40. "Historia"

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1 semana después

El día había comenzado con la noticia que probablemente habría alegrado toda mí mustia estadía en el hospital: la Legión había regresado del infierno hacía dos días. Erwin había regresado, al fin.

Mis expectativas nunca fueron altas, nunca quise ser una mujer soñadora. Soñar era peligroso dentro de los muros, desde la caída de Shinganshina. Desde que tuve que aprender a valerme sola, supe que yo jamás iba a ser lo mismo de antes. No había lienzos, ni almuerzos con mí madre, ni puestas del sol en la colina cuando subía a buscar leña. Pequeños momentos que ya no eran nada. Pero esto era lo que tenía. Y si quería mejorar al completo, tenía que ser paciente. Mí inusitado miedo a los hospitales podía esperar a que me recuperara, para volver al lugar que llamaba mi hogar.

Ni siquiera sabia nada de Eren. Era cierto que el ya no era un niño, y que podía arreglárselas casi solo, pero había sido muy descuidada con el. Eren es valiente, pero inestable. Se que el me aprecia de alguna forma, pero supongo que estamos mejor así: lejos. El huyendo de mi, y yo huyendo de el, pero con los recuerdos y sentimientos intactos.

Recuerdo una vez que Mikasa simplemente se acercó a hablarme. Sin decir una palabra al inicio, acompañándome en silencio mientras arreglaba un poco mi equipo de maniobras antes de su primera expedición fura de los muros. Hasta que simplemente dijo: "Recuerdas a Carla cuando hablas con Eren. Tu corazón se ablanda, y lo tratas como si fuera tu hijo."

Solo pretendí olvidarle, así que en el momento sonreí sin mas. Pero ahora mismo, aquella parecía ser una dolorosa razón para nuestro alejamiento. Y de todas formas, yo jamas dejaría de preocuparme por el.

Cuando Laura Kirchstein vino a visitarme, trayendo consigo algo de comida recién horneada, fue el día en que me permitieron volver en carruaje a la Legión. Ella me saludo con dos besos en la mejilla, diciendo que me escribiría. Bueno, a Jean y a mi, aunque no estaba segura de si el respondía las amorosas cartas de su madre. Y eso era algo en lo que aun no podía acostumbrarme: Jean era mi hermano biológico. Borré esos pensamientos de mi cabeza, negando levemente para mi misma, y arrugando la nariz como Sasha solía hacerlo cuando olía comida a kilómetros de distancia. Extrañaba a todos, honestamente.

No pude contener una sonrisa cálida cuando vi a Nifa, Keiji y Kurt acercarse hacia la entrada: me estaba esperando. El pecho se me infló en una mezcla de nostalgia, orgullo y alivio al saber que habia sobrevivido.

Kurt abrió la puerta con delicadeza, cruzando su mirada grisácea con la mía. Sus ojos sonreían, achinándose de manera tierna; y su boca, en una mueca ladina y confusa que me hizo soltar una corta risa. Parecía un pato con serios problemas de congestión nasal. Extendió sus manos para que yo les pase mis muletas, enclenques y de madera sucia. Puse los pies en el suelo lentamente, y rápidamente me extendió las muletas, y tragué en seco al sentir el ardor en la planta de los pies vendados. No tendría que estar usando zapatos, pero no sucedía mucho si los usaba por minutos al menos.

-Te abrazaría muy fuerte, pero tengo miedo de que hagas cortocircuito o algo así- rió, y alcé las cejas ante su sorprendente aire feliz. Su sonrisa se borró otra vez, y se acercó para dejar un corto beso en mi frente.- Estábamos preocupados... Jamás quise quedar en estos términos contigo, y no podría perdonarme nunca por alejarme así de ti. Austin no lo habría querido, y yo lo defraudé...

-Kurt, tranquilo. Todo está perfecto.- le sonreí, sobando cariñosamente su hombro.- Gracias por preocuparte.

-Estaban, ustedes dos.- interrumpió Keiji, y yo solté un suspiro ante sus aires de desinterés. Nifa golpeó su hombro, frunciendo el ceño.- Hay cosas el triple de importantes.

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⏰ Última actualización: Jan 19, 2022 ⏰

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Annette • SnKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora