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Me encontraba de pie con los brazos cruzados esperando a que el señor terminara su trabajo.
Los últimos días, estuve sin saber cómo sentirme, agradeciendo que mínimamente el miedo, la inseguridad o ansiedad hayan desaparecido. Suponía que mi mente estaba harta de los pensamientos y emociones tan bipolares que estaba transitando, los cambios de estado habían consumido todo, que ahora me encontraba sin sensación o emoción alguna.

Tenía mucho tiempo para pensar y lo hacía, no sabía lo que la vida me tenía preparado pero lo que sí acepté era tratar de vivir mi presente lo que más pudiera y aprovechando mi falta de emoción.

— Ya está señorita— gira a verme— puede probarlo y decirme si funciona.

Camino hacia el sillón en busca de mi laptop y abro la aplicación correspondiente. En esta aparecía el señor de frente y yo en el fondo sentada.

— Si, está perfecta— le sonrío.

El técnico baja de la mini escalera y comienza a guardar sus herramientas.

Una de las desiciones de los últimos días fue comprar una cámara de seguridad, necesitaba muchas respuestas de aquel día y mi opción era tener vigilado el departamento todo el tiempo que me encontrara afuera, incluso, cuando estuviera en casa también.

— Esto es para usted— le tiendo dinero al hombre antes de que se vaya.

— Oh no señorita, la colocación ya viene incluida en su compra.

— Insisto, por tu trabajo— lo acepta y se despide.

Al cerrar la puerta levanto la vista encontrando a la cámara en una esquina lo más escondida posible, no quería que nadie la note, incluso Camila.
No quería seguir sonando como loca, aunque ella nunca desconfiaría de mi sabía que le era difícil de creer que ese día pensé que alguien estaba en el baño cundo no era así. Suficiente tenía con vivir con las preocupaciones que lo demás tenían sobre mi, creían que estaba mal por lo vivido, y si lo estaba, pero preguntándome sobre aquello y asfixiándome con cuidados, nunca iba a lograr superar todo esto.
Lo único que necesitaba ahora era averiguar lo que sucedía en mi casa, sea algo paranormal o algo peor para mi, que estén espiándome.

Mi celular había sonado con un mensaje de Fede, avisándome que iba a venir a verme y charlar sobre la visita del oficial y esperaba que no haya necesidad de volver a declarar.

— ¿Cómo estas?

— Bien, muy bien— esto último lo digo algo irónica— ¿vos?

— También— se sienta junto a mi y me mira cambiando su semblante a uno serio— pero un poco estresado por esto.

— No sos el único— hago una mueca apoyando mi cabeza en mi mano— ¿pudiste hablar?

— Si— suspira— primero hable con el primer oficial que te tomo la declaración, él no sabía nada sobre la acción de Fernández.

— ¿Es joda?

— No— se acomoda— supuestamente él iba a cerrar el caso, no tenía la intención de seguir. Tampoco sabía quién estaba al mando, nadie se ocupó realmente.

— Pensé que él lo estaba ya que me había hecho las preguntas— le muestro mi confusión— entonces Fernández no está al mando.

— Te equivocas. Fernández nunca dejó de interesarse en el caso pero cuando vio que lo iban a cerrar él lo abrió aún más poniéndose al mando.

— ¿Y ahora qué?— suspiro frotándome el rostro.

— Fernández quería hablar con vos sin presiones, sin yo ahí, tu abogado al lado— hace una mueca— esperaba que vos le brindes respuestas pero al no hacerlo desconfía más de vos— no lo puedo creer, lo que faltaba, pensé— La verdad Iri es que...— me mira— esperábamos que esto iba a pasar.

Rehén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora