5. El vagabundo

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5. El vagabundo.

-...Y por eso Shine tiene miedo a los koalas.- Dijo Skyler. Yo me estaba partiendo de la risa y Shine trataba de mantenerse seria, pero la sonrisa que tenía en su boca dejaba claro que también le resultaba muy divertido el por qué de su pánico hacia los adorables koalas.

Después del almuerzo, llegamos al acuerdo de que iríamos juntas a la vuelta dado que vivíamos en el mismo barrio.

En ese instante llegamos a mi casa. Las saludé y entré en mi "querido" hogar. Ironía. Cien por cien.

Nadie en casa. La palabra "aburrimiento" parecía que estaba en el aire. Dado que no tenía tarea y ninguna actividad extraescolar me fui a un parque que se encontraban cercano a mi casa. Quise llamar a la mellizas pero no tenía su teléfono. Se me olvidó. ¡Ups!

(...)

Cuando llegué allí me senté en un banco que daba a un sitio con columpios y juegos para niños.

Niños y niñas estaban jugando todos juntos, seguramente sin importales si uno era gay o lesbiana, o si uno estaba loco, si otra era una niña pija.

A la edad de cinco años no te importa nada más que divertirte.

Sin embargo te mentiría que yo tuve el mismo trato. Como dije anteriormente, cuando yo tenía esos años, vi por primera vez a esos seres. Y ese recuerdo me llevó al de la visión que tuve hace poco. ¿Qué significaba todo eso? ¿Y si de verdad estoy loca? ¿Y si todas las veces que me decían que estaba como una verdadera chota, era en realidad todo verdad?.

Empecé a dudar de todas esas seguridades que tenía antes, de todas las veces que contradijé a la gente que me decía que yo era una loca salida del manicomio. No, no puede ser. Todo fue un sueño. Un maldito sueño que me está haciendo dudar de mi cordura. Porque yo estoy cuerda. ¿No?

Sacudí mi cabeza, como si ese gesto me quitase todas las cuestiones y preguntas que en mi cabeza empezaron a formarse.

Metida en mi mundo, decidí volver a casa. Pero, como dije, estaba metida en mi mundo y no prestaba apenas atención por donde caminaba. Y, obviamente, me choqué con algo. No. Con alguien.

Arrugué mi nariz al notar un molesto olor procedente de la persona con la me había chocado.

Salí de mis pensamientos para encontrarme con un hombre mal vestido recogiendo las cosas que se habían caído de su carro. Y no digo carro por coche. Digo carro por esos como los que hay en los supermercados.

Lexie, tienes que ayudarle.

Acto seguido le dije:- Lo siento. ¿Quiere qué lo ayude?- Gracias voz interior.

-¿Para que me vuelva a tirar las cosas? No gracias- Borde.

-Ya le he dicho que lo siento, señor. No era mi intención tirar sus cosas- La educación es lo primero.

-Pues no acepto sus disculpas, niñata- Adiós educación. Bye bye.

Mas si quise responder, el hombre se giró y apuntó sus ojos dorados en mis pupilas azules. Me di cuenta en ese instante que su cabello era dorado, pero estaba sucio.

Una sonrisa apareció por sus labios agrietados. Asco.

-Tienes el pelo muy bonito.- dijo el hombre. 

-Gracias.- Le respondí aúnque no me creía del todo. Mi pelo era rubio platino tirando a blanco. Nunca me gustó mucho, realmente, y por eso lo tenía cortado sobre mis hombros. 

Justo en el instante en el que decidí que lo mejor era irme a mi casa, el vagabundo habló:- Tus ojos son idénticos a los de tu madre.- Me puse en alerta. ¿Mi madre? ¿Sabía quién era? ¿Sabía de donde vengo? ¿Quienes eran mis padres?.

Millones de preguntas empezaron ha formase en mi cabeza.

-¿Perdona?- Me enorgulloció haber conseguido formular una palabra.

-Tienes los ojos iguales a los de tu madre. Azules eléctricos. ¿Sabes? Amé esos ojos por muchos años. Y a tu madre- Su voz se tiñó de nostalgia y sus ojos dorados se volvieron malinconicos- Fui su novio por algunos meses. Era tan bonita, frágil, inteligente... Era obvio que conmigo no encontraba la felicidad. Sólo era un mísero joven. Y claramente ella pensaba lo mismo. Fue mi primer amor, mis primeras locuras. Nunca le dije cuanto la amaba. Fue un terrible error. Y, por supesto, tu padre se la merecía y mucho. Tienes su pelo. Bueno, no exactamente pero parecido.- Paró de colpe. Yo estaba en estado de shock.  Conocía a mis padres. Él la había amado.

-Niña ¿Estas bien?- Negué. ¿Cómo quieres que me sienta si me acabo de enterar que hay alguien que conoce a mis progenitores?

-Em... Realmente no.- Conseguí decir.

-Mejor nos sentamos.- Dijo el señor. Únicamente asentí.

-Por cierto, me llamo Pesthy. ¿Y tú?-Preguntó Pesthy, cuando nos sentamos.

-Lexie.- Sus ojos no paraban de mirarme. Me removí incomoda en mi asiento. Una extraña "fuerza" me empujaba para decirle mi otro nombre. No podía seguir mintiendo. Y sentí como si podía confiar en Pesthy.- Pero hay alguna gente que me llama Cashia.- Él levantó sus cejas, como gesto de sorpresa.

-¿Cashia?- Volví a asentir- No es un nombre muy común. Ni siquiera para nosotros.- La última oración casi la sussuró.

-¿Nosotros?

-Claro, lo que somos nosotros. Tú,  yo y muchos seres más.

-¿Qué soy?

-¿Nunca te lo dijeron?

-No.

El vagabundo me miró intensamente, y nos vimos metidos en una lucha de vista para ver quien cortaba antes el contacto visual.

Perdí.

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2015 ⏰

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