acabar con las desapariciones de las dos familias. Meritamón, mi amada, eres la elegida de Horus vivo.

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La Familia Real - Meritamón, Ramsés y Nefertari
RomancePara Ramsés II, la familia y las guerras eran lo más importante. El padre de los más de 150 hijos no solo enfrentó conflictos por la soberanía territorial de Egipto; ya que, dentro de palacio se vivían otros aún más intensos. Isis-Nefert y Nefertari...