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Porque los lunes y yo no nos llevamos bien, esa es la escusa que pensaba mientras conducía rumbo a mi trabajo, obviamente que con veinte minutos de retraso. Aunque la haya pensado no la diría, mi trabajo es profesional al igual que yo, pero sí la culpa la tenía ese canal de televisión donde pasaron esa película que hizo que me pegue al sillón a verla y quedarme hasta altas horas de la noche.

Estacioné el auto en la plaza correspondiente, y antes de bajar agarre mi bolso que se encontraba en el asiento de acompañante, al bajar controlé la falda que no se haya subido, coloqué la alarma del auto y comencé a caminar hacia la puerta del ascensor. No iba a correr ya que eso no iba a remediar los veinte minutos de tardanza, además que mis tacos me lo impedían.

Podía escuchar el ruedo de mis tacos al pisar el suelo y miré para ambos lados viendo si era la única en la plaza. Una camioneta negra pero totalmente negra con vidrios polarizados, llamó mi atención. Estacionada a un rincón, apartada de los coches lujosos de los empleados del banco. No me di cuenta, solo cuando mire frente a mí para ver la puerta del ascensor, que había frenado mi caminata. Me encontraba parada mirando sin ningún disimulo a esa camioneta negra, volví a ver el ascensor y en conclusión ya lo tenia a unos treinta pasos de mí.

Traté de afinar la vista y comprobar que no me estaba equivocando, los vidrios polarizados lo complicaban aún más. La silueta de un rostro con facciones bastantes definidas hizo que tenga el impulso de caminar hacia esa camioneta y comprobarlo de cerca.

Agarré mi bolso y busqué mi celular, el nombre de Sebastian era lo único que quería encontrar en mi lista de contactos, él era el encargado de la seguridad del banco. Ni siquiera apreté el botón verde porque el ruido de un motor inundó toda la plaza de estacionamiento. Mi corazón se aceleró y la acción de respirar se me dificultó. No sabía si caminar a la puerta del ascensor o quedarme parada, aunque mi cabeza gritara que suba de una puta vez al puto ascensor, me quedé en el mismo lugar hasta que perdí de vista a esa camioneta cuando se perdió por la calle y todo ese trafico que dificultó aún más mi llegada al trabajo.

— Perdón Javier, mala mía.

— Varias malas tuyas Irina— hago una mueca dejando mi bolso en el escritorio y sentándome para poder prender la computadora— pero como sos mi mejor empleada te lo perdono, pero que no se vuelva a repetir.

— La última vez, lo prometo— le regalo mi mejor sonrisa.

— Déjà vu— frunzo el ceño— ¿podés creer que siempre decías lo mismo?

No le respondo ya que su teléfono suena y él atiende. Veo venir a Camila e instantáneamente coloco el teléfono en mi oreja.

— Si, claro como no. Estamos tratando de solucionar ese problema— asiento a lo que mi 'supuesto cliente' me está comunicando y miro frente a mí donde ya está ella sentada en la silla— Usted no se preocupe que todo será resuelto.

—Uh... estás hablando por telefono— hace una mueca y yo saco el teléfono de mi oído para apoyarlo en mi hombro.

— ¿Qué necesitas?— ella se encoge de hombros y las ganas de tirarle la carpeta de mi escritorio por la cabeza, aumentan— ¿es urgente?— levanto una ceja.

— Solo te quería contar que volví a hablar con mi ex...

— Estoy ocupada— muevo el celular para que ella lo mire— en el almuerzo me contas, ¿si?

— Esta bien— suspirando se levanta y se va.

No es por mala pero la chica ya me tiene arta que siempre que podamos hablar, hable de su ex. Que ni siquiera creo que sea su ex porque vuelven y cortan de nuevo, tienen un desequilibrio bárbaro. Saco la carpeta que había quedado en mi bolso y las dejo en el escritorio mientras veo que Javier sigue hablando por teléfono.

— Irina— lo miro— necesito que por favor me informes sobre el dinero de cada caja fuerte, lo que fue sacado y lo que se puso, ¿ok?

— Sí.

Traté de hacer el trabajo rápido pero bien, no quería estar todo el día matándome con solo un tema, además quiero poder irme a casa antes para poder descansar lo que anoche no pude. El rumor de que había una secretaria nueva se corrió, pero se corrió mucho más rápido que era la amante de Javier, mientras iba al baño la pude ver y buena impresión no me causó. Su camisa súper ajustada y su pollera tubo al ras de su trasero, ya algo decían. Lo que más raro me parecía era que Javier no le haya llamado la atención por su vestuario, porque a mi me lo hizo por tener la camisa un poco ajustada a lo que estoy acostumbrada, eso puede que confirme que si tienen algo.

Tampoco quería juzgarla a la primera vez de verla pero me era inevitable, yo también uso la pollera unos diez dedos arriba de las rodillas, la camisa no es tan ajustada y debes de zapatos a lo abuela uso tacones. Camila junto a mí somos las más jóvenes de la empresa, mantenemos nuestro estilo de jóvenes pero nunca nos arriesgamos a camisas tan ajustadas y polleras súper cortísimas.

Veo el reloj y compruebo que ya es la hora del almuerzo, veo venir a Camila y agarro mi bolso para comenzar a caminar hacia el ascensor.

— Tengo que ir al baño ¿me acompañas?— asiento y la sigo.

Mientras ella entra a un cubículo yo arreglo mi pelo y mi ropa, lavo mis manos y espero a que salga.

— ¿Viste a la nueva?

— Si— hago un mueca.

— Una pinta de zorra...

— No la quiero juzgar sin conocerla pero creo que tenés razón— busco en mi cartera el corrector de ojeras y se lo paso para que se arregle sus supuestas ojeras.

— Mi sexto sentido nunca falla Irina.

— ¿Tu sexto sentido sería detectar a zorras?— río.

— Puede ser...— me guiña un ojo y ruedo los ojos suspirando— y también puedo detectar la manera en la que Sebastian te mira.

— No empieces...

— Oh si— se acerca más a mí señalándome con el corrector de ojeras— ¿Cuándo te vas a dar cuenta que después de esa vez lo dejaste...— mueve la cabeza buscando la palabra — loco por vos?

— Fue solo una vez y por el alcohol, sabes lo que pienso acerca...

— Acerca de relacionarse con compañeros del trabajo, lo sé— me mira irritada— pero por lo menos admití que también te gustó— miro mi cartera para no mirarla a la cara y muerdo mi labio.

— No te voy a mentir, me gustó pero solo el momento— saco mi celular— tiene un lindo cuerpo y fue tierno— me encogo de hombros restándole importancia.

— ¿Tierno? A mi la ternura no me va en la cama, y yo se que a vos también.

— Ok, ok, ok, ya pasó un mes de eso y ya sabés que aunque me halla gustado lo que hicimos esa vez no dice que el también me guste.

— Lo sé— me entrega el corrector— pero si yo fuera vos, una chica hermosa con un cuerpazo de diosa y si tendría a un chico tan bueno, tan trabajado y caballero, porque lo es, volvería a hacerlo si lo disfruté y él también, ¿por qué no disfrutarlo de nuevo?.

— Es lo mismo que haces vos con tu ex, yo la verdad no te entiendo.

Salimos del baño y comenzamos a caminar hacia la salida. Fue inevitable no ver a Sebastian en la puerta haciendo su trabajo de vigilancia, su uniforme lo hacía mucho más sexy de lo que es dejando que cualquier mujer pueda fantasiar con eso. A penas me vio me regaló una de sus hermosas sonrisas y yo no dudé en responderle.
Mientras saliamos del edificio del banco y Camila me iba hablándome de su ex-novio notaba una mirada sobre mí, es por eso que volteé para ver a Sabastian pero él ya no estaba mirándome sino que estaba atento a las personas que estaban entrando al banco.

Estacionada en la vereda de enfrente del banco, estaba la camioneta negra. Mi corazón se frenó al ver la ventanilla del acompañante un poco baja y con un par de ojos verdes mirándome fijamente causando que un escalofrío me recorra todo el cuerpo.

Rehén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora