Capítulo trece

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Desperté esperando encontrarme al faraón a mi lado, sin embargo, los aposentos reales estaban desiertos. Miré alrededor algo confundida gracias al reciente sueño; las velas estaban consumidas y los ojos de los dioses en el altar, dieron directamente con los míos, como si de alguna forma me estuvieran recordando que debía hacer lo correcto y yo, aunque doliera, estaba dispuesta a ser digna de todos los títulos y la posición que el dios rey, con el favor de los dioses, me había asignado.

Aun no entendía completamente la decisión de los soberanos, pero sin duda eso sí que lo averiguaría. Si me estaba casando por deber al menos creía merecer saber porque lo tenía que hacer. Y por qué con Moisés.

Moisés. El príncipe sin duda me atraía, era guapo y varonil, un guerrero. Sin embargo, aquello no le quitaba lo amable y encantador. Desde esa perspectiva era el antónimo del soberano; papá era duro y agresivo, pero aquello me hacía sentir tan cautivada. De todas formas, había algo que los diferenciaba por sobre todo, Ramsés me veía a mí, y cuando me miraba a los ojos, era a Meritamón a quien observaba. Para Moisés solo era la versión joven de la mujer a quien aun ama. Contra Nefertari no quería, ni podía competir, sin embargo, ya no sería la jovencita tímida e insegura.

O eso intentaría.

Mis pensamientos fueron irrumpidos por la entrada de mi dama.

"Buenos días princesa", alegremente saludó.

Después de todo los dioses no me habían desamparado totalmente, si había persona en palacio que quisiera ver y así olvidar un momento, esa era Karoma.

"¡Karoma!", la sonrisa se pintó involuntariamente en mi rostro.

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Después de haber sido alistada por Karoma y charlar de los últimos acontecimientos, la puerta de la antesala de los aposentos de los soberanos fue golpeada y por ella Moisés pedía permiso para entrar.

No logré responder nada, ya que, una cosa era aceptar mi destino y otra muy distinta era encontrarme a este frente a mi sin aviso previo. Fue mi dama la que se apresuró a pedir permiso para retirarse y para Moisés eso fue suficiente para aproximarse hasta donde estaba sentada desayunando.

"Buenos días Meritamón".

"Buenos días príncipe, ¿cómo lo trato la noche, descansó?", intenté ser lo más formal posible contrarrestando con su afectuoso saludo. La ultima vez que estuvimos solos, ambos nos comportamos insensatamente, cruzando límites que hoy era necesario volver a establecer.

Él no se mostró indiferente con mi actitud y en sus ojos se dejó ver la sorpresa por mi nuevo trato. "De hecho, no del todo bien. No concilié el sueño hasta entrada la madrugada, quedé muy preocupado por tu episodio. Sin embargo, estás mejor, ¿verdad?"

Realmente ya no le creía su interés por mí, no me dejaría engatusar, menos después de escuchar su declaración de amor.

"Si estaba tan inquieto por mi estado, podría haberme visitado o incluso consultar por mi estado. Pero está en lo correcto, me encuentro en definitiva mucho mejor". No sé como logré terminar la frase sin tartamudear o llorar, realmente estaba siendo algo altanera con mi comentario, pero si nos convertiríamos en esposos debía establecer mis limites desde un comienzo.

Nuevamente sorpresa en sus facciones. "Oh sí, por supuesto que pregunté e intenté venir, pero Ramsés no admitió que nadie te hiciera visita", se mostraba sincero, además el rey podía ser muy protector si se lo proponía "Pero me alegra verte mucho más repuesta".

Y silencio.

Un silencio imperturbable se extendió a nuestro al redor. La comida ya había sido olvidada hace bastante de mi parte y el príncipe continuaba estático de pie ante mí.

Sin embargo, mi falsa seguridad y altanería desaparecieron, y fui la primera en romper el silencio. Mis barreras de protección se destruyeron para que la pequeña Meritamón se mostrara tal cual.

Con mejillas carmesí y dedos temblorosos escondidos entre las telas del vestido, hablé. "Lo sabe, ¿no es así?"

Su mirada se posó nuevamente en mí, me sentí más pequeña que nunca. "¿Qué cosa?", fruncí el ceño. "¿Que serás mi esposa o que enterarte de ello te puso en el estado nervioso del otro día?"

"Oh... cla-claro que lo sabe todo, por supuesto", mis lagrimas no demoraron en adornar mis mejillas.

Aquello al parecer lo conmovió. Ocupó la silla a mi lado y con cuidado limpió la humedad de mi rostro. Nos miramos.

"Sí, los soberanos hablaron conmigo", suspiró. Se calló un instante y volvió a hablar. "¿Es tan horrible casarte conmigo, pequeña?".

¿Lo era? No.

Lo horrible era unirme a alguien que no iba jamás a considerarme a mí.

Bajé mi mirada a su regazo, usaba una linda tela roja en su cintura. "No, no es eso Moisés. Usted es-"

"Las formalidades, Meritamón", me interrumpió.

"Sí, lo siento. E-eres el hombre más atractivo de Egipto y el prototipo de cualquiera..."

"Pero"

"Pero, pe-pero yo no quiero casarme con alguien que no me ama, que ni siquiera se siente atraído por mí", mi mejillas estaban ardiendo por la vergüenza.

"El amor es hermoso querida, pero no es algo que al faraón o a los dioses les importe a la hora de elegir los consortes de cada quién", apreté en puños mis manos. Al rey no le importaba que me sintiera amada por mi esposo. "Sin embargo, dejando eso de lado, yo sí siento atracción por ti Meritamón, eres hermosa, la más hermosa".

Lo observé con incredulidad, y con el ceño fruncido lo corregí. "Soy la copia de la mujer más hermosa".

Con suavidad pero firmeza me tomó del mentón e hizo que lo observara. "Sí, probablemente físicamente eres igual de hermosa que Nefertari, pero en nada más. Y tal vez, incluso te confundí con ella el día que regrese, sin embargo, me he dado cuenta que eres única pequeña, eres la jovencita más dulce e inocente que he conocido, y eso, eso te hace de hecho más hermosa"

Mis estomago se contrajo, las náuseas o mariposas, no sabía con certeza, se hicieron presentes. Si el faraón me había demostrado con actos que me daba mi lugar como Meritamón, Moisés me lo acababa de decir de la manera más preciosa.

Y aunque por la mañana pensaba que no podría nunca competir contra la reina, Moisés me demostraba que después de todo le intereso. Y si Nefertari ya me había ganado a Ramsés yo le podía quitar a Moisés.

Al final del día el sería mi príncipe. 

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Hola! Espero que estén super, super bien :)

¿Será que Nefertari se queda sin pan ni pedazo? Ya veremos. He visto que no la quieren mucho, pero yo la amo, es mi reina en todos los sentidos. Lo siento JAJAJAJ-

Y MOISÉS CON MERITAMÓN?!!! no sé usted, yo lo amo. 

Hasta pronto <3

valen ;)

La Familia Real - Meritamón, Ramsés y NefertariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora