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Scott, 17 años.

Durante el camino, Dean deseó hacerle muchas preguntas pero la actitud de Scott dejaba claro que no respondería seriamente. Él sólo miraba fijamente por la ventana moviendo nerviosamente la pierna mientras murmuraba cosas intangibles y hacía extrañas muecas.

Esperaba que Scott no dejara manchas de sangre en el asiento porque de lo contrario no sabría qué explicaciones dar. Lo policía llegó casi en cuanto se fueron, por lo que Dean tuvo que prestarle su camiseta y limpiar parte de la sangre, por si los detenían.

Y eso pasó.

Scott se había puesto nervioso y sólo se limitó a fingir estar dormido mientras que Dean explicaba quiénes eran, de donde venían y a donde iban.

—Escucha, yo no vivo aquí. Así que no podré ayudarte demasiado. ¿Hay alguien a quien debas llamar? Te puedo prestar mi teléfono o llevarte con algún familiar, si es que están aquí.

—¿Aquí? —Inquirió volteándolo a ver— Lo olvidé. ¿Dónde estamos?

Dean lo miró de reojo para asegurarse de que era en serio. Scott no reía.

—¿Cuánto tiempo has estado afuera? Estamos en Vancouver. ¿De dónde eres? ¿O a dónde quieres ir?

Scott se quedó meditándolo un momento. Se mantuvo en silencio un largo rato.

—Vancouver —musitó—. Bien, aún sigo en Canadá.

—¿Sabes? No puedo hacer mucho por ti si no respondes a mis preguntas, creo que es lo mínimo que puedes hacer para darme las gracias.

Scott rio.

—¿Agradecerte? Este debe ser mi pago por no matarte.

—¿Disculpa?

Él suspiró sin borrar la sonrisa de su rostro.

—Soy Scott Bernard, me secuestraron hace más de un año y quiero ir a Manitoba. ¿Feliz? ¿Qué más quieres saber?

—¿Eres... El hijo de Robert Bernard? —Preguntó sin creerlo.

Scott frunció el ceño.

—¿Me conoces?

—Mas o menos. Nuestros padres no son buenos amigos. Y has estado en muchas noticias, te buscan en todas partes, aunque si te soy sincero, con esa foto de ti con el cabello corto no creo que te reconozcan.

—¿Me buscan?

—Claro, eres el hijo de Robert Bernard. ¿Por qué no lo harían?

Ah, el hijo de Robert Bernard. No Scott, no yo.

—Sí, tienes razón —respondió con una voz fingida que Dean no notó— ¿Por qué no?

Después de un silencio, Dean volvió a hablar.

—También soy de Mantioba. ¿No deberíamos llamar a tus padres? Eres Scott Bernard, ¿por qué no estás desesperado por volver?

Scott mantuvo una mirada indiferente hacia la ventana.

—Dos cosas: una, si tomas el teléfono para llamar soy capaz de romperte los dedos y dejarte tirado; dos, dejé de sentirme desesperado hace tiempo. Eso me trae problemas.

—¿Quieres dejar de amenazarme a cada rato por un momento? Me incomoda.

—Aww, cosita —se burló.

Dean bufó.

—Lo digo en serio —hizo una pausa—. ¿Entonces? ¿No hay nadie a quien puedas llamar? Mira, mis padres y yo llegamos aquí en avión, si vienes, necesitamos identificarte y tu no quieres que eso pase así que no tengo idea cómo piensas regresar.

Scott [Precuela de Adam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora