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Un día más... o un día menos depende de como cada uno lo sienta.

En mi caso mi vida se ha convertido en una cuenta regresiva de días que se suceden uno tras otro simplemente dejándolos ir, esperando o incluso a veces deseando que pasen aún más rápido para finalmente encontrar esa paz que definitivamente he perdido.

Quizás pueda parecer un poco negativo de mi parte, pero la realidad es que perdí las ganas de vivir. 

Me llamo Jungkook y con tan sólo 22 años siento que no hay nada que pueda devolverle el sentido a este bucle interminable de acciones sin emoción a la que llamo mi rutina diaria.

Justo ahora me dirijo a la parada del autobus que me lleva a mi trabajo. Un viaje que dura aproximadamente 50 minutos si con suerte el tránsito de la mañana está tranquilo. ¿Porqué trabajo tan lejos se preguntarán? Pues, porque cuando comencé en el hace casi dos años me era conveniente. 

Por aquellos entonces había empezado a cursar la Universidad con mucho entusiasmo y necesitaba algún trabajo cerca al edificio para poder cumplir mis horas laborales sin descuidar mis estudios. Trabajar en una multinacional puede parecer cansador o incluso explotación a veces, pero no es tan malo.

Mis primeros meses los pasé en el depósito, acomodando articulos por aquí y por allá, ayudado por mi buen estado físico (que ya casi no mantengo salvo por el ejercicio del mismo trabajo). Luego de varios meses de buen desempeño me trasladaron a la zona de ventas, para asesorar a todas aquellas personas que alegremente venían a comprar muebles o artículos para sus hogares. Era un buen trabajo sinceramente, lo sigue siendo en verdad, sólo que aquel Jungkook que aconsejaba y charlaba vivazmente con cada cliente ya no existe, porque este Jungkook ya no se preocupa por los clientes que se pierden entre las estanterías del gran almacén, ya no pregunto si están remodelado su nueva casa, o si es la primera vez que tienen vivienda propia, ya no, este triste y desganado Jeon Jungkook sólo cumple su horario. Como si de un robot se tratara, llego puntual, marco mi tarjeta electrónica en la entrada, y durante las horas que paso allí dentro soy un ente que contesta en automático.

En realidad estoy en automático desde hace ya casi un año... Un año en donde mi vida entera se convirtió en un gran almacén vacío de sensaciones. 

Hace ya un año que dejé de hacer medio tiempo para cubrir todo el día. Claro que mis padres piensan que dejé la Universidad "provisoriamente" y que voy a retomar cuando me sienta preparado. Lo que ellos no saben es que no está en mis planes volver jamás, porque no encuentro el sentido de hacerlo, así como no le encuentro sentido a casi nada. 

El autobús llega a horario como cada mañana, y hoy lo único que cambió de mi "perfecta" rutina es que no tengo mis auriculares para aislarme de los sonidos de las demás personas que viajarán conmigo. Hace un par de días, el universo parecía querer sacudir mi tranquilidad, lo recuerdo perfectamente porque ese bendito día en el que rompí la pantalla de mi celular también perdí mi cuaderno de dibujo. 

En stand by, como vivo últimamente, no noté que mi mochila se había descosido un poco por la parte de abajo, y anduve perdiendo mis pertenencias durante el viaje de casa al trabajo. Sólo noté el problema cuando el sonido de mi teléfono estallando contra el piso me lo hizo descubrir. Las personas positivas dirían que tuve suerte, ya que sólo se quebró la pantalla y tiene arreglo, yo por otra parte que no tengo un gramo de positividad en mi cuerpo pienso que es una mierda, es una mierda no tener mi música para distraerme de todo lo que me rodea y es una mierda aún más grande haber perdido mi cuaderno de dibujo en donde descargo cada idea o sentimiento que surge de manera sorpresiva (porque sí, aunque preferiría no tenerlos, todavía tengo algunos sentimientos que cada tanto afloran buscando algo de humanidad en mi.

Life goes on *COMPLETA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora