Frío, olor a humedad, dolor de cabeza, párpados pesados y un ardor en las muñecas lo despertó.
Su ropa estaba aún húmeda y su boca seca, tenía sed y hambre. Scott trató de aclarar la vista ya que aún no podía enfocar bien. Llegó a su mente el último lugar donde había estado y no entendió por qué de pronto se encontraba atado y encerrado en esa fría habitación.
Ni siquiera habían ventanas, la única iluminación eran un par de focos alrededor. No sabía cuánto tiempo estuvo inconsciente o si era de noche o de día. Lo que más le sorprendió no era el lugar, sino que habían más chicos atados. Todos jóvenes, casi de su edad o menores.
Había un horrible silencio, nadie hablaba, pero tampoco nadie parecía tan confundido como él.
—Bienvenido —susurró alguien a su lado. Era un chico castaño de ojos marrones, parecía de su edad y estaba un poco sucio. Llevaba puesto un traje elegante, aunque estaba roto y con manchas de tierra y sudor—. No te asustes, si te portas bien, te irá bien.
Scott quiso reír. ¿Qué no se asustara? ¿De qué modo si hace un momento estaba rumbo al funeral de Emma y ahora se encontraba encerrado y atado quien sabe donde?
—¿Qué es este lugar?
—No sé mucho, tengo semanas aquí. Sólo veo cómo se llevan chicos y traen nuevos.
—¿Qué les pasa?
—No lo sé. Pero relájate, casi todos aquí somos de familias con dinero, en cualquier momento pagarán el rescate.
—¿Estás seguro? —Preguntó no muy convencido.
—Claro, ¿para qué otra cosa estaríamos aquí? No he visto que maten a nadie. Castigar sí, pero matar... Nunca.
Scott se quedó en silencio tratando de procesar lo que estaba pasando. ¿Lo secuestraron y ahora tenía que esperar a que pagaran su rescate? No, eso nunca pasaría. ¿O sí? ¿Su padre estaría dispuesto a pagar tanto dinero por su hijo que no le daba más que problemas y que cometía error tras error?
Estaba aterrado, pero contuvo las ganas de llorar. ¿Y si nadie lo salvaba? ¿Se quedaría para siempre ahí? ¿Lo matarían?
—¿Hace cuanto llegué? —Preguntó con un ligero temblor en la voz.
—Como doce horas, quizás más.
12 horas.
Había estado doce horas inconsciente, sin comer, con la ropa húmeda provocándole frío y sin una gota de agua.
¿Y si gritaba? ¿Qué le pasaría? ¿Lo matarían? Bueno, a como estaban las cosas era mejor que seguir atado.
—No lo hagas —dijo el chico como si hubiera leído sus pensamientos. Lo miró—. Sólo espera instrucciones. Tranquilízate.
Scott soltó una pequeña risa irónica.
—¿Tranquilizarme? Iba camino a un funeral y después de doce horas despierto aquí, con frío, un dolor de cabeza, atado y sin saber porqué me trajeron.
—Ya lo expliqué.
—Y no es de gran ayuda —espetó con el pánico en sus ojos.
El chico se mantuvo sereno e indiferente ante la voz temblorosa de Scott, como si no fuera la primera vez que lidiaba con un chico aterrado como él. No estuvo seguro de qué hacer y mantener la calma, como le habían aconsejado, estaba siendo muy difícil.
Reachell.
Su nombre llegó a su cabeza de repente, recordando la fiesta y la promesa de que asistiría. Pero ya habían pasado doce horas, la fiesta había acabado, quizás estaba amaneciendo. Leyla y ella debían estar preocupadas, sabían que él nunca se perdería el cumpleaños de Reachell y, de ser así, él avisaría.
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Scott [Precuela de Adam]
Mystery / Thriller[COMPLETA] En el pasado, aquel chico risueño-sanguinario sabía ayudar, se preocupaba por los demás y se esforzaba en convertirse en lo que sus padres querían. Su nombre era Scott Bernard. Y ese accidente lo cambió para siempre convirtiéndolo en al...