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Las vacaciones concluyeron en el inicio de marzo, terminando la época de calor para darle protagonismo a la primavera, donde flores crecían de una forma saludable y se alzaban en los espacios verdes, luciendo la belleza de sus colores

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Las vacaciones concluyeron en el inicio de marzo, terminando la época de calor para darle protagonismo a la primavera, donde flores crecían de una forma saludable y se alzaban en los espacios verdes, luciendo la belleza de sus colores. Los niños corrían contentos en los parques mientras los aficionados alzaban sus pinceles o lápices para dibujarlos, o pintarlos, con trazos finos dignos de artistas. Otra opción era fotografiar la bella vista, pero los fotógrafos hacían acto de presencia en la tarde, cuando el cielo era llenado de intensos colores que todos se detenían a adorar.

Los únicos que se parecían ignorar los regalos artísticos de los dioses eran los adultos, que se obligaban a sí mismos a seguir con su camino para no llegar tarde a sus oficios. Y los adolescentes seguían sus pasos, agobiados por volver al colegio después de descansar un corto tiempos de regalos y tareas. Sólo un puñado de jóvenes se detenían a mirar el cielo pero sus acciones siempre eran las mismas; fotografiar con sus teléfonos y publicar en las redes.

Decepcionante que un paisaje tan apasionante sea ignorado.

Kim Jennie solía pensar y mirar mal a los mayores que lo hacían, pero con el transcurso del tiempo se volvió en la sombra de lo que juró odiar en sus largas tardes en los parques. Luego de años entendió los pensamientos de los adolescentes y por esa misma razón, tenía mala cara esa mañana.

Su seria expresión que utilizaba como un mal hábito estaba presente en sus afiladas facciones y el moreno de su piel estaba colocándose rojo en la punta de la nariz por la alergia que la tomaba como víctima en esa estación. Su favorita en la infancia, pero su enemiga en la adolescencia.

Sin embargo, en descoordinación con la carencia de emoción por volver a clases escrita en su rostro, sus felinos orbes mostraban un pequeño brillo de felicidad. Paseaba por las concurridas calles de Seúl con un paso seguro gracias a la canción que sus auriculares reproducían; Olivia de One Direction. Dicha canción se ocupaba de subir su excitación pero aún así, la picazón de su nariz se encargaba de ocultar la sonrisa que quería asomarse.

Estaba llegando a su colegio cuando con el fin de la mágica y animada canción, los rociadores que se encargaban de darle vida a las flores y el pasto, se encendieron. Sino fuera por sus reflejos, seguramente su buen humor se hubiera esfumado y estaría empapada de pies a cabeza.

-Sólo un idiota terminaría mojado.-Su mejor amiga se colocó a un costado suyo, recitando lo que su mente pensaba sin pelo alguno en la lengua. Su tono altivo llegó a los oídos de algunos compañeros recién llegados y los que terminaron con la parte inferior húmeda la miraron con rencor, sin valentía alguna para defenderse.

La protagonista miró con las comisuras de sus labios ampliándose a su compañera de locuras, Im Nayeon. Ésta le devolvía la mirada con orgullo y se mantenía de pie de igual forma, ignorando las miradas de odio que algunos le dirigían.

-¡Te extrañé tanto!-Confesó abrazando el brazo de la altanera mujer, siguiendo con sus pasos coordinados su camino.

-Nos vimos ayer.-Le recordó la contraria pero pasando su brazo desnudo por los hombros de su amiga, pegandola a su cuerpo con un cariño especial. Im Nayeon podía tener toda la mala reputación del mundo, pero también era reconocida por lo protectora que era con la pequeña extranjera.

little miss perfect | k.j & k.jDonde viven las historias. Descúbrelo ahora