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No quería pensar en nada, simplemente poder tener la mente en blanco pero en estos momentos me era imposible. Involuntariamente mis manos temblaban y mi respiración se iba agitando cada vez más mientras llegábamos, no sabía que era lo que me iban a hacer después de abrir esa maldita caja fuerte y ese era mi miedo. Necesitaba ver a mi familia para que ellos me contengan como una niña entre sus brazos y yo poder llorar tranquila pero lo que más quería era poder estar sola para descargar la ira que sentía al no poder hacer nada, que la policía todavía no haya venido, de no poder atreverme a enfrentarlos.

Miraba hacia todos y pude ver a Mauro detrás nuestro por el reflejo de los espejos de las oficinas por las que pasábamos, controlando que sus colegas hagan bien su trabajo. Sabía que estábamos llegando porque conocía muy bien el camino, había acompañado varías veces a Javier para poder depositar el dinero que le correspondía al banco de sus clientes. La zona antes era un desierto, solo las personas que autorizaba Javier tenían el acceso y la contraseña para poder entrar pero ahora estaba llena de encapuchados haciendo guarda y otros tratando de averiguar el sistema.

— Dale, hace lo tenés que hacer— me mira Mauro obligándome con su mirada cínica.

Khalil me suelta dejándome frente al sistema, comienzo a marcar los números y el sonido de solo unos segundos avisa que ya la caja fuerte está abierta. Mauro al percatarse me empuja haciéndome chocar contra Khalil, quien inmediatamente vuelve a sujetar mi brazo, la puerta se abre frente a Mauro quien inmediatamente entra para agarrar algunos billetes que se encuentran sobre una mesa de metal, su risa cínica es tan parecida al jefe que puedo jurar que ellos tienen algo que ver.

— ¡Muy bien gatita!

Tira el dinero en la mesa y me mira asustándome por completo, comienza a acercarse a mí con pasos seguros para empujar a Khalil quien pierde el equilibrio y esto hace que Mauro me agarre del otro brazo haciéndome voltear y pegarme a la pared. La bilis me sube a la garganta al sentirlo a él pegado detrás mío, su aliento asqueroso en mi cuello y su máscara rozar esa piel. El aire empieza a faltarme y la desesperación comienza a invadirme, estoy atrapada entre la pared y su asqueroso cuerpo.

— No veo la hora de poder tocarte gatita.

El sollozo se escapa y el ríe, burlándose. Me siento sucia con tan solo un mínimo toque por parte de él, no espero nada de nadie pero una parte de mi se desespera por no escuchar nada de parte de Khalil. No puedo resistir más, no puedo resistir más los besos de Mauro por mi cuello, algo salado llega a mi boca y sé que son mis lágrimas, me quiero ir.

— Tan rica...

— Soltame— le ruego mientras contengo los demás sollozos que quieren salir.

— No quiero.

El aire empieza a faltarme y se me dificulta respirar aún más por el llanto, no aguanto más. Empieza moverse en círculos detrás mío y trató de moverme para soltarme de él, se abraza a mi aplastándome más a él y separándome de la pared, vuelvo a respirar pero el llanto no me deja hacerlo por mucho porque mi desesperación no tiene límite al sentir como me sienta en la mesa de metal congelando mis piernas y él acomodarse en el medio de estas. Siento como una en mi cuello asfixiándome y pensando que es la de él empiezo a moverme tratando de sacarla, no es la suya porque las dos están sujetándome para que no me mueva. No puedo respirar y eso hace que forcejee con más desesperación, abro la boca tratando de buscar aire y es ese el momento en el que él para para mirarme, suelta mis brazos para agarrar mi mentón y verme. El aire se vuelve a hacer presente en mis pulmones y junto las fuerzas para pegarle, entre patadas y puños por el aire, una llega a él haciendo que se encoja separándose de mi. Me paro y con un poco de dificultad en mis piernas corro a la puerta para abrirla, no encuentro libertar porque choco con la máscara de calavera.

— Ey, ¿escapándote?

Me lo pregunta con tanta tranquilidad que me desespero y caigo al suelo tapándome el rostro. Siento los pasos firmes detrás mío de Mauro y un escalofrío frío me recorre la nuca.

— ¿Te pegó?— ríe el jefe— te dije que con ella no ibas a poder, estúpido. Correte quiero ver mi dinero.

Levanto la cabeza y veo a Mauro mirándome con un odio inmenso que me asusta al nivel de traumarme, Khalil pasa por su lado empujándolo para sacarlo de la sala, me quedo a un rincón pegada a la pared, no me sirve de nada que lo saque ahora cuando ya me tocó, cuando ya me dejó sucia. Bolsos negros vuelan de la caja fuerte dejándolos frente a mi, repletos de dinero, encapuchados comienzan a agarrarlos mientras otros salen con más bolsos en sus manos al igual que el jefe, quien al salir me mira para después darle una orden a Khalil.

— Khalil quédate con ella acá y contrólala, en cualquier momento nos puede servir.

"En cualquier momento nos puede servir", solo soy un objeto a quien usan para manosear y para abrir cajas fuerte. Esa frases, esa puta frase, esas seis palabras y esas treinta y dos letras, solo hicieron que me sienta una mierda, simplemente nada.

Rehén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora